Lester Greaves murió el 25 de marzo de 2015, después de haber sobrevivido al desamor y a la cárcel. La historia que inspiró a Joaquín Beleño
Por Errol E. Caballero
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Anabelle. Ese fue el nombre que Lester León Greaves se llevó a su tumba, acaecida el 25 de marzo de 2015. Lo susurró en sueños, ocultándoselo a su familia, amigos y a la policía canalera. No lo reveló, incluso, cuando el juez Bunk Gardner dictó sentencia, después de que fuera acusado de violar a una mujer zoneíta de tez blanca y ojos azules. Él, un moreno de ascendencia jamaicana que venía de la ciudad, del imperfecto mundo que se encontraba más allá del jardín del Edén, que los norteamericanos habían delimitado meticulosamente en las riberas del Canal.
Pero Greaves sabía muy bien que no la había forzado, que ella se le había entregado por amor, un amor que fue creciendo con los años, mientras ambos jugaban en la residencia canalera, dos niños inocentes iniciándose en los engranajes del romance.
El escritor Joaquín Beleño también conocía la verdad, que tal violación nunca tuvo lugar, que la gringa se le había entregado por voluntad propia, porque, como aseguró Greaves durante el juicio, “ustedes los gringos tienen la sangre fría; y nosotros los negros la sangre caliente, por eso sus mujeres nos buscan a nosotros los negros”. El comentario encendió la cólera del juez, que en vez de condenarlo a una década como tenía previsto lo sentenció a 50 años en la penitenciaria de Gamboa.
En la edición del dos de abril de 1946, La Estrella de Panamá recogió el incidente en su primera plana. También lo hizo el diario La Hora, además de un periodista con oficio y con ambiciones literarias, llamado Joaquín Beleño. A través del personaje de “Atá” –inspirado en el de Greaves– el escritor denunció que el verdadero crimen del condenado había sido sucumbir ante una pasión prohibida, a un amor imposibilitado por el contraste surgido entre la palidez de ella y el tono atezado de la piel de él.
Para Beleño la verdadera ofensa de Greaves había sido provocar la intolerancia del sistema zoneíta, en la que a los negros que laboraban en la Zona se les pagaba con Silver Roll, mientras que a los panameños se les restringía la entrada a una ciudadela colonial establecida en el corazón de su propio país. “Esa condena fue producto de la discriminación que había entre blancos y negros, gringos y panameños. Que una mujer blanca sostuviera un romance con un negro representaba una ofensa para los que vivían en la Zona del Canal”, asegura Lester León Greaves, Jr., en cuya casa, ubicada en calle 19, Veranillo, San Miguelito, su padre vivió hasta el último de sus días.
Greaves, Jr. cuenta que su progenitor murió en su cama, después de sufrir un paro cardíaco. Según Nimia Beleño, hija del escritor Joaquín Beleño, su estado físico se había deteriorado rápidamente luego de una caída.
Su muerte pasó casi desapercibida en los medios de comunicación, a pesar de que décadas atrás la diputada Thelma King había liderado un movimiento que tenía como objetivo lograr su liberación de la cárcel, hecho que ocurrió finalmente en 1961.
Su liberación también había tenido un impacto limitado en la sociedad panameña. Así lo evalúa Escolástico “Fulele” Calvo, quien llevara las riendas de las sala de redacción del diario La Hora. “Nadie le dio mucho despliegue. Como él era negro y de origen jamaicano, no tuvo mucha trascendencia, salvo para un grupito minúsculo de la población”, precisa.
“Fulele” Calvo explica este desinterés en la influencia de la “cultura del reggae proveniente de Estados Unidos y Jamaica”, que ha terminado erradicando cualquier expresión del nacionalismo.
Literatura con propósito
“A las cuatro de la tarde de ayer, las autoridades de la Zona del Canal pusieron en libertad al panameño Lester León Greaves, recluido en la Penitenciaria de Gamboa donde cumplía condena de cincuenta años de prisión por haber violado a una joven estudiante norteamericana”, informó la edición del 16 de enero de 1962 de La Estrella de Panamá.
Ese día Beleño logró una de las metas que se había trazado cuando publicó Gamboa Road Gang, en 1960: liberar a Greaves, al hombre que había inspirado al protagonista de su obra más emblemática. “Mi padre siempre le decía a Lester: “lo más importante que hay en este mundo ya lo conseguiste, que es tu libertad”, rememora Nimia.
Beleño sabía muy bien que el racismo era una peso que iba minando el alma de todo afropanameño que tenía que trabajar en la Zona del Canal, ya que él, al igual que Greaves, había laborado en el enclave canalero, desempeñando varios oficios, que iban desde obrero hasta capataz.
Pero, sin duda alguna, en ninguno de estos oficios se desempeñó como lo hizo en el periodismo. Al testimonio de Greaves el escritor sumaría los de otros presidarios, con los que conversaba cuando los sacaban a cortar hierba a ambos lados de la carretera que conducía a Gamboa. A raíz de estos esfuerzos, Gamboa Road Gang se convertiría en una novela híbrida, una mezcla de ficción y realidad.
