Trump no está loco, ni es “populista”

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Adolfo Hitler y Donald Trump.

Por Olmedo Beluche
Sociólogo y miembro de Polo Ciudadano.

Trump no está loco, ni tampoco Hitler lo estaba. La pretensión de algunos liberales de analizar el proyecto del nuevo presidente norteamericano como una supuesta desviación sicológica del personaje, es una falacia tan grande como la versión histórica que ha pretendido que los actos del dictador alemán fueron producto de su supuesta demencia.

Ese enfoque desvía el análisis de la realidad: ambos son producto de la crisis de la sociedad capitalista, y sus proyectos políticos consisten en sacar al sistema de la crisis derribando los derechos civiles y sociales de importantes segmentos de la sociedad.

Trump y Hitler, algo en común: la crisis del capitalismo

Hitler nació políticamente de la crisis del sistema capitalista que condujo a las dos Guerras Mundiales y el consecuente estancamiento económico de los años 20 y 30. Obtuvo el apoyo de importantes sectores descontentos de la sociedad, especialmente de las capas medias empobrecidas y trabajadores desempleados, quienes lo llevaron al poder con su voto. Cohesionó a la sociedad con represión y el discurso nacionalista de la “gran Alemania”, atacando los derechos laborales de la clase obrera y culpando a comunistas, judíos, gitanos y eslavos de la crisis.

Donald Trump, y por extensión la extrema derecha europea y de otros países, son producto de la profunda crisis económica, social y política del capitalismo del siglo XXI y, al igual que Hitler, le han dado su apoyo electoral importantes sectores de capas medias y desempleados que sueñan con superar su empobrecimiento social y “hacer grande a América, de nuevo”. Su ideología consiste en culpar de la crisis a inmigrantes latinoamericanos, a México en particular, a los musulmanes y a China.

Sus primeros decretos de gobierno demuestran que va en serio: inició la clausura del Obamacare, que da seguro médico a los más pobres; tuvo palabras hostiles hacia México ordenando la construcción del muro y anunciando que ese país lo pagará; cerró la entrada a musulmanes de 7 países; anuló el tratado de comercio transpacífico; alentó al criminal fascista Netanyahu a continuar la ocupación de Cisjordania anunciando el traslado de su embajada a Jerusalén; y ordenó un bombardeo en Yemen, con más de 50 muertos, niños incluidos.

Trump no es “populista” sino un ultraderechista con rasgos fascistas

Otra falacia de los liberales es atribuir a Trump el adjetivo de “populista”, concepto que han deformado para hacerlo sinónimo de “demagogo”, que aplican a cualquiera que critique al libre mercado capitalista y su acartonado y corrupto sistema político electoral.

De ahí los medios de comunicación hacen una amalgama en la que mezclan en un mismo saco posiciones tan distintas como el proyecto antiimperialista y antineoliberal de Hugo Chávez y otros líderes latinoamericanos, con propuestas antiobreras y racistas de extrema derecha, como la de Le Pen en Francia, por ejemplo, como si fueran los mismo.

Aunque en apariencia la izquierda y la extrema derecha critican las consecuencias de la crisis capitalista, sus propuestas y enfoques son completamente opuestos, pues la izquierda propone una ruptura con el sistema y su crisis mediante medidas de tipo socialista, o sea, de reparto social de la riqueza, mientras la derecha extrema defiende el capitalismo echando la culpa a las “minorías” y a la clase trabajadora.

Los liberales, socialdemócratas y los publicistas de la globalización neoliberal han inventado el concepto de “populismo” para etiquetar a todo el que critique al sistema político pseudo democrático, idealizado por ellos, pero cada vez más alejado de los derechos sociales de los pueblos y las clases trabajadoras, y cada vez más repudiado por inoperante y corrupto.

Trump no sólo no es populista por su origen de clase, un empresario de la construcción con intereses capitalistas en medio mundo, sino porque su gobierno está constituido por representantes de la élite capitalista de Estados Unidos y militares de extrema derecha.

El gobierno de Trump es agente de Wall Street y del imperialismo yanqui

Pese a las críticas que lanzó en campaña contra Hillary Clinton por ser agente de Wall Street, la Bolsa de Valores de Nueva York está feliz con su gobierno y sus primeras medidas: todo el apoyo a la industria automovilística y petrolera amenazando con derribar las regulaciones ambientales y otras. Incluyendo la desrregulación de los bancos introducida por Obama luego de la crisis de 2008, que pretendía controlar un poco la especulación financiera.

La militante de la organización norteamericana Worker World – Mundo Obrero, Sara Flounders, ha catalogado a su gabinete como “el más rico de la historia”: secretario del Tesoro, Steven Munchin, de Goldman Sachs; de Comercio, Wilbur Ross, de Rotschild Inc.; de Educación la multimillonaria Betty De Vos; de Trabajo, Andrew Puzder, de la empresas de comida rápida; fiscal general, el racista Jeff Sessions; y, la tapa del coco; Rex Tillerson como Secretario de Estado, CEO de Exxon Mobil.

Las medidas de Trump sólo agudizan la crisis del capitalismo

Igual que Hitler, Trump fracasará en resolver las causas de la crisis norteamericana, pues sus medidas no atacan a la lógica explotadora e irracional del sistema capitalista, sino que busca falsos chivos expiatorios. Trump, como Hitler, va aumentar el sufrimiento de millones de seres humanos, pero no habrá muro que contenga las luchas e insurrecciones populares que sus medidas provoquen.

Lo único que logrará será echarle más leña al fuego, agudizando las ya incontenibles contradicciones del sistema capitalista. Trump no puede desmontar la globalización neoliberal, como algunos creen, porque ésta es una política de los grandes monopolios capitalistas, empezando por los norteamericanos, a los cuales responde el propio presidente yanqui y sus negocios familiares.

Trump no puede ser consecuentemente proteccionista, porque cargar con aranceles a las importaciones chinas o mexicanas es afectar los negocios del gran capital norteamericano que ha creado este sistema interdependiente para abaratar sus costos de producción explotando mano de obra barata extrajera para producir mercancías para el mercado norteamericano. Sólo puede quitar regulaciones ambientales y de salud, así como rebajar impuestos a los grandes capitales, que es lo que está haciendo, agudizando otros problemas y aumentando la disparidad social.

La máscara de Trump.

Trump será derrotado por la movilización democrática y anticapitalista

No olvidemos que el fascismo y su Segunda Guerra Mundial, con sus decenas de millones de muertos, fueron derrotados por una gran ola revolucionaria en el mundo que empezó en Stalingrado, que barrió al orden mundial imperante hasta entonces, de la que nacieron los grandes movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina de mitad del siglo XX.

Al igual que el fascista alemán, Trump será derrotado por las movilizaciones de los sectores sociales que ataca y que ya han empezado a ganar la calle para defender sus derechos en Estados Unidos y en todo el mundo: mujeres, negros, latinos, indígenas, musulmanes, trabajadores, ambientalistas, LGTB, etc.

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