EDITORIAL: El abandono del campo y la máquina de fabricar pobres

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El abandono del campo y la máquina de fabricar pobres

Sectores productivos en el área rural y grupos agroexportadores panameños levantan desde hace años su voz para exigir mejores condiciones de acceso al mercado nacional y la búsqueda de nichos de productos agropecuarios, mientras que sectores vinculados al capital financiero obligan al Estado a plegarse a los organismos financieros internacionales para seguir un modelo excluyente que genera crecimiento económico sin desarrollo humano.

El resultado de esas políticas ha sido la acumulación de capital, por un lado, y, por el otro, la falta de soberanía alimentaria. La pérdida del dinamismo de la agricultura, la ganadería, la avicultura y la producción hortícola y frutícola, así como la migración de mano de obra a los centros urbanos en busca de plazas laborales, son parte de esa degradación, que se refleja en el menosprecio a la investigación, enseñanza y transferencia de tecnología a jóvenes productores.

En contra de la voluntad de la población, grupos concentradores de riquezas despojaron al Estado de iniciativas propias y se erigieron en empresas monopólicas que controlan desde los insumos hasta la comercialización y distribución de alimentos, sin que ello signifique el abaratamiento de la comida. En cambio, el gobierno sólo ha encontrado en los subsidios una forma de cubrir el talón de Aquiles que son las áreas empobrecidas y golpeadas del campo

Quienes manipulan los precios de los alimentos, son los mismos que dominan las cadenas de importación, almacenamiento y distribución, y han convertido al Estado en un auxiliar de sus negocios. Por ello, cuando el presidente Juan Carlos Varela congeló el precio de productos sobrevaluados de la canasta básica, el intento terminó en fracaso. La operación tuvo un efecto efímero y reveló la ausencia de mecanismos contra los monopolios y la especulación.

Hoy, los pequeños y medianos productores agropecuarios y los consumidores están cada vez más desprotegidos ante una ola alcista, y se enfrentan al paradigma generado por la inequidad. Sin duda, la falta de estrategias claras enfocadas en reactivar la economía agrícola y la ausencia de asociaciones que defiendan a los productores nacionales interfieren en la articulación de respuestas firmes, enérgicas y coherentes para cambiar esa realidad,

Con un drástico descenso de la producción agropecuaria y las amenazas de desaparición de los productores, se prevé que al país le esperan días de dificultad y angustia. El mito de que la comida importada sería más barata que la local, se ha desmoronado, y el gobierno debe decidir de qué lado está dispuesto a andar y cuánto hará por un pueblo encrespado por el expolio de los grupos acaparadores, quienes acusan al Estado de ser “mal administrador”, mientras que se apoderan de tierras y bienes patrimoniales.

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