El conflicto Rusia-Ucrania, OTAN y EEUU

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Por José Antonio Gómez Pérez
Economista y profesor titular de la Universidad de Panamá

Prólogo

En los conflictos complejos —comerciales, financieros, bélicos— casi siempre resulta difícil ver a simple vista la verdad y su lógica. Para visualizar el fondo y trasfondos de ésta, hay que emplear métodos científicos. El enfoque sistémico contribuye a visualizar ordenadamente el sistema y el conjunto de factores involucrados —desde los históricos, culturales, hasta aquellos socioeconómicos y geopolíticos— en relación a las responsabilidades en el contexto de su complejidad amplia.

Así es como nos alejamos de lo superficial, y logramos una interpretación más comprensible y realista de los eventos. En forma de resumen, aquí expongo algunos planteamientos esenciales, para la comprensión de los conflictos, que aludo en el título de este artículo.

Antecedentes históricos

Entre Rusia y Ucrania hay un monumental conjunto de relaciones de desarrollo, interdependencias, cultura, cooperación y amistad. Historia de muchos siglos, desde la Rus de Kiev (867); la larga época del zarismo; la revolución instauradora del país-unión de los soviets (1917); la gran guerra patria o Segunda Guerra Mundial (1941-45); el derrumbe desintegrador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991. Posteriormente, ha sobrevenido un período crispado de desavenencias políticas evidentes, debido a la creciente militarización en los territorios aledaños a las zonas fronterizas de ambos estados, el reintegro unilateral de Crimea a Rusia en 2014 y el eventual ingreso de Ucrania a la OTAN.

Históricamente, ambas partes, Rusia y Ucrania, no siempre han calificado sus lazos de interdependencias mutuas como plenamente armoniosas y de paridad. Además, en ambas naciones, la época actual del postsovietismo está caracterizada por niveles de institucionalidad y democracia relativamente débiles, que son más marcados en Ucrania. Esta situación complica las visiones estratégicas y negociadoras de soluciones viables. Desde 2014, el conflicto bélico de Crimea acentuó los puntos de desencuentro y rivalidades.

Dentro del sistema mundo que vivimos, hay una tendencia clara de reacomodo de las potencias y de otros países de relativa y creciente industrialización. Actualmente, en ese sistema, vistas las posiciones de Rusia y Ucrania, es evidente la existencia de un conjunto conflictivo entre los roles e intereses geopolíticos y geoeconómicos globales de ambos estados como actores beligerantes. Ambos países son importantes para Europa, y particularmente Rusia también allende al contexto euroasiático.

El desarrollo de este conflicto obviamente abarca a los Estados Unidos, como potencia occidental hegemónica, y parcializada; y, además a los países poderosos de Europa occidental, que son integrantes simultáneos de la Unión Europea (UE) en calidad de bloque político, económico y sociocultural y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que es el bloque militar y de seguridad plus hemisférica.

El conflicto global Rusia-Ucrania en desarrollo

Generalmente, las bases y principios fundantes de organizaciones y eventos se transforman respecto a la realidad cuando se gestaron. La OTAN ya no es aquel ejército conjunto de un bando de la “guerra fría”, decidido a enfrentarse militarmente al otro bando rival. El Pacto de Varsovia, tratado del bloque militar liderado por Rusia, ya dejó de existir el 1 de julio de 1991, casi dos años tras la caída del Muro de Berlín.

Actualmente, la OTAN es una unión de fuerzas militares bajo la dirección directa de la política internacional hegemónica de los Estados Unidos y los países de la UE mantienen una dependencia evidente ante tal dirección. Desafortunadamente, así es la realidad.

Por esta ausencia de una plena política autónoma de defensa y seguridad, ahora los países integrantes de la UE están pagando las consecuencias políticas y económicas, con costos elevados, que eventualmente hasta podría ser mayores. El comercio de energéticos, bienes alimentarios y tecnológicos son campos específicos.

