Ejecuciones extrajudiciales. En las fosas comunes se encontraron gente ejecutadas con un tiro en la nuca.

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    Jaime Flores

    Discurso pronunciado por el profesor Jaime Flores Cedeño en el Foro sobre el Análisis del Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, relativo a la invasión a Panamá del 20 de diciembre de 1989, llevado a cabo el día 12 de diciembre de 2018, en el Salón Azul de la Asamblea Nacional

    Por Jaime Flores
    Historiador y Abogado

    La invasión de los Estados Unidos a Panamá puede exponerse desde distintos enfoques, ya sea sociológico, militar, periodístico, psicológico, social, político, económico e internacional. En nuestro caso trataremos el tema desde un enfoque histórico, iniciamos señalando que:

    La Invasión de los Estados Unidos a Panamá, llevada a cabo un 20 de diciembre de 1989 bajo la administración del Presidente George Bush, hace exactamente 29 años, representa la última incursión armada estadounidense contra nuestro país en el siglo XX y constituye uno de los actos más deplorables vividos por los panameños, que causó cientos de heridos y víctimas fatales, aparte de la destrucción de viviendas populares, como fue el caso de barrio mártir del Chorrillo y el saqueo generalizado por la falta de dispositivos de seguridad.

    Esta incursión desproporcionada e innecesaria violó flagrantemente Convenios, Tratados y Acuerdos Internacionales, en materia de  soberanía, libertad, autodeterminación, circulación, protección a la vida y humanidad en general.

    Incidente de la Tajada de Sandía (1856), primera victoria armada en Latinoamérica contra el águila imperial.

    No era la primera vez que esa nación agredía a nuestro país, ya en el siglo XIX, el Istmo había experimentado la embestida estadounidense con el Incidente de la Tajada de Sandía (1856), catalogado por el doctor Justo Arosemena, como: “una provocación y uno de los tantos abusos para exigir reclamaciones absurdas que amenazan nuestra soberanía”. En este incidente fallecieron 16 estadounidenses y dos panameños, lo que representó la primera victoria armada en Latinoamérica contra el águila imperial y constituyó un ejemplo de lucha y valor que fue recogido por la historiografía nacional e internacional en las décadas subsiguientes.

    Los Estados Unidos desde aquel entonces, veían al Istmo de Panamá, como parte de su política geo- estratégica de dominación en América Latina, por ello, se apresuraron a firmar en 1846 el Tratado Mallarino- Bidlack, con Colombia, que le permitía el libre tránsito de sus ciudadanos y ejércitos por nuestra franja territorial.

    Por ello fue, que, durante el siglo XIX, cada vez, que en Panamá había una sublevación armada el gobierno de Colombia convocaba a las tropas norteamericanas, las cuales invadían el Istmo para sofocar a las multitudes ansiosas de libertad.

    Instalación en nuestro país de una colonia estadounidense que se denominó Zona del Canal

    Ese interés de los Estados Unidos por dominar Panamá no cesó en el siglo XX. Esto se evidenció luego del acto independentista de 1903, cuando los Estados Unidos en contubernio con la oligarquía liberal y conservadora, firmaron el nefasto Tratado Hay. Bunau- Varilla, que permitió la instalación en nuestro país de una colonia estadounidense que se denominó Zona del Canal, con soldados, leyes y jurisdicciones de ese país.

    Esta Zona del Canal lesionaba el principio de soberanía territorial que debe poseer toda Nación y se convirtió en una afrenta contra la nacionalidad panameña, por su sentido elitista, segregacionista y represivo que se implementaba contra los panameños, tal como se evidenció en la década del cuarenta con León Lester Greaves, condenado injustamente a 50 años en la cárcel de Gamboa y cuyo drama fue inmortalizado por Joaquín Beleño en su famosa novela Gamboa Road Gang.

    Los Estados Unidos actuaron como protectores del poder presidencial oligárquico para reprimir a la población por medio de las balas.

    En las primeras décadas de la república los Estados Unidos actuaron como protectores del poder presidencial oligárquico, quienes cada vez, veían tambalear su dominio político o económico llamaban a las tropas estadounidenses para reprimir a la población por medio de las balas.

