El mensaje de la juventud estudiosa y valiente, que saltó alambradas, enarboló los estandartes escolares y cayó abrazando la bandera tricolor, fue claro y contundente: ¡Soberanía total en la Zona del Canal! Han transcurrido 54 años de aquella gesta patriótica que estremeció al mundo y convirtió en inaplazable objetivo nacional la recuperación del territorio conculcado por fuerzas extranjeras.
La generación de 1964 y los mártires de esa gesta escribieron con sangre el ideario de la soberanía de Panamá, en procura de un país sin estacas colonialista ni instalaciones bélicas utilizadas para agredir a oros pueblos. Su sacrificio inspiró el diseño de un proceso negociador con Estados Unidos, que culminaría con la firma de los Tratados del Canal “Torrijos-Carter”, en Washington, en 1977.
Sin embargo, han sido otros –los sectores recalcitrantes opuestos a la firma de los Tratados y los menos sacrificados– quienes lucraron a través del patrimonio canalero, al acaparar tierras, aguas y edificios de los antiguos complejos militares. Una política de usurpación y formas de sometimiento gubernamental han transformado a las codiciadas áreas revertidas del Canal de Panamá en un botín.
A esa voracidad, han contribuido el aumento del valor de la ruta canalera, la disputa de los mercados entre las potencias mundiales y la expansión de los negocios logísticos globales, sin que el pueblo panameño sea protagonista de esas decisiones. Por el contrario, predomina sobre ese territorio un interés comercial excluyente, que desdibuja el objetivo de la gesta popular de Enero de 1964.
Los sectores antinacionales representados en las élites del capital financiero se han negado en forma reiterada a aplicar en las áreas canaleras el principio del mayor uso colectivo posible. La visión concentradora de riquezas y la gran mezquindad impiden a esos grupos compartir un objetivo de soberanía, beneficios sociales, desarrollo humano, defensa nacional y plena neutralidad.
Las nuevas generaciones están obligadas a retomar el camino de luchas soberanas y redirigirlas contra los que se sienten dueños de un territorio canalero que no les pertenece y emulan las mismas prácticas de los racistas extranjeros quienes ocuparon las riberas del Canal de Panamá y colocaron barreras que impedían al pueblo panameño ejercer como legítimo e innegable propietario.
Es evidente que un país con una política exterior doblegada y la ausencia de dignidad, requiere empinarse sobre sus hitos históricos para alejarse del miedo y el ultraje. Los mártires dieron lecciones de valor, unidad y resistencia, que permitieron a Panamá avanzar en el contexto internacional y convertir a la liberación en justa causa anticolonialista, por encima de amenazas y humillaciones.