Abuso de autoridad como política de Estado

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La detención de jóvenes universitarios durante protestas contra la presencia en Panamá del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, así como la posterior formulación de cargos penales infundados, con el objetivo de encarcelar a líderes y activistas en manifestaciones, anticipan la aplicación de un modelo de abuso de autoridad y represión convertidos en política de Estado.

Un modelo entreguista, fundamentado en el atraco a las arcas del Estado y la dependencia al capital financiero, necesita herramientas efectivas de represión policial y judicial. La sanción deliberada y enérgica ‒ordenada desde las esferas de poder‒ sirve para asegurar el control oficial, intimidar y subordinar por medio de la fuerza a la población, y poner a raya a las organizaciones sociales.

El libreto orientado a criminalizar las protestas ha funcionado tal cual fue diseñado. Altos mandos oficiales fueron entrenados para el choque contra manifestantes en las calles y cerrar los anillos de protección sobre el modelo económico. Así actuarán nuevamente para imponer el despojo territorial, las concesiones mineras a grupos extractivistas y la cruel entrega de la soberanía nacional.

Tal vez, muchos acierten al criticar al gobierno por su lentitud e incapacidad de actuar en forma diligente en materia de ejecución presupuestaria para atender penurias comunitarias. Sin embargo, el Órgano Ejecutivo demostró que posee garras para proteger el peculio de la clase gobernante y el modelo de negocios del “círculo cero”, e impedir que otros grupos puedan disputárselo.

La debilidad oficial proviene de su adhesión a la coalición bélica contra el Estado Islámico (ISIS), en un período de incertidumbre mundial. Ello es una flagrante concesión a intereses foráneos, que progresivamente nos aleja de la ruta latinoamericanista, así como de la integridad soberana de los Estados, la no intervención y la neutralidad que rige las operaciones del Canal de Panamá.

Un gobierno represivo precedido de escándalos de corrupción y comprometido con el intervencionismo no tiene futuro. Y ese es el pecado que toda su vida llevará a cuestas el presidente Juan Carlos Varela. Negó a los mártires nacionales, las luchas soberanas y la historia, pero se alió a Mike Pence, en los planes de convertir a Venezuela en “cabeza de turco” con fines guerreristas.

La orden de azotar en la calles al movimiento popular no lo salvará. Panamá es más que los megaproyectos y las cajas registradoras de quienes se arrodillan para besar la mano del amo soberbio. Que se sepa de una vez por todas: el abuso de autoridad como política de Estado comprobará que son más los que luchan por una patria digna que quienes se someten por miedo, dádivas o coimas.

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