    Ejemplo de lo citado, se dio en el marco de la Huelga Inquilinaria de 1925, donde el gobierno de ese entonces pidió la intervención armada. Jorge Turner, uno de los mayores estudiosos de la historia sindical en Panamá, detalló en su obra: “Raíz, historia y perspectiva del movimiento obrero panameño”, que con esta huelga: “Se llegó a paralizar las dos ciudades terminales del Canal, Panamá y Colón, y, alarmado el Presidente de aquel entonces, Rodolfo Chiari, pidió la intervención estadounidense. Las tropas norteamericanas entraron a Panamá y sofocaron la lucha. Decía Turner, “Que con esta huelga surgen los primeros mártires obreros de la etapa republicana”.

    Ese sentimiento patriótico se fortaleció en la década siguiente, con la fundación de los partidos comunistas y socialistas, cuyas bases de apoyo estaban en los sectores indígenas, campesinos y obreros del país, siendo poseedores a su vez, de una elevada conciencia nacionalista y anti imperialista.

    La fundación de la Universidad de Panamá en 1935, jugó un papel fundamental en este proceso de cimentación de la conciencia nacional, por medio de la formación que dictaban docentes de la talla de: Jeptha B. Duncan, José Dolores Moscote, Octavio Méndez Pereira, Rafael Moscote y Felipe Juan Escobar, por mencionar solo algunos.

    En la década del 40, en medio del fragor de la segunda guerra mundial se erigieron agrupaciones estudiantiles y movimientos populares como: la Federación de Estudiantes de Panamá, el Frente Patriótico de la Juventud, el Partido del Pueblo, el Magisterio Panameño Unido y gremios sindicales, con elevado espíritu nacionalista.

    Entre algunos de los jóvenes patriotas de esa generación que se distinguieron por su valentía y firmeza fueron: David Acosta, Manuel Solís Palma, Carlos Iván Zúñiga, Jorge Illueca, Eloy Benedetti, Federico Velázquez, Rubén Darío Sousa, Rómulo Escobar Bethancourt, Rodrigo Molina, Álvaro Menéndez Franco, Carlos Calzadilla, Marta Matamoros, Juan Materno Vásquez, Diógenes Cedeño Cenci, Secundino Torres Gudiño, Cleto Souza, Enrique Karlsson y Moisés Pianeta.

    El rechazo del Tratado Filos-Hines fue la primera victoria mundial geo estratégica del movimiento popular contra los intereses de los Estados Unidos en postguerra. 

    Estas organizaciones fueron trascendentales en la lucha por las reivindicaciones sociales y patrióticas. Su actuar se vio con mayor lucidez con las manifestaciones iniciada un día como hoy del año 1947, en contra de la firma del Convenio Filós- Hines, el cual pretendía prorrogar más de cien bases militares estadounidenses instaladas durante la segunda guerra mundial a lo largo del territorio nacional. Esta fue la primera victoria mundial geo estratégica del movimiento popular contra los intereses de los Estados Unidos en postguerra. En esta lucha cae herido el estudiante institutor Sebastián Tapia, quien fue proclamado como héroe Latinoamericano por las asociaciones estudiantiles del continente.

    El mensaje del 9 de enero de 1964: no aceptábamos la colonia en la Zona del Canal

    El espíritu nacionalista de los panameños que se fortalecía en cada una de estas gestas tuvo momentos cumbres con la Operación Soberanía a finales de los años cincuenta, al igual que con la Gloriosa Gesta del 9 de enero de 1964, donde cayeron producto de las balas una veintena de panameños a manos del ejército estadounidense, lo que generó el rompimiento de relaciones internacionales con los Estados Unidos.

    El mensaje que nuestro país le mandó al mundo con esta gesta, fue que no aceptábamos la colonia en la Zona del Canal y que se estaba dispuesto a ofrecer hasta la vida por defender la dignidad de la Patria.

    La lucha y el patriotismo del pueblo panameño fue retomada en la década de los setenta por el General Omar Torrijos Herrera

    Esta trayectoria ejemplarizante de lucha y patriotismo del pueblo panameño fue retomada en la década de los setenta por el General Omar Torrijos Herrera, quien con el apoyo de toda una nación y el respaldo internacional logró la firma de los Tratados Torrijos- Carter en 1977, que pusieron fecha final al enclave colonial de los Estados Unidos en la Zona del Canal.

