Por Juan Carlos Mas C.
Occidente, dirigido por los Estados Unidos, se resquebraja en lo interno presenciando la formación de dos subbloques occidentales: el acaudillado por los Estados Unidos o angloesfera y el continental europeo dirigido desde Bruselas, Paris y Berlín.
Frente a Occidente se destacan dos grandes potencias: China, que lo enfrenta en lo económico, y Rusia, que asume la principal responsabilidad contentiva en el plano político-militar; después podemos enumerar las adhesiones a esos bloques, pero no es el caso de este escrito. Nos proponemos repasar los antecedentes.
Después de derrotar a los caballeros teutónicos durante la Rusia de Nóvgorod, de contener a los polacos-lituanos y de zafarse del dominio tártaro-mongol, Rusia llegó al momento en que, con Pedro el Grande, contuvo al expansionismo sueco en la batalla de Poltava; luego con Catalina la Grande expulsó a los turcos de las lindes del Mar Negro.
A partir de ese momento Rusia no volvió a experimentar vasallaje sobre su territorio, lo que quedó evidenciado en la contención y derrota de Napoleón en 1812 y muy posteriormente con la derrota hitleriana. A partir de Pedro el Grande, las banderas de Rusia siempre ondearon en el exterior de su territorio.
Napoleón significó un doble problema para Europa: el militar y el político. No pretenderemos aquí ser exhaustivos en el tratamiento del tema, pero señalaremos que, mientras la revolución francesa se mantuvo en el tramo histórico del pre Termidor, las tropas francesas llevaban con sus estandartes las ideas revolucionarias y antifeudales a todos los pueblos de Europa, pero cuando Napoleón impuso su poder unipersonal, sus tropas llevaban el contenido de clase de la naciente burguesía francesa, revolucionaria en su visión de la organización social en ese entonces, pero traía consigo el mensaje de la negación del contenido histórico de la conformación de las identidades nacionales, tema que prevalece hoy en día cuando el imperialismo globalista quiere hacer tabla rasa de la identidad nacional y las salvaguardas locales del patrimonio ambiental.
La iniciativa antibonapartista llevó victoriosamente al ejército ruso a la batalla de Leipzig, comandando la unidad de las naciones europeas contra Napoleón y expresándose en la VI coalición anti- napoleónica de naciones. En el fondo, tal coalición, si bien era alimentada por la resistencia de los antiguos feudales, también era nutrida por la resistencia de los pueblos a diluir sus identidades.
Así fue Rusia la que comandó la expulsión de las tropas de Bonaparte del área al este del Rin. De esta forma, en 1814, llegó el momento en que las tropas de la coalición ingresaron al territorio francés, poniendo fin a un periodo de 400 años en que el territorio francés no recibía visitas de invasores extranjeros. Fue al ejército ruso que le cupo la responsabilidad de comandar la invasión del territorio francés después de múltiples y desesperadas pequeñas batallas en o que se llamó la Campaña de Francia, en la cuales Napoleón hizo gala del genio militar aun duradero en su iniciativa, logrando el ejército ruso comandado por el propio zar Alejandro I dar fin a la batalla de París, que terminó con la capitulación de los mariscales y generales de Napoleón, pese a la renuencia de este, pero que culminó en la abdicación del mismo. Las banderas de Rusia habían salido orgullosas de su territorio y no regresarían doblegadas jamás.
Mientras el ejército ruso lideraba la alianza antibonapartista asegurando la existencia de los estados europeos engullidos por el imperio francés, en el Mediterráneo se estrenaban las tropas navales estadounidenses sometiendo a fuego a las cuatro naciones árabes del norte de África conocidas como la Berbería, para que no osaran cobrar impuestos a los barcos extranjeros que navegaban por sus costas. Aquella guerra contra los berberiscos se extendió en dos etapas desde 1801 hasta 1815. Los estadounidenses la justificaron dándole el calificativo de piratas a las naciones norafricanas, pero sabemos que en toda guerra la justificación es el apelativo que se le pone al adversario.
Casi simultáneamente, en Sudamérica, la presencia de los Estados Unidos se inició con la adopción de la política de suministrar armas a los españoles en lucha contra Bolívar, buscando que esas repúblicas hispanoamericanas no fueran fuertes hasta que Estados Unidos tuviera la fuerza y capacidad de engullirlas.
Un año después de la revolución de 1917, Estados Unidos propicio la invasión de Rusia de la mano de los llamados rusos blancos, más tropas de Francia, Inglaterra y Japón, creando el escenario de la Guerra Civil.
Después del triunfo de la Revolución de Octubre, las banderas de Rusia salieron del territorio solo cuando las tropas polacas alentadas por los franceses entraron en territorio ruso para tratar de recomponer las fronteras del antiguo reino polaco-lituano y hacer abrevar a su caballería en el Dniéper. Ellos fueron rechazados y el contrataque ruso llegó hasta las afueras de Varsovia en agosto de 1920.
