Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político
A tres navidades de distancia de la elección de un nuevo gobierno, no me propongo comentar sobre la deficiente y opaca ejecutoria de la actual administración, porque seria redundante referirse a un hecho abrumadoramente percibido por la población panameña.
En esta ocasión, dedicaré mi reflexión al análisis de la frase surgida del anonimato de los “indignados” (cabreados) nacionales que, frente a las desatinadas actuaciones del “primer Órgano del Estado” han enarbolado la consigna —cual sismo electoral— de ¡“No a la reelección”!
La pregunta de rigor es: ¿Si esa decisión, manifestada principalmente en el imaginario cibernético, se convirtiera en voluntad política del electorado en 2024, haría la diferencia? La respuesta es, definitivamente, no. Las estadísticas electorales demuestran lo contrario: las dos terceras partes de los diputados electos para el presente período, que conforman la actual Asamblea Nacional, son nuevos en su curul o no reelectos y los actos de los actuales son tan deplorables como los anteriores.
¿Por qué insiste la muchedumbre, con el grito desesperado de la no reeleción (de nadie) para extenderlo a otros cargos de elección popular, como son los de alcaldes y representantes de corregimientos?
Sencillamente, porque esa ola inmensa de “cabreados” no sabe ¿“Qué hacer”? y menos ¿“Quién lo hará”?, ya que en Panamá, hasta las ideologías y sus instrumentos fueron “privatizados”. Por ello, ‘todo el mundo’ desconfía de las entelequias políticas (más allá del clientelismo y los fichajes políticos, identificados con la detestable y denigrante frase: ¿Qué hay paʼ mí?
En consecuencia, las crisis que atormentan la psique y el “bolsillo” de la gente, encuentra a un gobierno desprovisto de poder (“capacidad de hacer las cosas” ) —y, ahora en manos de las trasnacionales— verbigracia, Panama Ports Company, que impuso la renovación de un leonino acuerdo, y la Minera Panamá, S.A., que extrae cobre y otros minerales (oro, por ejemplo) de forma ilegal, pese a que sobre el contrato con el Estado hay un Fallo de Inconstitucionalidad. Peor aún, el gobierno negocia otro contrato con una empresa globalizada, jurídicamente inexistente en el plano nacional.
¿Por qué tanta irregularidad y desatino gubernamental?
La causa no es sólo atribuible al cohecho, como muchos suponen. La realidad es que la República no cuenta con el “poder” y lo que queda de “política” es utlizado para truhanadas, en contra del sufrido ciudadano y personas que habitan en el Istmo de Panamá.
Asistimos, pues, a tiempos de incertidumbre y ausencia absoluta de liderazgo político. “La política a la que le han exprimido/robado todo (o casi todo) su poder, su fuerza y su mordiente”, es en el inframundo del subdesarrollo —y, por supuesto, en Panamá— un instrumento de expoliación deshumanizada de los hombres y la mujeres decentes.
De manera que la indefinida consigna de “No a la reelección”, debe ser transformada en un canto nacional de cambio para construir sobre las ruinas del viejo Estado neoliberal, plutocrático y corrupto; la nueva república democrática, humana y social de derecho, con liderazgo no licualizado de “leche condensada”, sino de “esperanza, coraje y obstinación”.
¡Así de sencilla es la cosa!