Consumismo invade a los panameños

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El consumismo genera ansiedad en los compradores. (Foto API).

Consumismo invade a los panameños

  •  Haría falta un exorcismo par arrancar del corazón de los panameños la cultura del consumismo y hacerlos reflexionar sobre el hecho de que mientras muchos mueren de hambre, a causa de las carencias, otros mueren de indigestión debido a la gula y los excesos del consumo.

Redacción de Bayano

La población panameña se vuelve cada vez más vulnerable al consumismo: la acumulación, compra o consumo exagerado de bienes y servicios que no son esenciales para la vida. Una de las razones para que ello ocurra, es el bombardeo constante de anuncios con ofertas para la adquisición de bienes y servicios, y la disponibilidad de dinero para satisfacer esa demanda creada.

De hecho, el consumismo inicia su desarrollo y crecimiento en el Siglo XX, como consecuencia directa del capitalismo y la aparición de la mercadotecnia o publicidad. La economía dolarizada de Panamá hizo a la población presa de ofertas de préstamos personales, “clubes de mercancías”, baratillos y el uso frecuente de tarjetas de crédito que aumentan el endeudamiento personal.

Esas campañas consiguieron que los consumidores adopten la costumbre de comprar arbolitos extranjeros y decoren sus hogares con nieve sintética. Para hacer más aceptable el sistema, los comerciantes han inducido a los compradores a adquirir productos y hacer regalos, como lo hace la figura ficticia de Santa Claus, un ser regordete y rarísimo inventado por las compañías embotelladoras de refrescos. No basta con hacer compras personales, sino participar en intercambios de reglados y ser parte de una “blanca Navidad”.

Las autoridades reguladoras del comercio hace mucho definieron el lado que les conviene: el mundo de los negocios. Las quejas de los consumidores afectados por la adquisición de productos defectuosos o de baja calidad son ventiladas con un leseferismo espantoso que conduce a proponer “arreglos amigables” entre las partes, en vez de ventilarlas como estafas o ventas de mala fe, cuando la cuantía de la compra no supera los B./1.000.

En diciembre, el período del año en el que se percibe con mayor intensidad el consumismo, aumenta la ansiedad de los compradores que perciben bonificaciones navideñas, décimo tercer mes y fondos provenientes de cuenta de ahorro bancario. El detonante de esa tendencia, es el deseo compulsivo provocado por la supuesta disponibilidad de artículos reducidos de precio, como ocurre con el engañoso “Black Friday”, en el que se juntan mercancía dañadas, reparadas y almacenadas durante largo tiempo.

Un informe de la Superintendencia de Bancos (SIB) revela que la deuda en tarjetas de crédito en Panamá ascendía a 1.446 millones de dólares a marzo de este año. Esa cifra supone un aumento de 46 millones, respecto a la deuda de 1.400 millones de dólares registrada en diciembre de 2014. El resultado es una muestra del consumismo.

Sin embargo, un modelo así, no puede existir en forma indefinida, sin encontrar reacciones y resistencia de parte de quienes reconocen la falta de sostenibilidad de los mecanismos que generar inequidad y despilfarro. Una de las voces críticas provino del Vaticano. El Papa Francisco dijo ante una multitud, en su reciente viaje Bolivia, que hay que seguir el ejemplo de Jesús, quien multiplicó los panes para dar de comer a los hambrientos.

El sumo pontífice advirtió que “frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: no nos dan los números, no nos cierran las cuentas… (y) la desesperación termina ganándonos el corazón”. Añadió que “en un corazón desesperado, es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable (…)”.

En Alusión directa al consumismo, que genera una acelerada destrucción de los recursos naturales, el Papa destacó que “no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento”, al ser vendida un engañosa imagen de felicidad para alguien que es empujado a adquirir bienes suntuarios.

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