Por Marco A. Gandásegui, hijo,
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
La “guerra contra las drogas”, política nefasta de los gobiernos panameños desde la década de 1980, aparentemente ha disminuido. Ha disminuido en apariencia, pero no tanto en la realidad. Las comunidades siguen siendo infestadas por los traficantes y sus pandillas, las cárceles están desbordadas de jóvenes privados de libertad, la corrupción entre funcionarios es habitual y las muertes son cotidianas. Los medios de comunicación han bajado el tono y las noticias sobre hechos relacionados con las drogas y la violencia han dejado de ser el alimento favorito que devoran los periódicos y canales de televisión.
A pesar de esta creciente indiferencia frente al problema de las drogas, los gobiernos –y el actual no es una excepción– siguen comprando armas en EEUU para el Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT) y para el Servicio Nacional Aeronaval (SENAN). También siguen encarcelando a jóvenes que consumen “crack” u otros derivados de la cocaína. Quizás este es el momento más oportuno para repensar el problema y establecer políticas que realmente pongan fin a la destrucción de las comunidades, a la desintegración de familias y la tragedia de tantas vidas de adolescentes y jóvenes truncadas por la droga.
Las autoridades que diseñan las políticas públicas tienen que estudiar los cambios que se están dando, especialmente en el contexto de nuestra relación con EEUU. Este país consume el 50 por ciento de las drogas en el mundo. Desarrolló en el siglo pasado una política de ‘guerra contra las drogas’ que posteriormente fue imitada por Panamá, a instancias del poderoso vecino del norte. La situación en EEUU ha cambiado de manera significativa en los últimos cuatro lustros. Todavía EEUU es el país con el mayor número de jóvenes privados de libertad en el mundo. La gran mayoría por delitos relacionados con el consumo de drogas. Igual que en Panamá, la desintegración de comunidades y familias sigue siendo el resultado de la “guerra contra las drogas”.
Pero hay diferencias muy importantes que hay que tener en cuenta. En EEUU la sobredosis de drogas es actualmente la principal causa de muerte entre los norteamericanos menores de 50 años de edad. El consumo de opioides se ha convertido en la droga más popular y mortal. Para poner las cifras en perspectiva, las muertes por consumo de opioides ya superan lo alcanzado por accidentes de auto de 1972, las muertes por SIDA de 1995 y las muertes con armas de fuego de 1993. Las víctimas de los opioides en los últimos diez años superan con creces las víctimas militares de EEUU en la guerra contra Vietnam.
A lo largo y ancho de EEUU, los condados y estados han iniciado demandas judiciales para responsabilizar a las empresas farmacéuticas por la crisis de salud pública. Según la Escuela Heller para Políticas y Gestión Social de la Universidad de Brandeis, “EEUU está en medio de la peor epidemia de adicción de la historia”.
El viceministro de Justicia de EEUU, Rod Rosenstein, declaró hace poco que “la gente se está muriendo de sobredosis de drogas en números antes inimaginables. El incremento es horrible. Hay quienes dicen que el gobierno debe ser más permisivo, más tolerante y más comprensivo con los adictos. Creo que debemos ser más honestos y compartir con el pueblo norteamericano el peligro que enfrentamos en la actualidad”.
Hay otra gran diferencia en la epidemia actual en EEUU con la de fines del siglo XX. Según la Universidad de Brandeis, la epidemia de la heroína y de la cocaína afectó, en gran parte, a la población pobre y vulnerable. La política para tratar la enfermedad era la represión y la cárcel. Sin embargo, en la actualidad, “la epidemia de los opioides afecta sobre todo a la población de clase media, acomodada y con altos ingresos. La respuesta ahora es muy distinta. Incluso los políticos republicanos están diciendo que el problema no puede ser solucionado arrestando a los adictos. Hay que buscarles tratamiento médico. Estas reacciones no se escuchaban en las últimas décadas del siglo pasado”.
Aunque la realidad cambia y los estudiosos del problema están pidiendo acciones para enfrentar la epidemia de la droga en EEUU, el presidente Trump está tratando de pasar por el Congreso una ley que reduciría los fondos para poner fin a la epidemia. En Panamá todavía no existe el problema de los opioides. Sin embargo, urge buscar una solución realista para erradicar la epidemia del “crack”.