Por El Mostrador Cultura+Ciudad
Cada una de las piezas que Theo Jansen exhibe en Chile es un dispositivo activador de procesos que invitan a reflexionar desde el arte la relación humana con el medio ambiente.
Quien las ve, no las olvida: construidas a partir de tubos de plástico que se usan en las instalaciones eléctricas, las esculturas del holandés Theo Jansen (1948) caminan por la playa con sus múltiples pies, impulsadas por el viento o con un pequeño empuje de su creador.
Les llama Strandbeests (animales de playa) y son producto de un trabajo experimental que suma 27 años, entre las posibilidades matemáticas y energéticas junto con las formas y los materiales en relación al medio ambiente. Así creó un sistema evolutivo propio: resolviendo problemas desde el azar y el error. Jansen construye sus animaris –unión de las palabras animal y mar– con la idea de dejar de comandarlas y ahora trabaja para que las últimas generaciones le sobrevivan.
Todo comenzó al pensar en las posibles consecuencias del cambio climático que se vislumbraban en 1989, tras leer una noticia de cómo el mar podría cubrir las playas de los Países Bajos. Imaginó grandes máquinas-animales que pudiesen fortalecer los diques para proteger el borde costero y el resto del territorio. Pronto comenzó a hacerlas reales, ya sin una misión tan difícil. Se basó en algoritmos –conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar una solución– y formas fundamentales, números que dan longitudes y el triángulo que sirve de base, por ejemplo, para el mecanismo de una pierna.
Jansen estudió Física antes de convertirse en artista, y ha desafiado los límites entre las disciplinas y el conocimiento: une ingeniería y escultura, aerodinámica con evolución. Su obra se ha presentado en museos y espacios de arte o de ciencia alrededor del mundo: Rotterdam, Londres, Madrid, Seúl, Moscú, París, San Francisco, Okinawa, Ciudad de México.
La evolución y la selección natural es otra de sus fuentes de inspiración. La lectura del libro El relojero ciego, de Richard Dawkins, lo impulsó a pensar cómo un ser nuevo se puede adaptar al medio ambiente. Así ha creado esculturas evolutivas: siguen principios básicos, pero cambian para adaptarse frente a los distintos desafíos de su entorno natural.
Ha clasificado su trabajo en periodos evolutivos que comienzan con lo imaginario, continúan con el uso de diversos materiales (no más complejos que cintas adhesivas, cuerdas plásticas, madera o soldaduras) y siguen según sus posibilidades nuevas de relación con el medio o de perfeccionar sus mecanismos para optimizar su sobrevivencia.
Hoy sigue armando sus cálculos y piezas en un pequeño taller cerca de la playa de La Haya. Empezó el periodo número 12, acercándose cada vez más a su sueño de que los nuevos animaris logren independizarse de su creador.
La curatoría del proyecto completo de Theo Jansen en Chile se enfoca en las posibilidades educativas y de aprendizaje que contiene su obra. Por eso se despliega un programa que incluye la observación de la naturaleza, la creación de formas nuevas y las posibilidades de la tecnología.
Los talleres se realizarán en colaboración con FabLab Universidad de Chile, FabLab UC, Fundación Ecoscience y Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos. En Santiago, tendrán lugar en Centro Cerrillos y en GAM, y en regiones en los centros CECREA, estos últimos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.