Marco A. Gandásegui, hijo.
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Anoche tuve la oportunidad de ver en las redes virtuales “la casona de Pepón, ex ministro (del gobierno del presidente Ricardo Martinelli) en Gijón, Asturias”, España. Una espléndida residencia, merecedor de un español que “hizo la América”. Es el sueño de todo emigrante ibérico que viaja a tierras que fueron colonias de la corona asentada en Madrid. Hay que confirmar si la casa en las redes es de la persona llamada Pepón.
A los americanos en América no nos sorprende –aún hoy– el saqueo de las tierras que en su momento se extendían desde Canadá a Tierra del Fuego, pasando por el istmo de Panamá. La pregunta que se hacen los americanos –los de Nuestra América– es hasta cuando seguirá el pillaje y el despojo de las riquezas de nuestros países. A los españoles se han sumado, durante los últimos dos siglos, los “criollos” que expulsaron a los ibéricos y siguieron apropiándose de tierras, minas, trabajadores y todos los recursos que encontraban en su camino.
¿Cuándo será posible sacarnos de encima esta escoria que se lleva lo mejor de nuestras riquezas, de nuestra juventud? En el caso de Panamá, el espíritu de Urraca y Quibián, guerreros de los ngöbe del siglo XVI sigue vivo. Igual la leyenda de los cimarrones Bayano y Felipillo. En la memoria más reciente se levantan las figuras mártires de Victoriano Lorenzo, Floyd Britton, Ascanio Arosemena, Jorge Camacho y tantos otros que cayeron en una guerra que no termina contra el conquistador.
¿Hasta cuándo? Sólo terminará cuando los pueblos se organicen y asuman la dirección de sus propios destinos. La organización es un problema cultural. Hay que estar convencido que se puede, que todos se pueden unir en torno a un objetivo común.
Los pueblos saben que viven en la pobreza, sin medios para producir lo que necesitan para proveer a sus familias con alimentos, vivienda decente y seguridad. También saben que viven en una sociedad marcada por la desigualdad donde hay quienes tienen enormes fortunas y la mayoría sólo pueden aspirar a sobrevivir día a día.
En la actualidad, la pobreza tiene cara de empleo informal, violencia comunitaria, falta de servicios de salud y escuelas colapsadas.
Los políticos neoliberales prometen hace décadas que las enormes riquezas que producen los panameños pronto comenzarán a derramarse por los senderos, por calles y avenidas para llegar a los hogares de los más pobres. Muchos creyeron el cuento cuando vieron cómo se levantaban rascacielos, “resort” en las playas y cintas costeras. Descubrieron que el que deja obras, se roba todos los fondos del erario público. A la vez, se percataron que con o sin obras los neoliberales sólo aspiran a vaciar las arcas de la República, igual que los liberales que los antecedieron.
Los partidos tradicionales tienen que enfrentar una organización partidista nueva. Acaba de celebrar su Congreso constituyente el Frente Amplio por la Democracia (FAD) que aspira a ganar las elecciones de mayo de 2019. El FAD es un partido de izquierda, el único en Panamá. ¿Qué quiere decir izquierda? Promueve los cambios, en todos los sentidos: Económicos, sociales y culturales.
En su discurso, el presidente del FAD, Fernando Cebamanos, destacó dos metas inmediatas para los comicios que se acercan. Por un lado, planteó la necesidad de unir al pueblo en torno a todas las fuerzas sociales que quieren hacer cambios en el país. Por el otro, señaló la urgencia de convocar una Asamblea constituyente para que el pueblo decida qué orden quiere para construir su futuro independiente y soberano.
El FAD aparece sobre el escenario cuando el país se encuentra en una crisis de legitimidad de sus gobernantes. Los partidos que han alimentado durante los últimos 25 años a las estructuras de poder político se han agotado. Han saltado a la palestra candidatos independientes que creen posible reemplazar a los viejos partidos.
El país necesita cambios profundos en lo económico y social. El FAD está dispuesto a ofrecerlos, siempre y cuando pueda unir al pueblo panameño en torno a su proyecto de gobierno.
El pueblo tiene que ser el actor principal en la lucha contra el clientelismo y la corrupción. No tiene otra alternativa en el siglo XXI. Hay que poner fin al saqueo de quienes encuentran su “casona” en Asturias. Hay que poner fin a todo tipo de pillaje con un partido que cree en los cambios. Que une al pueblo en la construcción del país que todos queremos.