Con la bandera nacional pisoteada, los panameños tienen un único camino: la refundación del Estado

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Policía pisotea la bandera panameña y la lanza al tinaco.

Por David Carrasco
Director de Bayano digital

Las imágenes en las que un agente de la Policía Nacional pisotea y lanza al cesto de la basura la bandera panameña, tras una protesta antiminera, han llenado de oprobio, indignación y furia incontenible a varias generaciones que lucharon contra el enclave de Estados Unidos en la Zona del Canal de Panamá.

El emblema tricolor fue enarbolado por las manos de jóvenes patriotas en las gestas nacionalistas en diciembre de 1947, mayo de 1958 y enero de 1964, incluso en el inicio de la sangrienta invasión estadounidense a este país en diciembre de 1989, que desarticuló a la Fuerzas de Defensa de Panamá.

Sin embargo, en un despliegue de desprecio a las hermosas tradiciones soberanas, un policía carente de escrúpulos hace alarde de prepotencia para denigrar el legado de los mártires y retar a las nuevas generaciones que intentar defender la dignidad de la amenaza multinacional minera.

Para explicar esa conducta irreverente, hay que entender que en años recientes muchas unidades policiales han sido instruidas por agentes israelíes y estadounidenses, y de cuerpos del ejército colombiano vinculados al crimen contra líderes de organizaciones sociales. Tampoco debe olvidarse que el odio a las reivindicaciones nacionales era parte de la cartilla de la Escuela de las Américas, que fue operada en la abolida Zona del Canal.

¡Qué bien le habría servido a los reclutas y cadetes panameños estudiar la vida del general Omar Torrijos, quien enarboló la bandera tricolor en la base de Río Hato, en 1970, antes de conducir a los destacamentos juveniles en la recuperación del territorio canalero de 1.432 kilómetros cuadrados, conculcado por bases extranjeras ofensivas y sus llamados sitios de defensa.

El ultraje a la bandera panameña difiere de otros momentos espectaculares de la Historia, como aquel instante en que Juan Escutia, uno de los ”Niños Héroes” de Chapultepec, quien tomó la bandera de México, se envolvió en ella y con gran valentía se arrojó al vacío, cayendo entre las rocas, para evitar que el pabellón mexicano terminase en poder de los estadounidenses.

Sinceramente, causa gran malestar el hecho de que mientras la embajadora de Estados Unidos en Panamá, Mari Carmen Aponte, se frotaba las manos y sonreía maliciosamente, tras la firma del leonino contrato ley sobre minería, un policía azotaba la enseña nacional en las calles. En cualquier país serio del mundo, un acto infame de ese tipo habría desembocado en un juicio sumario o en la degradación deshonrosa frente a la tropa.

La legislación vigente prohíbe quemar en público o tratar en forma irrespetuosa o irreverente banderas de cualquier clase o material, como burla o en señal de protesta, al igual que las banderas de otras naciones y de organizaciones internacionales reconocidas por la República de Panamá. Sin embargo, algunos uniformados se sienten más atraídos por estandartes y estrellas foráneas, en vez de proteger el pabellón que cubrió su cuna al nacer.

Todo lo ocurrido hasta ahora, demuestra que es necesario avanzar hacia la refundación del Estado, en procura de la unidad orgánica para impedir el despojo y la entrega de la soberanía de este país a las potencias neocoloniales.

Tal vez, parezca una paradoja, pero la Fuerza Pública de Panamá necesita contar con oficiales capaces de resistir una transfusión de la sangre del caudillo Victoriano Lorenzo, el general indígena que algunos aún ven montado sobre un caballo de cristal, recorriendo los campos empobrecidos.

En medio de críticas al ultraje, otros preguntan dónde están los Tomasitos y los integrantes de la academia de suboficiales Benjamín Ruiz, quienes juraron recoger la bandera portada por el general Torrijos, para darle un beso y seguir adelante con honor, disciplina y dignidad antimperialista.

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