El propósito del maestro de la “salsa” y egresado de Harvard

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Rubén Blades, músico, compositor y político.

Por. Antonio Saldaña
Abogado y analista político

“¿Sacrificarían su apoyo al clientelismo político el millón seiscientos mil panameños y panameñas que con sus inscripciones y tolerancia sustentan y sostienen a la partidocracia tradicional?”.

La lectura del documento del músico y político Rubén Blades, que ha creado un gran “revolcón mediático”, me indica que busca alcanzar tres objetivos concretos: Primero, sondear el ambiente político para una candidatura —o, mejor, para un proyecto global de libre postulación— porque aspiraría al solio presidencial con una mayoría legislativa. Segundo, desvirtuar la percepción favorable que hoy tiene Ricardo Martinelli, en la carrera presidencial hacia el 2024. En este aspecto, se ubica en uno de los bandos de los poderes fácticos que pugnan por la hegemonía política nacional, que incluye la partidocracia tradicional portadora del statu quo, que dice el “salsero”, es necesario acabar, para construir una República inclusiva y sin cohecho.

Para sustentar este criterio, abunda en los posibles escenarios negativos que se le presentarán a Martinelli para el 2024 que, entre otras cosas, impedirán su posibilidad —incluso— de ser candidato presidencial. El principal argumento en este terreno es la conducta que asumiría los Estados Unidos frente a un supuesto gobernante corrupto en Panamá, como sí este atributo negativo fuera de paternidad exclusiva de un plutócrata y no de toda la clase política panameña. También, en este aspecto, se ubica en la misma condición que la plutocracia corrupta y clientelar, esto es, en admitir el vasallaje imperial y someterse, cual mayordomo del imperio del norte.

El tercer objetivo de las “preguntas y respuestas” de Blades, es enervar la conciencia nacional. Someter, sobre todo, al panameño de a pie, a una elección adelantada, a una especie de “mea culpa” ciudadana. Es –en mi opinión– allí donde “la puerca tuerce el rabo”, como diría mamá Chon en su lenguaje coloquial. También, en este terreno coincide con la “clase política” tradicional plutocrática y corrupta. Es como decir, “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen”. Construcción metafórica que se utiliza para achacarles a los votantes la responsabilidad por la calidad de gobernantes que eligen.
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Y, esa es la gran mentira que a través del oligopolio mediático, por lo menos, en los últimos seis lustros pos invasión, se ha propalado. Pero resulta, que el pueblo no tiene “arte ni parte” en las decisiones, no solo electorales, sino de toda índole, de las cúpulas de las entelequias políticas, mal llamadas partidos políticos. Es decir, ni en los colectivos políticos, ni en el Estado existe una real democracia. En Panamá, ha gobernado, los últimos 30 años, una plutocracia corrupta impuesta por las tanquetas estadounidenses desde el 20 de diciembre de 1989. Finalmente, queda claro dos cosas implícitas, en el mensaje subliminal del “maraquero”: El terror político que despierta el “loco”, en todas las fracciones de la oligarquía; y que Ricardo Lombana, es “periódico de ayer”.

En síntesis, si bien es cierto que el actual sistema político dominado por la élite neoliberal, clientelar y corrupta actual, es intolerable; tampoco estamos para aventuras mesiánicas (populismo de derecha), surgidas de mentalidades maquiavélicas y en las recámaras o aposentos de socios de un exclusivo club privado de Punta Paitilla.

¡Así de sencilla es la cosa!

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