Por Rafael García Denvers
Ingeniero
La historia, en este caso, no se repite. Simplemente, no cambia. El modelo económico y político, nuevamente, ha cogido un respiro, se ha lavado el rostro y retocado el maquillaje mientras juega con la esperanza del persistente creyente en soluciones salvadoras que caen del cielo.
El modelo tiene un norte definido: concentrar riquezas y ganancias a toda costa y a costa de lo que sea. Si no se modifica ese norte, la estructura institucional, las leyes y toda la supra estructura social construida a su sombra y, en particular, el gobierno, cumplirá la misión de ser útil a los regentes del sistema, sin menoscabo de mantener enunciados de valores humanos y/o de equidad, si fuese el caso. Por ello, hay que ubicar la fisura o punto débil por donde entrar para variar el contenido planteando, paso por paso. Ello significa variar contenidos, no leyes o instituciones; y tampoco cascarones.
Ese escenario sólo variará con la existencia de una organización capaz de disputar electoral y socialmente los espacios y recursos. Es decir, estar en posición de deshacer y sustituir lo que globalmente ha sido instaurado en defensa de los capitales y sus acumuladores (sean destinatarios finales o simples empleados encargados de su acrecentamiento y custodia).
Es obligatorio arrancarles a todos y cada uno de ellos los derechos que hemos perdido bajo el manto de promesas y compromisos electorales que sólo responden a las minorías representativas de sus intereses de grupo (clase), los cuales pueden variar de rostro y apellidos, pero no de metas.
Para cumplir la tarea, hay que partir hablando el mismo idioma y definir prioridades entre los que son vilmente atracados y despojados del derecho a la vida. De lo contrario, es poco lo que lograremos con un enemigo cuyo idioma es unificado (ganancias) y cuyas prioridades responden al mismo Dios (Dinero).
Pasadas las elecciones de 2019, y aun cuando ganó el mejor (el menos malo), es evidente la pugna entre los requerimientos sociales (de las mayorías) y la búsqueda de mayores ganancias (de las minorías). Las soluciones a las necesidades y conflictos existentes transitan por un equilibrio distributivo en el que el Estado actúe como equilibrador de fuerzas a través de la acción normativa, distributiva y de control. Ello dependerá en gran medida de la participación de los actores y de su beligerancia.
Se requiere la construcción de un Proyecto Unificador que ataque las causas reales de la situación actual. Esa iniciativa debe reflejarse en un programa con metas y rutas. Es necesario diseñar un Proyecto País del cual carecemos, para abordar las necesidades del colectivo humano y trazar la ruta para resolver las actuales contradicciones principales a favor de una sociedad equitativa y de igualdad en derechos y oportunidades.
El Proyecto País debe integrar la normativa de control del uso del agua, la propiedad y usufructo de la tierra, la garantía y el derecho a una Alimentación Sana y a la Salud Integral con una Educación basada en esos principios. Todo ello debe hacerse sin demeritar u olvidar el pasado, ni desaprovechar las herramientas de la Ciencia y la Tecnología.
En las pasadas elecciones, está claro que hubo un gran ausente: El Proyecto País de las organizaciones sociales. Faltaba, además, una herramienta fundamental: La Organización fiscalizadora del cumplimiento de ese gran proyecto. Ahora nos toca calcular el costo de la factura que hemos de pagar.
Las organizaciones sociales, ya sean barriales, locales, nacionales, gremiales, sindicales, productivas, ambientalistas, culturales, reivindicativas, cívicas y de cualquier tipo deben poder superar las causales de división a lo interno y a lo externo, sobre la base de la gran meta común del Proyecto País. Obligando a las nuevas autoridades al cumplimiento de aquellas tareas incluidas en su discurso de campaña y que, en muchos casos, son intenciones ciertas y honestas. pero dependen de los compromisos, “lobbies” y presiones existentes al momento de la toma de decisiones.
Los representantes del modelo regente siguen presentes en sus estructuras naturales, aun cuando en algunas ocasiones sólo son “enviados o voceros” y en la mayoría de los casos no son los beneficiarios finales ni mayoritarios.
El modelo tiene organizaciones y estamentos insertos en múltiples niveles y manifestaciones del escenario político, social, empresarial y cultural. Pero esa presencia en el plano interno no se limita a los Partidos Políticos. A través de esa presencia, mantienen una supervisión de las estructuras de gobierno y sociedad para garantizar su meta de acumulación y expoliación.
Hoy, es imprescindible la denuncia, organización y defensa de los espacios alcanzados en la lucha social z favor de una sociedad en la que el derecho a la vida de los seres humanos y la defensa de su hábitat sea un verdadero norte.