La pobreza y la desigualdad, principales ingredientes de las cadenas de suministro de los supermercados

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La pobreza y la desigualdad también se reflejan en los supermercados.

Oxfam encargó al Bureau for the Appraisal of Social Impacts for Citizen Information, (BASIC, por sus siglas en inglés) un estudio de investigación para producir estudios detallados sobre las cadenas de valor de 12 productos habituales en supermercados de todo el mundo y procedentes de diversos países en desarrollo: café, té, cacao, zumo de naranja, bananos, uvas, judías verdes (habichuelas), tomates, aguacates, arroz, gambas congeladas y atún en conserva.

Oxfam ha revelado en un nuevo informe publicado el 21 de junio que, a pesar de los miles de millones de dólares que genera la industria alimentaria mundial, millones de mujeres y hombres que producen los alimentos que consumimos viven y trabajan en condiciones inhumanas, atrapados en la pobreza.

El informe, La hora del cambio, examina las políticas y prácticas de algunas de las principales cadenas de supermercados europeas y estadounidenses. En el análisis realizado en el marco del mismo, todas ellas obtienen una puntuación muy baja en temáticas como, por ejemplo, el trato que reciben las personas que trabajan en sus cadenas de suministro.

Entre las conclusiones del informe caben destacar las siguientes:

Los supermercados retienen un porcentaje cada vez mayor del dinero que las y los consumidores pagan del precio final al consumo, en ocasiones hasta un 50%. Mientras, el porcentaje que llega a las y los trabajadores y productores es cada vez menor, en ocasiones recibiendo menos de un 5%.

Las personas que cultivan y trabajan en las cadenas de suministro de los 12 productos analizados y que encontramos habitualmente en nuestros supermercados, apenas logran subsistir. En el caso de algunos productos –como el té de la India y las judías verdes de Kenia– las personas que trabajan en su cultivo y producción ganan menos del 50% de lo que necesitarían para llevar una vida sencilla, pero digna. La brecha entre los ingresos reales y los necesarios para llevar una vida digna es aún mayor en las industrias donde las mujeres representan la mayor parte de la mano de obra.

Mientras muchos trabajadores y campesinos viven en situación de pobreza, en 2016 las ocho mayores empresas de supermercados del mundo que cotizan en bolsa generaron cerca de un billón de dólares de ventas y casi 22.000 millones de dólares en beneficios, de los cuales 15.000 millones fueron a parar a manos de los accionistas. Tan sólo el 10% del dinero que los tres principales supermercados estadounidenses repartieron entre sus accionistas en 2016 sería suficiente para incrementar hasta un nivel digno el salario de 600.000 trabajadores y trabajadoras de las fábricas de procesamiento de gambas tailandesas.

Una encuesta realizada a campesinos y trabajadores en cinco países reveló que la mayoría tiene dificultades para alimentar a sus familias. En Sudáfrica, más del 90% de las trabajadoras de explotaciones de uvas encuestadas declararon que, en el mes anterior, no habían tenido lo suficiente para comer; y en Italia, el 75% de las trabajadoras de las explotaciones de frutas y verduras encuestadas afirmaron que, en el mes anterior, ellas o algún miembro de su familia había tenido que reducir el número de comidas diarias a causa de la falta de alimentos.

Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, ha señalado: “Hemos escuchado que se fumigan plantaciones de fruta tropical con sustancias agroquímicas altamente tóxicas mientras las personas están trabajando y que a algunas mujeres se les ha obligado a hacerse pruebas de embarazo para trabajar en fábricas de procesamiento de marisco. Los productos que encontramos en las estanterías de nuestros supermercados no deberían contener este tipo de injusticias entre sus ingredientes; menos aun cuando la industria alimentaria mundial que genera miles de millones de dólares recompensa generosamente a sus accionistas y directivos”.

El informe también evalúa las políticas sobre cadenas de suministro publicadas y las prácticas divulgadas por algunos de los supermercados de mayor tamaño y crecimiento más rápido de Estados Unidos, Reino Unido, Países Bajos y Alemania. Los 16 supermercados obtienen puntuaciones muy bajas en todas las temáticas evaluadas, especialmente en lo referido a la transparencia de sus cadenas de suministro y el trato que recibe la mano de obra, los campesinos y campesinas y en general las mujeres presentes en dichas cadenas de suministro. Por ejemplo, todos los supermercados obtuvieron una puntuación de cero en cuanto a sus prácticas para exigir a sus proveedores el pago de salarios dignos Y sólo cuatro supermercados obtuvieron una puntuación superior a cero en cuanto al empoderamiento de las mujeres en sus cadenas de suministro, por ejemplo, incentivando a sus proveedores para que aborden las desigualdades de género.

Oxfam y la Sustainable Seafood Alliance Indonesia han analizado en detalle las condiciones laborales de las fábricas de procesamiento de marisco en Tailandia y Indonesia, respectivamente, proveedoras de algunos de los principales supermercados de Estados Unidos y Europa como Ahold Delhaize, Aldi Norte, Aldi Sur, Lidl y Whole Foods, entre otros. Las personas que trabajan en estas fábricas denunciaron medidas de seguridad insuficientes, salarios de pobreza, un estricto control de las pausas para ir al servicio y beber agua, y abusos verbales.

En Tailandia, más del 90% de las personas que trabajan en fábricas de procesamiento de marisco encuestadas afirmaron no haber tenido suficiente para comer el mes anterior. Cerca del 80% de las personas que trabajan en estas fábricas son mujeres.  

“Cuando tenemos el período, no podemos cambiarnos las compresas porque no podemos traer nada al trabajo”, cuenta Melati, una de las decenas de trabajadoras de fábricas de procesamiento de gambas entrevistadas por la Sustainable Seafood Alliance Indonesia. Melati también ha sufrido quemaduras químicas en los brazos por tener que limpiar con cloro sin contar con protección adecuada.

Oxfam ha puesto en marcha una nueva campaña para exigir a los supermercados y los Gobiernos que acaben con estas condiciones de trabajo inhumanas, incrementen la transparencia en torno a la procedencia de los alimentos, combatan la discriminación contra las mujeres, y garanticen que un mayor porcentaje del precio que las y los consumidores pagan por los alimentos llegue hasta las personas que los producen.

“El sector privado tiene el potencial para sacar de la pobreza a millones de personas, pero la industria alimentaria, como muchas otras, antepone los beneficios al trabajo de las mujeres”, afirma Byanyima. “Los supermercados pueden permitirse pagar un precio justo a las personas que trabajan en sus cadenas de suministro sin que esto repercuta en el precio final al consumo. En muchos casos, tan solo destinando el 1% o 2% del precio al consumo (apenas unos céntimos) se podría cambiar la vida de las mujeres y los hombres que producen los productos que llenan sus estanterías”.

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