Panamá vista a través del espejo de México

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Envuelto en la corrupción y la impunidad, México está virtualmente incapacitado para resistir las presiones de Estados Unidos en materia migratoria y comercial. A 2.860 kilómetros de distancia, Panamá posee una sorprendente similitud política con el país desgarrado, ante el deterioro de la gobernabilidad y la frustración de ciudadanos sacudidos por escándalos de soborno, expolio, latrocinio, descalabro del sistema judicial y una profunda inequidad socioeconómica.

En los últimos años, ambos países fueron asaltados por grupos económicos que succionaron los recursos del Estado y pusieron en venta el patrimonio nacional, de espaldas a las necesidades de trabajo digno, Educación, Salud, derecho a vivienda y soberanía. Al pillaje sin escrúpulos, se ha sumado una corrupción sin límites, la inseguridad, los abusos y las actividades del crimen organizado que generan un ambiente de violencia y desamparo en las comunidades.

Las redes del narcotráfico han penetrado a los partidos políticos y los representantes de esas corporaciones manejan una agenda que los distancia cada vez más del sentimiento nacional y objetivos de independencia. Esos grupos delictivos envalentonados concurren en un escenario enrarecido, con la cooptación de organismos rectores del Estado, desbordados o disminuidos en la tarea de diseñar una estrategia que eleve las capacidades de la población para construir sólidos y auténticos liderazgos a favor del desarrollo.

México y Panamá sucumbieron a coimas del grupo constructor brasileño Odebrecht, porque las instituciones debilitadas fueron inoperantes para frenar la corrupción. México figura entre 12 países en los que el gigante Odebrecht pagó millonarios sobornos entre 2001 y 2016, que apuntarían a la filial de petrolera estatal Pemex Refinación, mientras que en Panamá hubo pagos por 59 millones de dólares, de 2010 al 2014, a altos funcionarios en el gobierno de turno, según investigaciones hechas en Estados Unidos.

En el derecho internacional de los derechos humanos, la impunidad se refiere a la imposibilidad de llevar a violadores de los derechos humanos ante la justicia, o eludir el castigo. Esa práctica se traduce en una negación del legítimo derecho de las víctimas a ser reparadas. Subterfugios legales, presiones y chantajes evitan que los autores del saqueo sean condenados con leyes diseñadas para proteger a cúpulas gobernantes. La impunidad aflora donde impera la corrupción y el sistema se nutre de jueces venales y el clientelismo de los poderes fácticos dotados de mecenazgos perturbadores.

México y Panamá cayeron en las redes del capital financiero, donde los magnates adoptaron un discurso autocrático y desmantelaron los proyectos de transformación social de amplia base, enriquecidos con herencias culturales y tradiciones libertarias. En ambos países, han sido reprimidos los movimientos sociales y las multinacionales, apoyada en un esquema de sobornos, hallaron un camino expedito para acaparar los recursos naturales. Sin embargo, ese modelo se agota y provoca la resistencia de las poblaciones contestatarias que se suman a la lucha y no se resignan a vivir de rodillas.

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