Hoy, como siempre, la cuestión es el pragmatismo: de intereses y negocios. En lo concreto, para los Estados Unidos, el significado real de las siglas de la OTAN es: Organización del Tratado del Atlántico Norteamericano. La consigna es clara: Primero, Estados Unidos —país grande y poderoso; después los demás países—. De hecho, lo que pase en Ucrania no afecta a sus intereses reales ni a su seguridad nacional. Por tanto, Estados Unidos ha decidido no jugar de cerca este escenario de guerra en forma militar directa. En Ucrania, muchos siguen sin comprender por qué Estados Unidos no participa en su apoyo militar directo.

Rusia ha visto crecer la presencia militar de la OTAN muy cerca de sus fronteras, a lo largo y ancho de Europa del Este, incluyendo en 2004 el ingreso de las tres ex repúblicas soviéticas de la región báltica, a saber: Estonia, Letonia y Lituania. Por su parte, la política exterior de Rusia ha diferenciado y respetado el significado de participar en la UE, a sabiendas de que ello represente reducción de perdida de espacios para transacciones comerciales, económicas y tecnológicas.

El mundo entero sabe y comprende que no es lo mismo que un país ingrese a la UE que a la OTAN. En consecuencia, la interpretación es clara. El ingreso de Ucrania a la OTAN es una real amenaza directa a Rusia, a su defensa territorial, seguridad nacional y a su derecho de gozar de paz en sus fronteras.

La salida a la paz: es una negociación objetiva y realista

Existe una sentencia muy conocida que afirma: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. La guerra siempre acarrea pérdidas de vidas humanas y desastres múltiples, hechos muy lamentables. Ésta ocurre, cuando la política no es atendida en forma objetiva y con los equilibrios requeridos. Por consiguiente, siempre fortalecer la negociación política es el camino más directo y útil para lograr objetivos buscados y evitar la guerra.

La situación mundial actual, de muchas formas me recuerda y retrotrae a los aciagos días de 14 a 28 de octubre de 1962, cuando ocurrió la llamada Crisis de los Misiles en Cuba, que puso al mundo al borde de una hecatombe nuclear.

Aquel conflicto mundial se produjo entre Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS), cuando este segundo país construía en la República de Cuba bases de misiles nucleares de alcance medio, con la posibilidad de alcanzar territorio estadounidense. Así, Estados Unidos. armó tremenda algarabía política, militar y diplomática, obviamente calificando tal evento como una inadmisible amenaza a su seguridad y soberanía nacional.

El final de tal crisis mundial es conocido. Igualmente, recordamos como los presidentes John Fitzgerald Kennedy (Estados Unidos) y Nikita Sergeyevich Khrushchev (URSS) pusieron en la mesa negociadora las cartas finales de solución. Por un lado, la Unión Soviética desmantelaría totalmente las rampas de misiles nucleares en Cuba. Por otro lado, los Estados Unidos. daban garantía de no realizar ni apoyar una Invasión a Cuba, y también desmantelar las bases de misiles de la OTAN situadas en Turquía, que atentaban a la seguridad de la URSS. Así se pactó y así los tres puntos esenciales fueron cumplidos.

La historia universal, particularmente en Europa, está llena de lecciones de convivencia pacífica de pueblos interdependientes, fronterizos, hermanos. La objetividad y realismo de tales interdependencias implican la responsabilidad de criterios y normas comunes de convivencia pacífica; mismas que inevitablemente deben estar consensuadas y ratificadas por las partes involucradas, generalmente mediante tratados o convenios. No hay otro camino. Ucrania y Rusia no serán excepción.

Rusia y Ucrania cuentan con listados de temas prioritarios y deben perfilar prospectos de decisiones convenientes y viables a ambas partes. Tendrán también que decidir cuáles países consideran facilitadores o garantes dignos de la confianza para las negociaciones para el cese del fuego y acordar las bases de paz y desarrollo duradero.

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