    Doce años después de la firma de los Tratados, los Estados Unidos llevaron a cabo la invasión hacia nuestro país un 20 de diciembre de 1989.

    Al margen de las consideraciones políticas que se pueden tener sobre lo ocurrido en el último quinquenio de esa década, que no es el tema que vamos a tratar en esta ocasión, lo que resulta innegable, es, que la invasión constituyó un acto cruel, despiadado y unilateral de agresión armada contra nuestra nación que violó como mencionamos antes, tratados, convenios y normas del derecho internacional humanitario, que serán explicadas en detalle por el próximo expositor.

    Como suele suceder con toda invasión, esta se dio con el apoyo de algunos sectores civiles vende patrias que salieron a recibir a las tropas como héroes mientras los muertos panameños yacían en las salas de urgencia del hospital Santo Tomás y otros esperaban ser recogidos de las calles y avenidas del país. Incluso muchos de estos sectores civilistas llegaron a plantear la idea de que el 20 de diciembre se declara como Día de la Liberación Nacional.

    “Una vez más la diplomacia de las cañoneras se impuso por encima del derecho de un pueblo a resolver soberanamente sus conflictos domésticos”.

    Al calor de estos hechos, y contrario a la actitud antipatriótica de algunos panameños, que insistían en ver a los invasores como salvadores, el senador de California Don Edward, se pronunció sobre lo que estaba aconteciendo alegando que: “Una vez más la diplomacia de las cañoneras se impuso por encima del derecho de un pueblo a resolver soberanamente sus conflictos domésticos y anuló, de manera unilateral y prepotente, las iniciativas y esfuerzos de otras naciones y organismos internacionales que buscaban ayudar a resolver la crisis panameña, respetando rigurosamente, y como es debido, los principios de soberanía y autodeterminación de ese país hermano”.

    Este ataque cobarde, desmedido y genocida, ejecutado a la sombra de la noche y cuando los panameños tenían casi listos sus preparativos de navidad se ejecutó con armas de última tecnología descritas por Ricaurte Soler en su libro sobre la Invasión a Panamá.

    Decía este intelectual, que se estrenaron los aviones cazas F 117 A, llamado el avión invisible, porque era imperceptible a los radares, se pusieron en función nuevos helicópteros apaches con un valor de 14 millones de dólares, pero a pesar de toda su tecnología uno fue alcanzado y derribado por un combatiente en las inmediaciones de la huerta Sandoval. Se utilizaron también nuevos cascos y chalecos a prueba de balas y modernos vehículos Hummer, que demostraron velocidad, movilidad y resistencia”.

    La invasión a Panamá fue el más grande traslado aéreo de soldados desde la guerra de Vietnam.

    Todo este equipo iba acompañado con algo más de 26 mil soldados, 19,000 que ya estaban en Panamá y 7,000 traídos desde 6 bases norteamericanas, siendo descrito por la revista Newsweek como el más grande traslado aéreo desde la guerra de Vietnam.

    El bombardeo provocó la destrucción de 3993 viviendas en el barrio del Chorrillo, dando un total de 2,400 familias damnificadas.

    Los profesores Néstor Porcell y Octavio Tapia en la obra: “Genocidio en Panamá”, indican que: “En las primeras horas hubo un bombardeo masivo que implicó el lanzamiento de 417 bombas según el control sismológico de la Universidad de Panamá, de estas 66 cayeron en los primeros cuatro minutos. Agregan que hubo bombas de 1000 y 2000 libras, por lo cual se logró detectar una especie de temblor de tierra con un grado de intensidad de .5 en la escala de Richter.

    Este bombardeo provocó conforme a cifras dadas a conocer por organismos internacionales, la destrucción de 3993 viviendas en el barrio del Chorrillo, dando un total de 2,400 familias damnificadas que fueron trasladadas a unos hangares inseguros, calurosos e insalubres en el área de Albrook, donde el hambre, la inseguridad y las enfermedades producto del hacinamiento fueron motivo de múltiples protestas por connotados dirigentes del Chorrillo.

