Todos juntos al sepelio de la OEA

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La Organización de Estados Americano (OEA) volvió a fracasar en el intento de aislar a Venezuela. La 47 Asamblea General de ese organismo hemisférico, celebrada en Cancún, México. La reunión no generó los resultados previstos por ese organismo del sistema interamericano para aprobar una declaración política de corte intervencionista que aislaría al gobierno de Caracas a través de mecanismos de supervisión externa no validados.

El resultado final va más allá de la falta de capacidad de decisión en un tema crucial. En realidad, significa que la OEA ha dejado de ser el mecanismo elegido para dirimir conflictos generados por el predominio de la fuerza, los cambios a escala global y la necesidad de los países de romper las viejas ataduras de dominación. El añejo organismo ha sido incapaz de interpretar el renacer de América Latina y el Caribe en un escenario de evidente recazo a toda forma de colonialismo y usurpación de territorios soberanos.

Los votos de los cancilleres reunidos en el balneario mexicano de Cancún se dividieron y confirman el fraccionamiento del organismo hemisférico con sede en Washington, de donde obtuvo directrices y apoyo oficial durante varias décadas. La división es evidente ante una Venezuela que resiste acosada por las multinacionales petroleras, actos de sabotaje y la falta de confianza en la institución interamericana para generar caminos de paz.

Es lamentable que Panamá se haya alineado con las posiciones más recalcitrantes en la OEA, bajo el pretexto de contribuir a la democratización en territorio venezolano. La subordinación a Washington ha impedido al gobierno panameño disponer de una visión del conjunto propia, para asignar un valor a la neutralidad y al avenimiento como fórmula política regional. Se requiere una posición latinoamericanista firme, que de coherencia a la diezmada política exterior panameña en el escenario continental.

Ante el fracaso de las posiciones intervencionistas contra Venezuela en la OEA, Panamá debe decidir, sin sacrificio de su posición geográfica, el camino que quiere elegir: el de lacayo secular, atento y servicial, o el de país independiente con metas de integración. Asimismo, la apuesta por los intereses de Estados Unidos tiene el riesgo de aumentar el grado de aislamiento en un continente convulsionado donde el modelo económico impuesto por el capital financiero no responde ni satisface los reclamos de millones de seres humanos empobrecidos y convertidos en parias.

El gobierno panameño tampoco estará protegido si cierra los ojos a la velada amenaza de Washington contra Cuba. La única ruta válida y apta para ser transitada, es la que concita la unidad y la integración de las naciones que comparten el ideal bolivariano. Panamá no tendrá futuro alguno en un teatro bélico en el que la soberanía esté comprometida. El sector oficial debería saber que la OEA ya no tiene propósito alguno. Conviene estar preparados para ver caer en forma inevitable el telón del organismo interamericano.

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