Episodios de heroísmo marcan ruta de los panameños

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Estudiantes recuperan la bandera panameña rota por estadounidenses el 9 de Enero de 1964.

Por Elías Ríos Vega
Sociólogo y analista político.
Email: eliasrios5@hotmail.com

El movimiento social y popular panameño intentaba alcanzar días de desarrollo económico, social y político, cuando los sectores oligárquicos y el gobierno de Marcos Aurelio Robles (1964-1968) iniciaron una conspiración para imponer los tratados Jhonson-Robles, mejor conocidos como los tratados “tres en uno”, que representaban oprobio para toda la nación.

Estados Unidos y el gobierno oligárquico de turno en Panamá querían imponer esos tratados que laceraban el mandato de los mártires de enero de 1964. El legado de la juventud estudiosa y luchadora contribuyó a dar sentido y propagar la consigna “un solo territorio, una sola bandera” en el territorio nacional.

Debido a ello, hubo diversos intentos para introducir la división en el movimiento popular revolucionario. Ese fue el momento preciso en el que fue ejecutado el asesinato del dirigente popular Juan Antonio Navas Pájaro, hermano del secretario general de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), Luis Navas.

Dividir, confundir, extorsionar y reprimir, utilizando como pretexto el asesinato de Navas, era parte del plan trazado por las fuerzas represivas. La conjura antipopular reunió en un mismo escenario a oligarcas, agentes del Departamento Nacional de Investigación (DENI) y la Policía Secreta, quienes acreditaron el homicidio al movimiento popular organizado.

Dos dirigentes probos y héroes de la Patria, como Rolando Sterling y Félix Dixon, fueron sometido a un juicio espurio, en el que los acusadores utilizaron evidencias falsas y los testimonios inconsistentes de gente adocenada e intimidada, con el objetivo de convertir en “culpables” a dos activistas sociales honestos.

Además, el aparato represivo intentó vincular al caso a Luis Navas, hermano del dirigente asesinado, para tratar de dividir y desmoralizar a la juventud estudiosa. Pero el cálculo oficialista salió muy mal, porque el pueblo colonense indignado y agobiado por los problemas sociales salió a las calles para condenar el crimen y exigir castigo a los verdaderos culpables.

El repudio popular fue contundente y se generó una insurrección con un saldo de heridos y muertos. La FEP, el movimiento obrero, profesionales, intelectuales, jóvenes, mujeres y hasta niños se enfrentaron con una decisión extraordinaria jamás vista a tropas gubernamentales fuertemente armadas.

Varias décadas después, el pueblo panameño pudo reintegrar a la jurisdicción de este país la antigua Zona del Canal y las bases que habían causado un efecto traumático. Ello fue el resultado de una justa reclamación para ejercer la soberanía de Panamá sobre su territorio y honrar la memoria de los patriotas caídos.

Sin embargo, es necesario hacer algunas preguntas oportunas sobre ese patrimonio nacional: ¿Dónde están los recursos del Canal de Panamá y los bienes canaleros revertidos? ¿Dónde han ido a parar los bienes conquistados en los Tratados Torrijos-Carter? ¿Acaso esos bienes no deberían ser utilizados en el desarrollo de la ciudad de Colón, cuna de gestas soberanas, y las áreas pobres distribuidas en el territorio nacional?

Las fuerzas patrióticas interesadas en el desarrollo de Panamá tienen que unirse para derrotar a los que pidieron la invasión a este país en 1989, saquean y aún vulneran las conquistas alcanzadas con la lucha y el sacrificio de varias generaciones.

El pueblo panameño tiene la gran oportunidad de escoger en las urnas a un gobierno que dirija las causas de redención patriótica de independencia, soberanía y desarrollo y progreso social. Ese sería el mejor homenaje a los mártires de 1966, 1964 y 1989.

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