Debate vicepresidencial bajito de sal

Por doloroso que parezca, la transmisión del debate vicepresidencial ayudo a demostrar que un vicepresidente o una vicepresidenta en Panamá sólo mandan en su casa.

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Vicepresidentes responden preguntas. (Foto: TVN).

Por David Carrasco

El debate entre los candidatos a vicepresidentes de la república, transmitido a través de la televisión la noche del martes 12 de marzo, mostró un lado débil y poco atractivo de las nóminas presidenciales de los partidos políticos constituidos y de libre postulación que aspiran a formar gobierno en 2019.

Un balance del desarrollo de esa iniciativa permite distinguir como un hecho notorio que el debate poco contribuyó a la suma de votos a favor de los aspirantes al solio presidencial. En ese sentido, es necesario destacar el carácter casi decorativo y marginal de los vicepresidentes en la administración política del Estado.

Tal vez, a ello se deba la ausencia del candidato a vicepresidente por el partido Cambio Democrático (CD), Luis Casís, a quien le formularon preguntas, aunque no estuviese presente. Ello dio un toque kafkiano a la presunta contienda, mientras que el debate transmitido no provocó en el público ni vítores ni desmayos.

Además, fue muy mal visto el intento de encasillar en una celda ideológica a la candidata del partido Frente Amplio por la Democracia (FAD), Maribel Gordón, quien respondió con un criterio pedagógico a la provocación mediática, mientras detrás de cámaras alguien prendía y apagaba electrónicamente un minutero y un segundero.

Si para algo sirvió el espacio de aspirantes a vicepresidentes, es para reafirmar el pedido de varios politólogos sobre la necesidad de redefinir el papel de la Vicepresidencia en el Estado. Es un hecho insólito que un conserje tenga más claras responsabilidades que el segundo a bordo en el binomio presidencial en Panamá.

Pero, si después de todo lo expuesto alguien abriga alguna duda relativa a la veracidad de las críticas formuladas, conviene hacer un repaso minucioso al Artículo 180 de la Constitución de la República. No deja dudas sobre ese asunto, al definir y detallar las escasas atribuciones del vicepresidente de la República:

  1. Reemplazar al presidente de la República en caso de falta temporal o absoluta.
  2. Asistir con voz, pero sin voto, en las sesiones del Consejo de Gabinete.
  3. Asesorar al presidente de la República en las materias que este determine.
  4. Asistir y representar al presidente de la República en actos públicos y congresos nacionales o internacionales, o en misiones especiales que el presidente le encomiende.

En otros escenarios del mundo donde la tradición tiene una fuerza moral reconocida, muchos se habrían atrevido a sugerir que sea eliminado el cargo vicepresidencial, ante la inutilidad de sus funciones. En otras latitudes, es inaceptable que alguien sea electo para no hacer nada. Hagamos algo para cambiar las cosas.

La población espera que los futuros foros contribuyan a conocer los programas de gobierno ‒en caso de que existan‒, y a trazar objetivos nacionales para rescatar al Estado de la corrupción y el abierto entreguismo. Una audiencia seria, audaz y perspicaz apuesta por debates con contenidos, que no estén bajitos de sal.

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