    Debemos precisar, que estas familias del Chorrillo, todas de origen humilde, que incluían niños, mujeres y personas de la tercera edad, jamás recibieron una debida atención médica y sicológica, que les ayudase a aliviar el dolor por la pérdida de sus familias y hogares. Esta manifiesta desatención provocó según algunos sociólogos el aumento con el paso de los años de los índices de violencia en este sector, sin que hasta el presente exista un plan de salud destinado a esta importante población.

    Ejecuciones extrajudiciales. en las fosas comunes se encontraron gente acribillada por la espalda y ejecutadas con un tiro en la nuca.

    Este bombardeo trajo consigo como era de esperarse un elevado número de heridos y muertos, muchos enterrados y ajusticiados en fosas comunes ubicadas en cementerios de la ciudad de Panamá y de la Zona del Canal. Al momento de desenterrarse estas fosas se informó que se habían encontrado “gente masacrada, acribillada por la espalda, tiro en la nuca, gente esposada y personas enyesadas que habían recibido atención en el hospital, y luego fueron investigadas y asesinadas”.

    Todo esto se hizo en abierta violación del artículo 3 de la primera Convención de Ginebra que prohíbe las ejecuciones extrajudiciales y el artículo 16 del segundo convenio donde se estipula que los heridos y prisioneros de guerra deben tener la protección debida consagrada en el derecho de gentes.

    Muchos de estos prisioneros de guerra fueron enviados a campos de concentración, uno de estos en nuevo emperador, donde no se les daba mayor información a los familiares sobre su estado de salud y sin una acusación en firme. Allí los prisioneros eran objeto de maltrato físico y sicológico, al grado que eran amenazados hasta de muerte.

    Ante estos hechos y dentro del contexto internacional, debemos tener presente, que los Estados Unidos en su política expansionista e imperial tenían una larga estela de violaciones al derecho internacional en América Latina, como quedó evidenciado con el apoyo de incursiones a Cuba, en Bahía de Cochinos y las invasiones de República Dominicana en 1965 y Granada 1983, al igual que con la guerra de baja y media intensidad llevada a cabo en los años ochenta en Centroamérica

    Esta política intervencionista violaba acuerdos aprobados por la Naciones Unidas, como la Resolución 2131 de 1965, que dice literalmente que: “Ningún Estado tiene derecho de intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. Por lo tanto, no solamente la intervención armada, sino también cualesquiera otras formas de injerencia o de amenaza atentatoria de la personalidad del Estado, o de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen, están condenadas”.

    Con base a lo anterior, cualquier pretexto utilizado por los Estados Unidos para invadir Panamá, era totalmente nulo a la luz del derecho internacional. Los Estados Unidos en nuestro concepto no pretendían liberar a Panamá de ningún dictador, porque pudieron haberlo hecho, cuando lo tuvieron cerca en muchas ocasiones, incluso, con el fracasado golpe que quiso dar Giroldi, quien se quedó esperando el apoyo de los gringos, el cual nunca llegó.

    Además, los Estados Unidos, siempre habían sido promotores de dictadores sanguinarios en América Latina como fue el caso de: Rafael Leonidas Trujillo en República dominicana, Anastasio Somoza en Nicaragua, Augusto Pinochet en Chile, Alfredo Stroessner en Paraguay, Rafael Videla en Argentina y Castillo Armas en Guatemala por mencionar a algunos. ¿Entonces, bajo qué moral política decían que querían derrocar a un dictador?

    Lo que pretendían los Estados Unidos no era más, que destruir a las Fuerzas de Defensas, que eran un bastión militar que no podían controlar y donde gran parte de su oficialidad se habían formado bajo los principios torrijistas y patrióticos. Su plan consistía también en imponer un gobierno títere que respondiera plenamente a sus deseos y dominios como en efecto se dio.

    La Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos de Centroamérica, manifestó en su informe sobre la invasión que: “Jamás hubo causa real, ni justa para provocar tal mortandad y tal destrucción, alegaba, que: “Hasta ahora los argumentos que se han proclamado por todos los confines del planeta, son los argumentos del victimario, que se escudó en hermosos principios de libertad, democracia, justicia y paz, para mantener sus intereses geopolíticos y sus designios estratégicos”.

