¿Por qué las empresas de cárceles suben con Donald Trump?

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Una tarta para celebrar la victoria de Donald Trump en Los Ángeles. (Foto; REUTERS).

¿Por qué las empresas de cárceles suben con Donald Trump?

Por Pablo Pardo
Corresponsal en Whasington |El Mundo
@PabloPardo1

Las empresas que más subieron en Bolsa tras la victoria de Donald Trump gestionan cárceles. Corrections Corporation of America llegó a disparase un 60% a media jornada del miércoles, y The GEO Group, un 50%. La subida es llamativa, porque Trump, de todo lo que ha dicho durante su campaña ‒y es mucho‒ no ha tocado el tema de las cárceles privadas.

Hillary Clinton, sin embargo, sí ha hablado de ese tema. Lo hizo para elogiar la decisión de Barack Obama de ir abandonando gradualmente la gestión de ciertas cárceles del Estado federal ‒ojo: no de los 50 estados que forman EEUU‒ por empresas privadas.

¿A qué se debe el optimismo inversor con las prisiones privadas? Desde luego, no a que nadie piense que Donald Trump va a meternos a todos en la cárcel. Es consecuencia de otras tres cosas. La primera, que parece probable que, bajo su mandato, EEUU lance una política similar a la que empleó su asesor Rudy Giuliani cuando era alcalde de Nueva York: tratar de castigar con la máxima pena posible a los que comentan delitos, sin que importe si éstos son pequeños o grandes. Eso significa más gente en la cárcel y por más tiempo.

La segunda, que la presidencia de Trump puede empezar con una deportación masiva de 20.000 ó 30.000 inmigrantes indocumentados, para lo que es posible que emplee empresas privadas. Y, finalmente, que está claro que el futuro presidente va a dar más ‘cancha’ a las empresas privadas a la hora de desempeñar funciones del Estado.

La privatización del Estado en tareas como la seguridad y la defensa ha dado resultados peores de lo esperado ‒véanse los mercenarios en Irak‒, pero todo parece indicar que Trump la va a reforzar. Ésa es solo una de las políticas del futuro presidente que parecen descontadas.

Hay otras. La más notable es un aumento enorme del gasto público en infraestructuras. Trump quiere gastar un billón de dólares (920.000 millones de euros) en eso. También quiere gastar más en defensa. Y desmontar gran parte de la regulación financiera impuesta en la Ley Dodd-Frank, que fue redactada en 2010, tras la hecatombe de las hipotecas-basura. Por de pronto, el requisito extra de capital a los grandes bancos que se esperaba que Daniel Tarullo, de la Reserva Federal, anunciara el mes que viene, puede irse a dormir el sueño de los justos. Con Trump, no hay banco “demasiado grande ni demasiado interconectado para caer”.

La liberalización del futuro presidente va más allá, porque quiere crear unas ‘vacaciones regulatorias’, en materia de medio ambiente, derechos laborales, protección del consumidor, y regulaciones para la prospección de petróleo. Con todos esos antecedentes, no es de extrañar que, además de las empresas de prisiones, también estén subiendo las de defensa, financieras, constructoras, y energéticas (excluidas las de energías renovables, obviamente).

Keynes se ha hecho hombre, y se llama Donald Trump. Después de bramar contra la deuda pública de EEUU, los republicanos van a dejar de mencionarla hasta que haya otro demócrata en la Casa Blanca. ¿Hipocresía? Sí, pero no es algo nuevo. Ronald Reagan y George W. Bush fueron maestros del gasto y de las bajadas de impuestos.

Y Donald Trump va a emularlos con creces. Su plan fiscal incluye una bajada de impuestos que recortará los ingresos del Estado en 9,5 millones de euros en 10 años. Cuando en un debate en las Primarias le preguntaron cómo iba a compensar ese golpe a las arcas públicas, el entonces candidato respondió con toda paz: “Combatiendo el fraude”. Buena suerte, presidente.

Más gasto público y menos recaudación significan más inflación. Por eso la rentabilidad de la deuda pública de EEUU está creciendo desde el miércoles, y ya está firmemente por encima del 2%.

Como me ha resumido una persona de un gran banco estadounidense el nuevo escenario, “Estados Unidos se ha convertido en un mercado emergente. Llega un nuevo presidente y habrá fiesta durante unos años. Más gasto y más inflación”. Luego, obviamente, ya veremos. Es un festival que recuerda al de George W. Bush, que también bajó impuestos, redujo las regulaciones medioambientales, laborales y de protección del consumidor, y liberalizó el sector financiero, hasta que todo se vino abajo con la crisis de 2008. Eso sí, en el corto plazo, las perspectivas son muy buenas. La advertencia apocalíptica de Paul Krugman, de que vamos camino de una recesión mundial con Trump no se sostiene. Al menos, por ahora.

Entretanto, agencias regulatorias creadas con la Dodd-Frank para supervisar a los bancos y que son independientes del poder político van, probablemente, a depender del Congreso, o sea, a estar totalmente politizadas. Eso también es muy de mercado emergente: el asalto de instituciones independientes por el poder político. Nicolás Maduro es un excelente ejemplo de eso.

Hay más signos de mercado emergente. Por ejemplo: la confusión de lo público y lo privado. En EEUU, por increíble que parezca, el presidente y el vicepresidente no están legalmente obligados a desvincularse de sus actividades en el sector privado. Presidentes ricos, como John F. Kennedy o George Bush padre e hijo, pusieron sus actividades empresariales e inversoras en manos de entidades legales sobre las que no tenían control.

¿Va a hacer eso Trump? Él solo ha dicho que sus hijos se encargarán de sus negocios, sin especificar si él va a estar al corriente de las decisiones que éstos tomen. Pero sus hijos ya están, simultáneamente, en el comité que está preparando la transferencia de poderes de Obama a Trump. Es un clarísimo conflicto de intereses, y más con unas empresas que tienen operaciones en países como Turquía, Azerbaiyán, y Kazajistán, y que venden «una parte desproporcionada» de sus productos a Rusia, tal y como los propios hijos de Trump han declarado.

Así pues, parece que EEUU va camino de un “boom and bust”, o sea, de una explosión de actividad (y especulación) que será probablemente seguida de un estallido de una o varias burbujas. Cuando esas burbujas exploten, habrá que pedirle a la Reserva Federal que baje los tipos, y al contribuyente que nacionalice los bancos para evitar in colapso financiero, y no se podrán subir impuestos porque habrá una recesión. Un mercado emergente puro y duro. Entretanto, todos a comprar acciones de empresas de cárceles.

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