Un grupo de personajes oscuros, pero con aire solemne y un único libreto de neoliberalismo en sus manos, consiguió colarse en los equipos de campaña electoral para asesorar a los candidatos a la Presidencia de Panamá en el diseño de los programas económicos que serán adoptados por las alianzas políticas que competirán por el solio presidencial en los comicios del 5 de mayo de 2019.
La misión de esos supuestos “genios” responde a un audaz plan preconcebido: asegurar que el futuro gobierno se subordine al mandato fondomonetarista y asuma el modelo neoliberal de la mano de la elite del capital financiero en el poder, sin que importe mucho el partido político que triunfe en las elecciones. El plan siniestro está en marcha y los panameños deben saberlo.
Sin embargo, no parece tarea fácil la venta de recetas de modelos fracasados que apuntan a la usurpación de bienes patrimoniales del Estado, a la desnacionalización de la economía y pauperización de la clase trabajadora. Las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia y la enérgica reacción de los productores agropecuarios en Panamá son ejemplos de que el neoliberalismo se agotó.
Los movimientos sociales panameños tienen la misión ineludible de enfrentar y derrotar, con todos los medios a su alcance, el modelo neoliberal que condena al endeudamiento secular y a la subordinación de las potencias extranjeras. No hay espacio para más entreguismo. Por el contrario, lo que cabe ahora es la retoma del abandonado proyecto de liberación nacional y desarrollo humano.
Es menester prevenir a los candidatos presidenciales del riesgo que correrá el gobierno que emerja de las urnas, si ingenuamente se piensa que recibirán la bendición de Washington, al adoptar el paquete neoliberal suministrado por la camarilla de economistas malditos, surgida de las penumbras. Un conflictivo infierno va a envolverlos pronto, si abrazan ese manual de perversiones financieras.
Para la mayoría de la población contestataria, está claro que los recursos vitales del país han sido entregados a las multinacionales y empresas explotadoras que carecen de identidad o compromiso con el país. El Canal de Panamá y las áreas revertidas son blanco de una tenaz depredación, mientras que sectores productivos del campo se van a la ruina, a causa de ese modelo de injusticia y exclusión.
Pese a ello. las golpeadas capas medias de la población empiezan a percibir que la lucha social es el camino justo para «asir a la bestia por los cuernos» y enfrentar la corrupción rampante. También deberían entenderlo todos los candidatos presidenciales, entretenidos por aduladores que les hablan al oído de “planes fabulosos”, pero sin mencionar el riego de caminar a través de un país en llamas.