El infinito y la estupidez

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Césped en dos estadios diferentes.

El césped artificial se ha puesto de moda aún en los más impensables rincones.

Por Mariela Sagel
Arquitecta y ex ministra de Estado
opinion@laestrella.com.pa

Desde hace un año un grupo de ciudadanos, bajo el liderazgo de la Lic. Mery Alfaro de Villageliú, remitimos una carta al Ministro de Ambiente, Emilio Sempris manifestándole nuestra preocupación por la proliferación del uso de grama sintética tanto en las aceras y jardines públicos como en las canchas deportivas. Basamos nuestra denuncia en numerosos estudios que han realizado prestigiosas universidades e instituciones de Estados Unidos y de Europa, que evidencian los efectos nocivos de este producto y su contribución al calentamiento global. De igual forma, adjuntamos las opiniones de los directivos de la Federación Panameña de Fútbol (FEPAFUT) que exigen más espacios para entrenamientos, pero con grama natural, para poder celebrar más torneos internacionales, de acuerdo con las exigencias de la CONCACAF. En esta causa hemos contado con el respaldo del Centro de Incidencia Ambiental (CIAM). A la fecha, no hemos recibido una respuesta del Ministerio de Ambiente.

El césped artificial se ha puesto de moda aún en los más impensables rincones, como en el miniespacio que mandó a hacer hace unos 8 años el representante de Bella Vista donde está la escultura de la cabeza Alberto Einstein del artista Carlos Arboleda en el Cangrejo. Nadie puede explicarse cómo, en un país tropical, donde llueve 10 de los 12 meses del año, hay necesidad de poner grama artificial, que está fabricada con restos de neumáticos triturados y que no le permite al suelo respirar y, por ende, contribuye a hacer más caliente el ambiente. De igual forma, los estudios que se le incluyeron al ministro Sempris daban cuenta de que se hay indicios que el césped sintético puede ser causa de cáncer y mutaciones. Es muy sintomático que el otrora Secretario General de MiAmbiente, con quien el ministro tuvo una lucha frontal, haya sido directivo del CIAM.

Algunos podrán argumentar que el césped crece sin control y que hay que darle mantenimiento, mientras que a la grama sintética no. Pero para eso están los empleados de ornato de la Alcaldía, y hasta los jubilados que pueden encargarse de mantener los jardines como una manera de entretenerse. En otros países el ayuntamiento se preocupa por tener jardines diseñados de manera preciosista y los mantienen de manera óptima. Aquí, la municipalidad hace aceras anchísimas, sin una sola sombra y cuando se dan cuenta que fue un error (contratadas con Odebrecht para acabar de rematar), compran potes gigantescos, de cemento, para sembrar lo que habían tumbado: palmeras.

Los jardines verticales, que tan en boga están y en los que algunas empresas han invertido ingentes sumas para tenerlos en sus sedes, ofrecen beneficios tales como que en un metro cuadrado de cobertura vegetal se genera el oxígeno requerido por una persona en todo el año y atrapa 130 gramos de polvo por año. De igual forma, un edificio de 4 plantas que tenga una fachada con jardín vertical es capaz de atrapar y procesar 15 kg de metales pesados, mejora el rendimiento y reduce malestares de las personas que tienen vegetación en su lugar de trabajo y ese aislante vegetal que se produce reduce hasta 10 decibelios la contaminación sonora, que nos está dejando sordos a todos. Lo anterior son datos científicos de instituciones prestigiosas y ni tan nuevos, algunas datan de 2001. Seria ideal que la ciudad entera luciera estos jardines a lo largo de sus calles, que los edificios tengan en sus fachadas y que los parques los ostenten en sus muros.

Otro factor en contra de la grama sintética es su costo. Recientemente se conoció que la grama natural que luce el estadio Santiago Bernabéu, sede del equipo Real Madrid en la capital española, costó 160 mil euros. La cancha sintética de Veracruz, por escoger uno solo de los proyectos faraónicos de este gobierno, costó 449,999.14 dólares. No hay relación entre uno y otro.

Lo mismo pasa con las bolsas de la compra, que en un decreto reciente obliga a los comerciantes a usar bolsas reutilizables y no plásticas, ya que éstas demoran hasta mil años en descomponerse. Los comerciantes están molestos por esta medida, que da un plazo hasta el otro año para que se adopte esta buena práctica, pero en otros países, como Chile, Marruecos, España es algo cotidiano y hasta agradable. Sin embargo, se siguen fabricando bolsas como si el decreto no se fuera a implementar y hasta se hacen conjeturas sobre quién está detrás del negocio de las bolsas reciclables, cuando los que han producido bolsas toda la vida nos han invadido con ellas.

Al pobre Einstein, que lo tienen encapuchado mientras se realizan las obras de renovación del barrio de El Cangrejo, que con tantos defectos parece que no terminarán nunca, se le ha comprobado uno de sus dichos más célebres: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.

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