Corrupción y falta de rumbo en Costa Rica

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Mauricio Ramírez Núñez

Corrupción y falta de rumbo en Costa Rica

Mauricio Ramírez Núñez
Analista Internacional
Especial para Bayano digital

La corrupción en la función pública es como la ignorancia en la vida; madre de todos los males. Esto es algo que trasciende ideologías políticas y colores partidarios, la corrupción está anclada meramente a la ética de la persona y aquello a lo que le da prioridad o valor en su vida. Por ello debemos superar aquellos esquemas ideológicos que nos dicen “se es corrupto por ser socialista o liberal”, en realidad, se es corrupto por ambición, egoísmo, poder y demás pasiones oscuras e individuales propias de la naturaleza humana, más no por esto, se puede justificar o legitimar cualquier acto de verdadera barbarie en esta dirección.

Lo acontecido en Costa Rica el pasado 14 de junio, con el mega operativo para desmantelar una organización criminal de corrupción que incluía a empresas privadas y funcionarios públicos, es en primer lugar, algo que debe avergonzarnos como país, y, en segundo término, una falta de respeto para con el pueblo costarricense, su institucionalidad y su democracia histórica y estable. Según diversos medios de comunicación, hay rastros de malversación hasta por 78 mil millones de colones, en lo correspondiente a contratos y alianzas público-privadas para la construcción de obra pública e infraestructura vial, lo cual, de ser real, sería el peor escándalo de corrupción en los 200 años de vida independiente que tenemos como nación.

Entre los 57 allanamientos y más de 30 arrestos realizados por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) encargado de llevar a cabo el operativo, se encuentran altos directivos de reconocidas empresas constructoras, así como altos funcionarios del gobierno de la República actual, entre ellos, uno de los asesores del presidente Carlos Alvarado, quién ayer mismo presentó su renuncia irrevocable para ponerse a las órdenes del Ministerio Público y la ley. Las reacciones de todos los sectores no se han hecho esperar, pero sin duda, la indignación popular no puede ser peor, precisamente en medio de un año de campaña electoral, con una situación social y económica compleja por la pandemia y un gobierno que nunca tuvo una hoja de ruta clara ni la capacidad para liderar y tomar decisiones.

Es común que las élites gobernantes, especialmente las que representan la política tradicional llamen “populistas” a quienes critican con fuerza y plantean propuestas radicales a los países que atraviesan crisis profundas como Costa Rica, no en vano son los resultados de las últimas elecciones en varios países vecinos, no obstante, lo que sí es verdad, es que grandes empresas y políticos costarricenses han demostrando que no les importa la democracia, el bien vivir, el ambiente, la corrupción y mucho menos la pobreza de su país, solo su ambición de querer más y más a costa de lo que sea.

La indolencia de nuestra clase política frente a las profundas dificultades que arrastra Costa Rica hace años, es equivalente a saber que tenemos una gran fuga de agua en la tubería, pero no hacemos nada para solucionarla, solo diagnosticarla, criticarla para que los demás vean que somos conscientes de ella, pero hasta ahí. ¿Cómo verán lo acontecido nuestro pueblo y cuál será su confianza en nuestra democracia en estos momentos? Estamos ante un terremoto político de proporciones aún no medibles, algo así como abrir la caja de Pandora.

Las personas han perdido la confianza en la institucionalidad, los políticos y, por ende, sus certezas sobre lo vital de una democracia fuerte empiezan a verse socavadas ante actos como estos; la falta de empleo, la agudización de las desigualdades económicas y las nuevas brechas socio-digitales de la época dejan en entredicho los discursos políticamente correctos y equilibrados. El daño de una situación así no es a un partido político o a una figura en específico, es un daño a toda Costa Rica, esto no beneficia a unos y perjudica a otros, esto es un menoscabo a la moral nacional, al ser costarricense, a nosotros mismos como nación.

Debemos reflexionar profundamente sobre situaciones como estas para pasar la página y seguir con fuerza construyendo un camino diferente, no podemos quedarnos ahí en la negación y la crítica solamente, nos corresponde dar la lucha, ser fuertes y levantarnos. Sabemos por lo que se debe luchar, pequeños grupos públicos o privados, malos patriotas y egoístas sin escrúpulos que solo piensan en acumular riqueza, como si se la fueran a llevar cuando partan de este mundo, no pueden hacer que se pierda la visión y la ilusión de una Costa Rica más solidaria, justa y equilibrada.

Hay que poner “la bola al centro” y ser tajantes; para que haya corrupción siempre se necesita de dos partes por igual, argumentar, como lo hacen muchos con luz corta o intereses de otro tipo, que los empleados públicos son los “malos” en este desastre país porque son los que dijeron defender la cosa pública y no lo hicieron, es tan absurdo, como decir que la mujer tiene que lavar los platos porque es mujer. La cosa pública es cosa de todas las personas, tanto en lo público como lo privado hay deber ético y legal de cuidar el espacio común de todas y todos, sino entendemos que se necesitan de ambos para hacer que las cosas avancen bien y seguimos satanizando a unos y otros, solo estaremos alimentado odios innecesarios y abriendo espacio para extremismos políticos que podemos saber cómo inician, pero no cómo terminan.

Se necesita de todo un poco, pero el pueblo quiere ver caras nuevas en quien confiar a la par de personas mayores con mucha experiencia, capacidad demostrada y liderazgo real que tomen decisiones y sean guía de los jóvenes. Cuando en un país la confianza desaparece y se quiebra el tejido social, nos hemos quedado sin pacto que nos una como sociedad y es imprescindible empezar a aprender a caminar nuevamente como país, teniendo claro que habitamos un solo territorio, compartimos vida y nunca será diferente.

El camino del conflicto y la división no conlleva a nada más que al caos y la desintegración, por esta razón, exhorto a todos los partidos políticos de Costa Rica, para que abran sus espacios a gente desconocida, joven pero muy bien preparada y con altas capacidades para la política bien probadas, que las personas de experiencia los acompañen, pero no sean los que le impongan puntos de vistas, que sea un proceso real de “ecología de saberes”, donde se construya realmente desde lo plural y la multiplicidad de perspectivas en torno a los cientos de temas y retos que enfrenta el país, es momento de unión, trabajo duro, lucha contra la corrupción y defensa de nuestro Estado Social de Derecho que tanto nos ha dado y tanto tiene que darnos en el futuro.

 

 

 

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