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Coloquialmente, la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) se conoce como la enfermedad de las vacas locas. Los animales afectados son inusualmente agresivos que se tambalean y caen constantemente porque ya no pueden controlar sus piernas.
La enfermedad es transmitida por proteínas infecciosas llamadas priones. El ganado adquiere esta enfermedad a través de la comida, especialmente de la harina de huesos (un sustrato para alimentación de las reses compuesto de carne y huesos). Alimento que se solía usar con mayor frecuencia, a pesar que estos animales son herbívoros.
La harina de huesos son los deshechos provenientes de la matanza del ganado vacuno y ovino. Aunque el patógeno responsable de la enfermedad aún no está claramente identificado, está claro que proteínas anormales desempeñan un papel clave en la proliferación de la EEB. Estas no pueden ser degradadas por el cuerpo. Por el contrario, estas se acumulan en el tejido del sistema nervioso central y lo dañan de forma constante. Se trata de una completa degeneración de las células nerviosas.
Fulminante e incurable
Esta enfermedad también puede transmitirse a los seres humanos, probablemente a través del consumo de carne infectada. En los humanos, esta forma de enfermedad cerebral se llama Creutzfeldt-Jakob. Esta solía aparecer muy a menudo en ciertas regiones donde se consumía mucha carne de oveja y donde el cerebro de este animal era considerado un manjar.
Esta es una enfermedad que se desarrolla muy rápido y que no tiene cura. Las víctimas necesitan atención médica porque la pérdida de todas las funciones cerebrales se produce en muy poco tiempo. Finalmente, esta enfermedad conduce inevitablemente a la muerte.
Primeros síntomas
Los primeros signos de que alguien tiene el síndrome de Creutzfeldt-Jakob son los trastornos de la memoria y la coordinación. A menudo, se trata de cambios de personalidad. Los síntomas no se pueden tratar, ni en humanos ni en animales.