Las redes sociales han demostrado ser un instrumento movilizador eficaz. Son elegidas en forma preferencial por la población joven para generar y afianzar nexos personales y colectivos, y tienen como característica la rápida difusión de mensajes de texto, audio y video, que luego son replicados, descargados y reproducidos por los demás integrantes de una o varias asociaciones o grupos digitales.
El mensaje “viralizado” o transmitido de forma masiva e inmediata puede tener un gran impacto político, económico y social, como sucedió en la denominada “Primavera Árabe”, en los comicios generales en España o en las campañas del “Brexit” en el Reino Unido. Sin embargo, tiene un punto débil: la desinformación que mina la credibilidad, a través de la difusión de contenidos falsos en algunos de sus chats y numerosas conexiones inalámbricas.
En Panamá, las redes sociales atraen a muchos jóvenes con sentido crítico y deseos de cambio, pero estos espacios empiezan a ser sometidos a un plan de desprestigio y desarticulación para reducir su influencia. A ello se debe la proliferación de mensajes sin respaldo alguno, como la supuesta desaparición de niños, ataques de presuntos violadores que someten a sus víctimas, o calamidades acaecidas en otros países que son mostradas como si hubiesen sucedido en la esquina más próxima en áreas metropolitanas.
La desinformación se remonta a la antigüedad, en especial en los asuntos militares. En la actualidad, vuelve a tener vigencia, con otras connotaciones, y debería concitar el interés de profesionales y catedráticos universitarios con una alta preparación académica, pero con una ingenuidad política e ideológica que causa sombro. A falta de una preparación adecuada, personas confundidas o propensas al engaño se prestan para ser difusores de mensajes falsos, sin una comprobación previa, lo que provoca desconcierto y malestar.
En el umbral de un escenario político electoral, la difusión de mensajes imprecisos, incorrectos, de contenido dudoso o tergiversado, puede ser la antesala para la anulación de los canales de comunicación de los movimientos sociales. Basta con introducir un rumor, masificarlo y que los demás lo crean, para que se activen los mecanismos mediáticos que equivalen a torpedos para distraer la atención de los ciudadanos de los objetivos centrales y restar fuerza a las redes sociales utilizadas para generar opiniones y debates.
La desinformación, también llamada manipulación informativa o manipulación mediática, es la acción y efecto de procurar en los sujetos el desconocimiento o ignorancia y evitar la circulación o divulgación del conocimiento de datos, argumentos, noticias o información que no sea favorable a quien desea desinformar, por ejemplo gobiernos o grupos de poder que usan el mecanismo como arma para disuadir, y causar la confusión y el descrédito.
Los movimientos sociales no deberían ser ajenos a una realidad en la que los conflictos internacionales también han convertido a las redes sociales en escenarios de contiendas. Es importante estar preparados ante eventualidades y retos, para aumentar la capacidad de discernir en forma colectiva y veraz, y no perderse en un mar de confusiones inducidas. Para ello, hay que prepararse y estar en guardia, sabiendo que el ciberespacio es un desafiante campo de lucha política en el que tendrán que estar presentes las organizaciones populares.