Educación: el gran desafío en Panamá

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La Educación debe apuntar a niveles más altos de calidad, como ocurre en las jornadas científicas. (Foto: Universidad Tecnológica de Panamá).

Educación: el gran desafío en Panamá

Por Benjamín Colamarco Patiño
Economista, ex ministro de Estado y ex vicepresidente del PRD

La Educación y la Cultura son dos temas en el tapete de la sociedad desde hace ya demasiado tiempo. Sin embargo, como en una ocasión dijera el ex presidente Mujica de la República Oriental del Uruguay, “una cosa es la retórica de la Educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo”.

La reforma educativa o el rediseño del sistema educativo, ciertamente es un tema pendiente muy complejo, que implica un proceso de corto, mediano y largo plazo e involucra a muchos actores con diversas líneas de pensamiento, niveles formativos y experiencias, algunos involucrados directamente, otros indirectamente, pero todos bajo la idea o el entendimiento de que el sistema educativo es el elemento más importante de la sociedad, que requiere adaptarse a las nuevas realidades de la era digital y al surgimiento de nuevas necesidades.

El modelo educativo tradicional se encuentra en crisis. La educación nacional tiende a ser cada día más débil, de menor alcance, calidad y pertinencia. El personal docente, factor clave en este proceso, requiere de un mayor perfeccionamiento, actualización y profesionalización, con más incentivos y motivación. En la sociedad panameña somos víctimas de la misma escuela que no hemos podido renovar en casi 40 años.

Entramos hace ya 18 años en un nuevo siglo. Desde entonces, cuántos niños han sufrido el “amaestramiento” de la escuela tradicional: métodos anticuados, memorísticos y mecánicos, transmisión atosigante y autoritaria de conocimientos, a veces obsoletos, raciocinio determinístico, teorías en abstracto con olvido de la teorización sobre la realidad, excesivo apego a los paradigmas del siglo pasado, privilegio de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, atrasados en la ciencia, la comunicación y la tecnología.

Como dijera Carlos Matus: “no les enseñaron a aprender, sino a aprender lo que les enseñaron. La escuela básica desaprovecha el potencial de inteligencia, creatividad y personalidad que encierra una mente joven y vigorosa, llena de interrogantes sobre el mundo”.

Con esa formación parcial, muchas veces distorsionada, ajena a la utilización de métodos de procesamiento científicos por problemas (horizontales), anclada en el pasado, les toca enfrentar muchas veces una realidad y retos para los cuales no están suficientemente preparados.

En su vida, al salir de la escuela, el estudiante debe encarar problemas que no se ajustan a los modelos aprendidos en la escuela formal y en su práctica social choca contra un sistema que se le hace difícil entender.

Los que llegan a la universidad, sienten que algo les hace falta y la propia universidad les da la impresión de estar de espaldas a los problemas, las realidades y los desafíos de los nuevos tiempos, complejos, competitivos, vertiginosos, cambiantes y digitales.

La Educación tradicional centrada en la enseñanza de enunciados y axiomas, debe avanzar hacia nuevas formas de aprendizaje autónomo, colaborativo. Hablamos de lo que los expertos en la materia expresan como “aprendizaje situacional”, “aprendizaje por descubrimiento”, “aprender a aprender” entre otras acepciones, con sus definiciones y contenidos, que una profunda Reforma debe asumir como “actualizaciones del aprendizaje” (Ver Bertha Orozco F. Competencias y Currículum IISUE Mx.)

“Estas nuevas figuraciones de la educación, apuntalan nuevas formas de producir y transmitir conocimientos” (B. Orozco).

Se requiere aprender a incorporar el uso aplicativo de los avances científicos y tecnológicos, al tiempo que se privilegian nuevas lógicas y nuevos conceptos educativos. Por ejemplo: el de “sociedad educada”, “sociedades de aprendizaje”, “Educación centrada en el aprendizaje”, “aprender a aprender a lo largo de la vida”, “aprender a hacer” y “aprender a ser” (UNESCO 2005), como conceptos educativos que sostienen los países más desarrollados.

Estos conceptos no pueden desvincularse de un contexto democrático, participativo y justo, en el cual las personas puedan encontrar oportunidades de vida digna y no un camino que conduce a la pobreza, a la marginación, a la desesperanza.

Debemos valorar la Educación como bien social y como bien público. La Educación es un derecho, y es deber del Estado y de la sociedad en su conjunto construir un amplio acuerdo para la inaplazable transformación del sistema educativo.

En el Programa del PRD, sobre este tema, se señala: “El cambio no puede esperar. La educación es tarea de todos porque define el porvenir de las personas y del país. Estado y sociedad están obligados a enfrentar esta tarea para evitar el ensanche de la brecha social, y que la cultura ciudadana baje a un nivel de incompetencia que lleve a la nación a una peligrosa y cercana bancarrota económica y moral”.

Pero, además, se ensancha cada vez más la brecha tecnológica entre los que tienen acceso a internet y redes de comunicaciones, y los que carecen de ese acceso.

Ahora bien, emprender la reforma supone resolver la paradoja inclusión/exclusión. Ser incluyente debe ser una característica del sistema educativo, por lo que su transformación en la dirección deseada o esperada, debe ser diseñada de tal manera que sus requerimientos allanen el camino de la total inclusión de todos en el sistema, no en cuanto a sus principios o declaraciones, sino con relación a los hechos y la práctica.

Es preciso empezar por el principio, por las instituciones pedagógicas formadoras de educadores, porque este es un proceso que le llevará al país en su planificación y ejecución más de quince años de esfuerzos conjuntos. Pero, al final, nos hará capaces de sacar mayores provechos del conocimiento, y adaptarnos mejor a la nueva economía, para vincularnos al mundo de manera inteligente.

Estoy convencido de que la Educación y la Cultura son la primera fuente de desarrollo. Además, son promotoras de una movilidad social ascendente y factores concomitantes que producen una más equitativa distribución de la riqueza.

Una mejor sociedad no sólo es una que sea instruida, sino culta. Culta en su modo de ser, de razonar, de actuar, de relacionarse y de organizarse.

La reforma de la Educación es un imperativo moral.

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