Especulación y servidumbre persisten en Panamá

Por: Carlos Ayala Montero

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Hace algunos años, aumentaron desproporcionadamente los precios de las mercancías, especialmente la comida y medicamentos, bajo la excusa del alza en los precios del barril de petróleo. Hoy, los precios de la comida han disminuido en más de 6% en el mundo, según datos de ONU, y el precio del combustible viene bajando desde hace ya varios meses.

Los salarios promedios (dato abultado por los excesivos salarios de la alta gerencia del sector público y privado) aumentaron en 12.20% entre 2010 y 2016, pero la canasta básica alimenticia subió en aproximadamente 20.4%. El precio del combustible en ese período bajó en 26%. En consecuencia, la comida y las medicinas, y toda mercancía transportada, debía costar hoy un promedio aproximado de 30% menos, lo que no ha ocurrido, ni hay perspectiva de ello ocurra. Parece que en la economía de Panamá la especulación (vender sin obedecer ley de oferta y demanda) es una práctica normal, sin que nadie haga algo por evitarlo.

Moisés Naím ha descrito nuevos poderes de la sociedad actual (activismo ciudadano; actitud escrutadora de los medios de comunicación social; los nuevos capitales concentrados y la exacerbación de la rivalidad), que retan a los antiguos poderes (político, militar y económico), y limitan el poder mismo. Sin embargo, la actitud de apertura absoluta de los mercados, sin control alguno, no se limita con la existencia de estos llamados “nuevos poderes”.

Todos los gobernantes en este país, desde 1990 hasta hoy, facilitaron esa libertad de mercado, que incluye especular, ganar por encima de lo razonable y de lo justificable, por medio del “juega vivo” y prácticas ajenas a la ley de oferta y demanda, cuando les conviene, como mirar a otro lado cuando baja el precio del petróleo.

Los nuevos poderes panameños no combaten la especulación, salvo algunas excepciones. Las organizaciones de la sociedad civil, del movimiento popular, los medios de comunicación y la pequeña y mediana empresa, no impulsan reclamos más allá que lo que ocurre en el día a día, olvidando que el costo de vida es esencial para la salud y para la vida.

Étiene de la Böetie escribió en 1563 el ensayo “La servidumbre Voluntaria”, en el que afirmó que no es posible servir a una sola persona, cuando los afectados son miles. Unos 450 años después, seguimos sirviendo a uno sólo: que ahora es el capital abusador, que nos impone aceptar la especulación y el derecho de cada vez menos personas a decidir acerca de la salud y la vida.

Por la fuerza, por los códigos de conductas impuestos por el sistema; por los cánones morales y culturales y por la utopía del premio, se introducen en la conciencia hoy, la actitud de servidumbre voluntaria, debido a que el 10% de los panameños posee el 40% de la riqueza nacional y 62 personas en el mundo poseen el 50% de la riqueza mundial, mientras que en Panamá y el mundo algunos mueren de hambre, no tienen derecho a salud ni educación y quienes perciben salarios no alcanzan a cubrir lo necesario para vivir en forma decorosa y digna.

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