    La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recomendó reparar el daño a las víctimas de la invasión

    Con fundamentos en estos hechos que hemos resumido, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que es un órgano principal y autónomo de la OEA creado en 1959, recomendó en el mes de noviembre del presente año a los Estados Unidos reparar el daño a las víctimas de la invasión, lo que constituye un gran avance histórico que crea un gran precedente nacional e internacional.

    No debemos dejar de destacar la acción patriótica de los abogados panameños Gilma Camargo y José Luis Morín, quienes presentaron en los primeros años de los noventa ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una petición con el fin de responsabilizar a los Estados Unidos de América, por todos los perjuicios ocasionados con las víctimas de la invasión.

    En el informe, el cual no entraremos en detalles, se resalta que los peticionarios alegaron la violación de principios fundamentales establecidos en la Carta de la Organización de Estados Americanos, en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, así como derechos humanos fundamentales establecidos en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

    La Comisión Interamericana en el fondo de sus argumentos destacó la violación de principios esenciales del derecho internacional humanitario consuetudinario, tales como:

    El principio de proporcionalidad, que prohíbe lanzar un ataque previsto que cause incidentalmente muertos y heridos entre la población, al igual que daños materiales y civiles.

    El principio de precaución, el cual plantea, que: “se tomarán todas las precauciones factibles para evitar o reducir en todo caso a un mínimo, el número de muertos y heridos entre la población civil, así como los daños a bienes de carácter civil, que pudieran causar incidentalmente”.

    El principio de distinción, que entiende por ‘ataques’ los actos de violencia contra el adversario, sea ofensivo o defensivo. A la luz del principio de distinción las partes en conflicto deberán distinguir en todo momento entre personas civiles y combatientes, consecuentemente, los ataques sólo podrán dirigirse contra combatientes, y por lo tanto las personas civiles no deben ser atacadas.

    Ante estas evidencias irrefutables los Estados Unidos como potencia imperial negaron en sus alegatos ante la Comisión tal responsabilidad, e indicaron entre otros puntos, que la Comisión Interamericana no era el foro idóneo para ventilar crímenes de guerra y la violación al derecho internacional humanitario.

    Como todos sabemos, en la historia de la humanidad ningún imperio ha aceptado responsabilidades por sus actos y han incurrido siempre en la práctica de desconocer tratados y convenios firmados. Su estrategia consiste en confundir y justificar lo injustificable, para ello, se apoyan de aliados nacionales que carecen de sentido de patria y nacionalidad, como sucedió en los días previos y posteriores a la invasión, con el triunvirato Endara, Ford y Calderón, quienes tomaron posesión en una base militar estadounidense cuando el país estaba siendo agredido.

    Consideramos, que, ante este informe histórico de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde se recomienda a los Estados Unidos reparar material e inmaterialmente las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la invasión, todas las organizaciones populares, sociales y patrióticas de Panamá, deben continuar luchando como lo han hecho en las últimas décadas en conjunto con los peticionarios para lograr la pronta reparación de las víctimas.

    En tal sentido, urge que este parlamento por encima de los intereses económicos de grupos empresariales que siempre se han opuesto a esta iniciativa, declare el 20 de diciembre “Día de duelo Nacional” en honor cívico y patriótico a todas las víctimas de la invasión.

    La declaración de día de duelo nacional debe servir de reflexión para todos los panameños, en el sentido de que nunca jamás tengamos otra invasión a nuestro país, de manera tal, que los panameños podamos resolver nuestros problemas a nivel interno por medio de la negociación, el diálogo, el fortalecimiento de nuestras instituciones y con un real y verdadero estado democrático justo y no excluyente.

    Aprovechamos para reconocer la valentía de muchos panameños, civiles y militares, al igual de miembros de los Batallones de la Dignidad, que salieron a enfrentar al invasor y dieron su vida a favor de la Patria.

