A 33 años de la invasión y el genocidio

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En 1989, EEUU tiñó de sangre la Navidad en Panamá. (Foto: Getty Images).

Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político

Eran las 23:45 horas (11:45 p.m.) del 19 de diciembre de 1989, cuando el ejército más poderoso de la tierra inició la despiadada agresión militar en contra del pequeño país del istmo centroamericano, con el falso argumento de proteger a ciudadanos estadounidenses y capturar al general Manuel Antonio Noriega —su hombre en Panamá— acusado de narcotráfico y “santería“.

Hoy se sabe que la finalidad era pulverizar a las Fuerzas de Defensas (ejército panameño) para convertir en letra muerta el artículo V del Tratado de Neutralidad, que se haría efectivo 10 años después, al mediodía del 31 de diciembre de 1999.

Sectores de la oligarquía hicieron “lobby“ en Estados Unidos para solicitar la invasión. Esa es una realidad conocida, como también lo es el hecho de que la “rabiblanquera“ del Club Unión recibió a los soldados invasores como si fuesen “libertadores“. Es evidente la conducta antinacional y antipatriótica que dichas fuerzas y personalidades han asumido históricamente.

Ahora bien, además de tan execrable proceder de “malos panameños“, lo más lamentable —en mi opinión— es que han pasado 33 años y los gobiernos de la plutocracia corrupta y del clientelismo político se han sucedido en el poder post invasión (siete en total, de los cuales tres fueron gobiernos de la entelequia política denominada PRD), sin que hayan tenido la dignidad, el coraje y la humanidad para demandar al gobierno estadounidense por los daños materiales y humanos (miles de civiles inocentes asesinados y calcinados), víctimas de una cruenta invasión caracterizada por la agresión militar y el genocidio.

El derecho internacional y la Convención de Viena son claros al señalar que el Estado agresor que causa daño paga.

Pero la plutocracia gobernante y sus vocingleros mediáticos se han dedicado a repetir que el “Norte revuelto y brutal“, que llegó a nuestro terruño, en vísperas de Navidad, como “luciérnagas de la muerte“, es “nuestro socio estratégico“.

¿Socios de qué? ¿Estratégicos para qué?

Para continuar humillándonos, para que los cuatro ejércitos en que han convertido los servicios policiales del país, les capture un poco de alucinógenos que su narcómana sociedad consume por toneladas.

Para que con sus magros recursos Panamá sirva de valladar al tráfico ilegal de personas que, deslumbradas por el supuesto “sueño americano“, son víctimas de bandas de “coyotes“ (traficantes de migrantes internacionales) .

Pero, como si todo lo señalado fuera poco, para causar mayor flagelación a la dignidad de que somos víctimas por parte del coloso del Potomac y de sus cipayos en el Istmo, los lumpen diputados han utilizado la Ley que conmemora el 20 de diciembre como “Día de Duelo Nacional“, como pretexto para realizar, el 14 de diciembre, un grosero acto cargado de clientelismo político que constituye una afrenta a los patriotas —civiles y militares— que cayeron asesinados por bombas lanzadas indiscriminadamente por la aviación estadounidense o contra los defensores de la dignidad, la soberanía y la independencia nacional.

¡Así de sencilla es la cosa!

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