Ícono nacionalista y libertario
Cuando entró en la Penitenciaria de Gamboa, Greaves era un hombre acusado de violar a una zoneíta, pero al salir del centro carcelario lo hizo convertido en una “especie de héroe, ya que representaba el triunfo del panameño sobre la hegemonía americana”, señala el periodista e investigador Alexis Sánchez.
Sánchez recuerda que la figura de Greaves fue explotada por el régimen torrijista. “El gobierno militar lo aprovechaba todo. Ellos habían impulsado la idea de que ellos habían soltado a este pobre hombre”, cuando, en verdad, su libertad se la debía al gobernador de la Zona, William A. Carter. Según detalló La Estrella de Panamá en aquella época, el gobernador “conmutó la sentencia de Greaves por el término de años que ha cumplido hasta el presente”. Carter tomó esta decisión basándose en el progreso exhibido por Greaves en el camino hacia su “rehabilitación”. En prisión aprendió el oficio de tapicero, con el que se ganaría la vida fuera del presidio.
Nimia conoció a Greaves entre el 2007 y el 2009, años en los que se presentaron dos montajes teatrales basados en la obra de su padre. Un día lo vio en televisión, dando una entrevista. Contactó al periodista y lo localizó. Con los años, la curiosidad daría paso a la amistad. “Yo lo molestaba porque él enamoraba a las muchachas cantando”. Y yo le decía: “por eso es que estaba allá metido”, comenta, con una sonrisa apuntalando sus ojos pardos.
Tal vez, fue ese espíritu jovial, que, según su hijo, mantuvo hasta los últimos días de su vida, lo que le abrió las puertas del corazón de Anabelle, lo que le permitió seducir a la hija de los patrones de su madre.
Un hecho, dos interpretaciones
Una noche, mientras Lester exploraba la piel inmaculada de Anabelle, el padre de ella los sorprendió. Lo que sucedió a continuación ha sido producto de debate por años. El diario La Hora de aquella época reportó una “supuesta violación a la esposa de un oficial del ejército americano acantonado en la Zona del Canal”. Pero La Estrella de Panamá informó que durante su juicio Greaves “se declaró culpable del delito de estupro”. “No hubo ninguna violación. Todo lo inventó el papá, ya que para la familia representaba una vergüenza que su hija blanquita y norteamericana estuviera con un negro. Por eso, la sacaron de la Zona y la mandaron inmediatamente para los Estados Unidos”, indica Nimia.
Según Nimia, Lester y Anabelle intercambiaron correspondencia durante el tiempo que él estuvo recluido en Gamboa. Pero, un día, las cartas desaparecieron de la celda que compartía junto a otros reclusos, tal como se cuenta en Gamboa Road Gang. Anabelle se casaría tiempos después, en Estados Unidos.
A pesar de las penas del desamor y de la privación de su libertad, Lester, Jr. asegura que “su padre nunca expresó arrepentimiento, nunca les guardó rencor a los gringos”. Al contrario, según su hijo siguió siendo “jovial y bailarín” hasta el día de su muerte. Y así quisiera Lester, Jr. que lo recordaran los que, como él, se acerquen a las páginas de Gamboa Road Gang, o los que intenten rescatar una de las joyas de la memoria naufragada de un pueblo.
Condena en la Zona del Canal
El registro de un juicio histórico
De acuerdo con la edición del tres de abril de 1946 de La Estrella de Panamá: “Todo el peso de la ley cayó sobre Lester León Greaves, panameño de descendencia antillana y de 20 años de edad, que se declaró culpable del delito de estupro, cuando el juez zoneíta Bunk Gardner lo sentenció ayer a sufrir la pena de 50 años en la penitenciaria de Gamboa, con la recomendación de que jamás debe otorgársele clemencia al acusado “en ningún tiempo, por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia”.
“Esta es la pena máxima establecida por el Código Penal de la Zona del Canal. La Corte hizo notar que no está en posición de predecir qué actitud tomará en el futuro, si alguna petición de perdón o de clemencia se hace en favor del acusado, pero que sería inútil para cualquiera escribirle ahora sobre el hecho particular porque ha hecho constar su decisión”.
“El caso de Greaves fue debatido hasta en la Asamblea Nacional, y en varias ocasiones se interrogó a la Cancillería panameña sobre las gestiones para la consecución de la libertad del detenido”.
“El ex Canciller Aquilino E. Boyd hizo representación en el caso Greaves en 1959, las cuales fueron reiteradas por su sucesor, el licenciado Miguel J. Moreno Jr., en 1959”.
“En ocasiones, se llegó a decir que el juicio y sentencia de Greaves no fue hecho en forma pública, no concediéndosele la facilidad de un abogado. A estas declaraciones, el juez Guthrie F. Crowe, de la Corte Distritorial de la Zona, declaró en una ocasión que a Greaves se le había juzgado en forma justa, que fue representado por un consejero y, además, se le dieron amplias facilidades para que hablara en su propia defensa”.
“El caso de Greaves fue conocido por el Juez Bunk Gardner, actualmente retirado y residente en Kentucky, Estados Unidos”.
“Durante el juicio, el acusado Greaves aceptó conocer la naturaleza de los cargos que se le hacía, aceptando la culpabilidad de los hechos luego de conferenciar con su abogado, Dr. W. C Todd, accediendo a no decir nada hasta pronunciada la sentencia”.