Definición en los dos partidos mayoritarios
Julio Bermúdez Váldez
Revista Matutina | 4 de julio 2016
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El segundo semestre del año depara para el país un intensa y decisiva agenda política donde afloran, entre otros temas, la discusión del Código Electoral, el nuevo presupuesto del Canal de Panamá, la designación de un nuevo magistrado para el Tribunal Electoral, la nueva ley de Contrataciones Públicas, el proyecto de ley sobre educación sexual, los anunciados procesos disciplinarios para diputados que desconocieron las directrices de sus respectivas cúpulas y el Congreso del Partido Revolucionario Democráticos para el cual ese colectivo deberá escoger en los próximos días a sus delegados.
Coyuntura
En política se hace lo que se puede, no lo que se quiere. Los partidos políticos mayoritarios del país se enfrentan a duras pruebas de las que depende, en gran medida, la prevalencia tanto de lineamientos como de protagonismos a futuro. Mientras que el Partido Revolucionario Democrático (PRD) deberá escoger en los próximos días sus delegados para el congreso agendado para octubre venidero, Cambio Democrático (CD) proyecta despojarse al menos de 16 de sus 26 diputados, como sanción a la decisión que los primeros de votar por su cuenta en la reciente elección de presidente de la Asamblea Nacional, en un abierto desafío a la dirección de ese colectivo.
Aun cuando el CD podría estar calculando que es mejor ahora que muy cercana a las elecciones de 2019, lo cierto es que una medida como esa no lo dejaría solo sin más de la mitad de sus diputados, sino sin el número plural de votos que representan esos legisladores, obligados como estarían a emigrar hacia otras toldas partidarias. Hay quienes sostienen que la depuración fortalece al cuerpo, lo que no niega, sin embargo, los estragos que producen los excesos y la necesidad de enfrentar nuevas empresas para reponer los espacios que dejen los emigrados.
Aunque su nombre propone “cambios democráticos” dentro del país, habría que ver hasta dónde es coherente la propuesta con la vida interna del colectivo, y hasta dónde deja en la utopía la democracia a la que aspiran algunos de sus diputados. CD nació con dueño, y el expresidente Ricardo Martinelli y sus más cercanos colaboradores no parecen dispuestos a variar esa condición: “es mejor que se vayan desligando y se despidan”, ha dicho Alma Cortez a sus parlamentarios, a quienes ha señalado desde indisciplinados hasta traidores, por lo que no es difícil prever para los próximos meses una batalla interna que rete el hasta ahora panorama de equilibrio interno que había venido reflejando ese partido.
En el PRD entretanto se enfrentan en las próximas semanas dos corrientes que se han ido abriendo paso, y que si habían tenido hasta ahora una confrontación matizada, chocaron abiertamente en la reciente escogencia de la presidencia de la Asamblea, con un saldo específico de vencidos y vencedores. No es el mejor de los panoramas si se considera que en las elecciones de 2009 y 2014, la división interna del PRD fue el principal activo de sus derrotas. Lo que habría que preguntarse es si la derrota de la corriente encabezada por el actual presidente de ese organismo, Benicio Robinson, puede causar a futuro, 2019 por ejemplo, las mismas debacles de las dos anteriores elecciones generales. O si la prevalencia de la nueva corriente que ganó las elecciones en el parlamento puede garantizar una unidad que coloque al otrora todopoderoso PRD en condiciones de volver al Palacio de las Garzas.
Ninguna respuesta sería válida sin la designación de delegados y, fundamentalmente, sin el congreso de octubre próximo y la redefinición de la política perredista, que por un lado propone unidad en torno al expresidente Ernesto Pérez Balladares y por otra, la vuelta al Torrijismo, pese a que esta última no habla aun de candidatos de manera precisa y solo indica que para el triunfo, el PRD debe fortalecerse.
Ya se sabe cuáles son las causas de la confrontación entre corrientes del PRD, lo que falta averiguar es en torno a qué puede, efectivamente, labrar la unidad sin la cual no puede soñar con volver al poder, diez años después de ausente.
Los próximos meses huelen a definición en los dos partidos mayoritarios del país, dependiendo de la profundidad que les infrinjan las heridas de sus batallas internas.