Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público
La reciente denuncia de la administradora de la Dirección de Aduanas, sobre falsedad de documentos y el contrabando de ciertos bienes y servicios por varios millones de dólares, la suspensión de la titulación de tierras en áreas protegidas en la provincia de Darién y otras manifestaciones de claros delitos de corrupción, señalan la importancia de mirar hacia atrás, revelar el pasado siniestro de administraciones anteriores, para que sirva de ejemplo a futuras acciones de quienes detentan el poder político.
Hechos como los que son ventilados en Pandeportes, en el IMA y en Migración, no deben callarse. Es necesario que a la luz pública se ventilen tales acontecimientos y otros más, como parte de la estrategia que debe caracterizar a un gobierno que se ha encumbrado sobre altos niveles de expectación popular.
Es imposible coincidir con asesores que intentan solamente mirar hacia adelante y cobardemente no miran hacia atrás, porque consideran que ello puede paralizar el desarrollo del programa del actual gobierno y “convertirse en estatua de sal”.
Eludir las denuncias contra la corrupción del pasado, es dar la oportunidad para que, como la comunidad lo está percibiendo, se imponga la impunidad. Los daños a la sociedad y los miles de millones de dólares perdidos a causa del saqueo en perjuicio del Estado pesan sobre las espaldas de miles de panameños, quienes cargan a indeseables que logran acuerdos de pena y hasta son declarados “no culpables” por jueces del ramo penal.
Cercanos a los cien primeros días de gobierno, se distingue un fenómeno de inseguridad pública, pese a algunos hechos alentadores de la administración, como la cancelación de deudas pendientes a los educadores, el inicio del pago a productores agropecuarios. Sin embargo, esos aciertos son suficientes.
El gobierno actual debe hacer más denuncias formales o enfatizar hechos como el déficit presupuestario y sus efectos negativos, ante el reto de pagar más de 1.800 millones de dólares en deudas del Estado.
Asimismo, es necesario que el alcalde del distrito metropolitano piense más en reacomodar aceras y evitar nuevas inundaciones, y no en el improbable rescate de playas, a través de un proyecto que huele mal, o que un improvisado director del IDAAN proyecte la negativa idea de aumentar y sectorizar socialmente el agua, sin haber anunciado el fortalecimiento de cuadrillas para arreglar rápidamente las tuberías rotas u obstruidas.
Es evidente que administrar un desgobierno es complicado, pero muy importante es demostrar capacidad para que la impunidad no se gane la calle y luego sus secuelas se transformen en detonantes para movilizaciones que tengamos que lamentar después.