En aquellos tiempos, se produjo una alarma internacional ya que la revolución espartaquista en Alemania se había producido en enero de 1919 y aunque fue ahogada en sangre por una coalición entre militaristas prusianos y traidores socialdemócratas acaudillados por Friedich Ebert, el temor era que el bolchevismo llegado a las puertas de Varsovia pudiera pasar a través de Alemania hasta llegar a Paris. Por ello, la reacción francesa alarmada mandó tropas de socorro a Polonia bajo el mando del general Weygand, que lograron levantar el cerco de Varsovia.
Hemos tratado de exponer que ya sea bajo el Imperio zarista, bajo el régimen soviético, o bajo la actual administración democrática, la contención de Rusia siempre ha sido objeto de desvelo para Occidente, más allá de las consideraciones político-ideológicas acerca de la naturaleza y forma del Estado Ruso.
En la actualidad, algo se ha hablado del plan Manhattan de Estados Unidos para borrar a Moscú del mapa. Sobre ese tema, el investigador canadiense Michel Chossudovsky lo expone señalando que el plan no era sólo destruir Moscú, sino que pretendía destruir las 66 principales ciudades de la URSS para borrarla del mapa, no sólo como organización estatal, sino como sociedad, limpiando el territorio de rusos para posibilitar su reparto y colonización, ni más ni menos que lo que había pensado Hitler.
Refiere el autor citado, que un documento secreto fechado el 15 de septiembre de 1945, el Pentágono había previsto volar la Unión Soviética con un ataque nuclear, coordinado y dirigido contra las principales áreas urbanas. Todas las ciudades principales de la Unión Soviética se incluyeron en la lista de 66 objetivos “estratégicos”. Las tablas elaboradas clasificaban cada ciudad en términos de área en millas cuadradas y la cantidad correspondiente de bombas atómicas necesarias para aniquilar y matar a los habitantes de áreas urbanas seleccionadas. El Pentágono estimó que se necesitarían un total de 204 bombas atómicas para “borrar a la Unión Soviética del mapa”. Los objetivos para un ataque nuclear consistían en sesenta y seis ciudades principales. Se calcularon seis bombas atómicas para destruir cada una de las ciudades más grandes, incluidas Moscú, Leningrado, Tashkent, Kiev, Kharkov y Odessa. Para llevar a cabo esta operación, el número “óptimo” de bombas requeridas era del orden de 466.
El plan secreto, fechado dos semanas después de la rendición de Japón, había sido formulado en un período anterior, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, en un momento en que Estados Unidos y la Unión Soviética eran aliados cercanos. El documento que delinea esta diabólica agenda militar fue lanzado en septiembre de 1945, apenas un mes después del bombardeo de Hiroshima y dos años antes del comienzo de la Guerra Fría (1947). No debe olvidarse que, a finales de 1944, ya próxima a su fin la guerra, altos comisionados estadounidenses encabezados por Allan Dulles, sostenían reuniones en Suiza con altos oficiales nazis para acordar la rendición de Alemania en el oeste y recibir al mismo tiempo de manos de los Aliados occidentales las armas y pertrechos para proseguir la lucha el este contra la Unión Soviética
¿Fueron los ataques de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 utilizados por el Pentágono para evaluar la factibilidad de un ataque mucho más grande a la Unión Soviética, el cual consistiría en más de 204 bombas atómicas? Después de aquella contingencia disipada por la diplomacia y la inteligencia soviética, el mundo estuvo nuevamente al borde de la guerra cuando la crisis de octubre en Cuba. Luego de ello, hubo una etapa de “detente” o coexistencia pacífica en lo global, mientras seguía el enfrentamiento en el nivel regional y local (recordar Guatemala, Vietnam).
La detente global se perfeccionó en la década de los 70 con los tratados IBM. Más tarde, con Reagan y Alexander Haig se reflota el plan de disolver a la URSS y a la misma Rusia iniciando la política de erosión de la paz que culmina en la situación presente.
Rusia sobrevivió a la política disoluta postsoviética y empezó su nuevo fortalecimiento, para impedirlo se lanzaron enjambres terroristas contra el Cáucaso y se reavivó el plan concebido por el establishment estadounidense de balcanizar a la propia Rusia, disolviendo los nexos internos de sus poblaciones mediante reivindicaciones separatistas.
Por lo anterior, se colige que la elite política rusa comprendió la necesidad del refortalecimiento del Estado Ruso y de exterminar a los terroristas dondequiera que se escondan. Combatir y liquidar al terrorismo, por eso está Rusia en Siria, por eso gana la guerra y contiene diplomáticamente la ofensiva neoglobalista. Por ello, está Rusia en Latinoamérica y el mundo.