Amor ciego

La amé desde siempre y para siempre, porque su aullido creció en mí como crece el musgo curtido de la tierra, y por eso mi amor prosperó como prospera el contagio de la imaginación.

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Amor Ciego.

Por Rafael Ruiloba
Escritor y docentes universitario
Presidente del Consejo de Escritores y Escritoras de Panamá (Coneyep).

La amé desde siempre y para siempre, porque su aullido creció en mí, como crece el musgo curtido de la tierra, y por eso mi amor prosperó como prospera el contagio de la imaginación.

Por eso la amé desde siempre y para siempre porque sus uñas de punta arpada rechinan en mi cordura cuando deja su rasguño en los sonidos de la noche; la amé desde siempre y para siempre, porque el sonido de sus cascabeles hace coro a las calaveras que tamborilean colgadas de su falda, toda veteada de almizcle y sangre.

La amé desde siempre y para siempre porque su belleza habita la ribera opuesta de mis sueños. Por eso escucho su olor en los sonidos de la noche cuando ella busca en las orillas de los ríos a su hijo perdido, y para que mi ansiedad no se convierta en miedo, sigo sus huellas en el barro de las leyendas.

La amé desde siempre y para siempre porque la robusta raíz de su ministerio crece en los estuarios de mis antepasados o porque su presencia viaja como grito alargado desde la primera noche del mundo hasta anegar con sus escamas todos mis deseos. Por eso la amé desde siempre y para siempre porque los largos pedúnculos de su vulva cuelgan de la luna y su luz llega a mi corazón por medio de su aullido vertical.

La amé desde siempre y para siempre porque la oí hace siglos arrastrando su lacustre sistro de conchas atormentadas y por eso cuando su aúllo se filtró por los intersticios de su dentellada, corrí a su encuentro para confesarle mi amor desesperado y total. Entonces los murmullos de su lengua me miraron al revés y su palabra me lamió con sus pensamientos saltones.

Al huir de mi fealdad su resina dejó tras de sí un almizcle de cobre muerto, y sólo pude oírla cuando espantó a los peces en la cascada y su fábula cayó en las nasas de cestería.

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