    Lo que nos debe quedar claro es, que aquí en Panamá, sí hubo una fuerte resistencia y no es como algunos panameños han argumentado en distintos ensayos y declaraciones públicas donde aseveran que a las tropas norteamericanas les fue fácil tomar la ciudad y los cuarteles armados.

    El General Maxwell Thurman Comandante Jefe del Comando Sur admitió que “La misión era mucho más difícil de lo que esperaba”.

    En el libro “Tiempos de Agonía”, sale una declaración del propio General Maxwell Thurman, Comandante Jefe del Comando Sur, donde admite que para el día 23 de diciembre: “La misión era mucho más difícil de lo que esperaba”, declaró que sus soldados estaban combatiendo una verdadera guerra cuando luchaban por reducir a unos 2000 combatientes.

    Invadieron con una fuerza desmesurada capaz de aplastar desde el aire. Lo único que les faltó por usar fueron armas atómicas.

    Chuchu Martínez en su obra titulada: “La invasión a Panamá” nos narra el heroísmo de los panameños en los combates a pesar de lo desigual en materia de hombres y armamentos:

    Decía que: “La confrontación no fue de soldado a soldado, sino de avión y helicóptero a tierra. Solo cuando ya se había arrasado a bombazo limpio el objetivo, llegaban los soldados a pie. Mejor dicho, en tanques y tanquetas, los norteamericanos no invadieron con una fuerza capaz de vencer la resistencia panameña. La invadieron con una fuerza desmesurada capaz de aplastar desde el aire, como se aplasta un insecto, barriadas enteras. Lo único que les faltó por usar fueron armas atómicas. Pero de allí para abajo, se utilizó de todo”.

    Resumimos lo expuesto diciendo, que: La invasión a Panamá, fue la mayor incursión armada contra nuestro país en el siglo XX y lo que va del actual siglo XXI. Causó daños irreparables a la vida, a la propiedad y dignidad de la Nación.

    La invasión fue también un escenario de lucha frontal contra el invasor en distintos puntos y comunidades, como: San Miguelito, Tocumen, Panamá Viejo, Pacora, Cimarrón, Río Hato, Chorrillo y la provincia de Colón. En cada uno de estos sitios de combate hubo héroes que dieron hasta su vida como fue el caso de Luis Gustavo Torreglosa, quien era el representante del Chorrillo, entre muchos otros.

    En la historia de las guerras que se han dado en la humanidad queda claro que siempre existirán héroes y traidores que salen a abrazar a  los invasores, en este caso, Panamá no fue la excepción, porque hubo aquellos que festejaron y continúan aplaudiendo la acción genocida cometida por el ejército invasor.

    Es digno reconocer en este momento la valiente y consagrada dedicación a su juramento hipocrático de muchos médicos y enfermeras en los hospitales que les dieron inmediata atención a las personas heridas y que llegaban en estado casi de muerte. Uno de estos héroes fue el doctor Edmundo López, neumólogo del Hospital Santo Tomás, quien en una declaración narró que al enterarse de lo que estaba sucediendo por Radio Nacional se dirigió a las 2 de la madrugada del mismo 20 de diciembre a asistir a los heridos.

    Sugerimos en este contexto histórico la necesidad de reformular algunos contenidos de textos escolares, donde se habla de Liberación o Causa Justa, y no de Invasión. Tampoco se describen las horas de penuria que pasó el pueblo panameño con este hecho y se ignoran los muertos, heridos y la devastación en general que causó este evento. Situación que distorsiona a todas luces la historia nacional y crea confusión y desinformación en los estudiantes panameños, lo que disminuye el sentido de patriotismo que deben tener.

    En estos nuevos textos históricos se debe hacer alusión de manera similar al contenido del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a favor de las víctimas de la invasión y elaborar un recuento objetivo sobre las causas objetivas de la misma.

    Sostenemos que este tipo de panel o foros sobre la invasión puedan ser llevados a los estudiantes en todo el país, para que por medio del análisis cierto tengan conocimiento de lo que ocurrió aquella noche del 20 de diciembre de 1989, hace exactamente 29 años.

    Finalizo reiterando mi agradecimiento a los organizadores de este evento, que contribuye a fortalecer nuestra memoria histórica nacional para que nunca más se vuelvan a repetir estos hechos.

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