Nefastas tácticas dilatorias para favorecer a Martinelli

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El reo Ricardo Martinelli esposado y extraditado a Panamá. (Foto: @clarin.com).

Por Alberto Velásquez
Periodista

La comunidad panameña está saturada de mentiras y verdades, y múltiples leguleyadas tejidas alrededor de las audiencias al extraditado ex presidente Ricardo Martinelli, quien tiene amplios privilegios en la cárcel El Renacer, en áreas revertidas del Canal de Panamá.

Sus defensores, tanto los de una extensa planilla de abogados, como los de oficio, han formulado toda clase de justificaciones inexactas. Muchos de esos argumentos, propios de la imaginación, intentan hacer ver al público expectante, que el reo es un “perseguido político” e “inocente” de los múltiples cargos que le endilgan, y por los cuales merece un trato especial por encima de los miles de detenidos en las cárceles del país.

Utilizando una serie de nefastas tácticas dilatorias, que no han terminado todavía de ser planteadas, los defensores buscan llevar el caso en forma indefinida, sobre la situación penal de un reo que ha mancillado el nombre de Panamá. A los abogados de la defensa no les interesa el nombre del país, sino sacar del bolsillo del acusado la cantidad de dinero que sea posible, mintiéndole y vendiéndole toda clase de esperanzas.

Mientras, la ciudadanía, con un comportamiento de inexplicable mansedumbre, no atina a reflexionar, ni se percata de que la explotación y a corrupción son la causa de las carencias de la mayoría y desencadena protestas para pedir mejoras en el servicio del agua, o movilizaciones de las comunidades que exigen la construcción de un puente decente, como lo necesita el corregimiento de Las Trancas.

Esa necesidad angustiosa de la población, de reclamar lo que le hace falta, es el resultado del manejo perverso de la administración pública, que sólo ha servido para hacer más millonarios a los ricos, y producir otros nuevos ricos.

Pese a que el ex presidente fue extraditado a Panamá con las manos esposadas, por su potencial posibilidad de fuga, y bajo el manto bondadoso de un tratado de especialidad, lo importante es no olvidar que enfrenta graves acusaciones de corrupción. Contra el ex mandatario, se mantienen denuncias por el desfalco de miles de millones de balboas perteneciente a los contribuyentes, desde el más humilde hasta el más potentado.

Tampoco hay que olvidar que los préstamos y compromisos internacionales, negociados durante el pasado gobierno, tendrán que ser pagados por esos mismos contribuyentes, como consecuencia de la altísima suma de la deuda externa.

Esos dineros del pueblo panameño, devorados por la corrupción, terminaron en manos de unos cuantos acaparadores, sin que se haya hecho justicia. Precisamente, esos fondos de las finanzas públicas podrían haber sido utilizados para mejorar los servicios de educación, salud y generación de empleo.

Por eso, no se entiende cómo es posible, habiéndose ventilado y demostrado tanta corrupción, que no sea escuchada con mayor fervor la aplicación de justicia a tantos protagonistas, algunos enjuiciados a paso de tortuga y otros que logran libertad bajo fianza, sin que haya sido resarcida la lesión patrimonial.

En consecuencia, hay justificada desconfianza sobre el final de las audiencias contra el ex prófugo Martinelli. Unos cuantos no pueden ser los únicos que se pronuncien frente al latrocinio más vulgar y abusador que sufrieran los fondos del pueblo panameño en toda su historia. Otros tantos, financiados presumiblemente con esos mismos dineros, se atreven a marchar para defenderlo. Dan lástima, porque parecen “muertos de hambre”.

No debemos decir amanecerá y veremos. Tomemos conciencia de hasta dónde el país pierde con el montaje de ese drama.

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