De ideologías y lentejuelas

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Ciudadanos fueron compelidos a rechazar el proyecto de Ley 61, sobre educación sexual en las escuelas. (Foto: La Prensa).

De ideologías y lentejuelas

Por Daniel R. Pichel
@drpichel

Adiviné lo que iba a pasar. Lo dije el 10 de julio y ocurrió al pie de la letra. Devolvieron el proyecto de ley 61 a la congeladora, digo, a primer debate, y ya piden que se elimine. Como era de esperarse, los diputados cedieron a la presiones de los fanáticos y optaron por el camino más fácil. Volver al principio, evitando tomar decisiones responsables, con el objetivo de resolver los problemas reales de la población. Como su razón de existir es que los reelijan en 2019, para seguir chupando de la ubre del Estado el dinero que se paga con nuestros impuestos, era lógica la respuesta. La excusa de buscar consensos es tan ridícula como inapropiada. Los problemas de salud pública no se resuelven por votación popular. Los números de embarazos en adolescentes y de enfermedades de transmisión sexual en Panamá no nos permiten seguir mirando hacia otro lado. Se requiere tomar medidas responsables, basadas en datos científicos, analizados por los expertos, no por cualquier payaso. Así como a nadie se le ocurre hacer una votación para decidir qué quimioterapia usar en la leucemia, tampoco debemos dejar que sean “las mayorías” las que decidan cómo tratar una epidemia.

Esta vez, la razón real ha sido la homofobia tradicional de incontables grupos evangélicos y de los mismos fanáticos católicos de siempre, encabezados por el Opus Dei, camuflados bajo el término “familia” y en el “Comando San Lucas”. Esta gente encontró la manera de crear otro miedo, basado en un término inventado y que llaman “ideología de género”. Esa es la manera de oponerse a cualquier intento para garantizar que los grupos de lesbianas, gais, bisexuales y personas transgénero obtengan derechos similares a los de cualquier otro. Por supuesto, alrededor de esa “ideología” hay todo tipo de conspiraciones ridículas, como la expuesta por la mentirosa que trajeron de Ecuador. Entre la barbaridades que dijo esa mujer –y que repiten, como papagayos, los voceros antieducación sexual– la más inaudita es que esto es parte de una conspiración masónica (originada en ideas satánicas) que busca exterminar a los humanos y –como no lo logró con el aborto, los anticonceptivos y la eutanasia– ahora intenta convertir a la mitad de los humanos en homosexuales, de aquí hasta el año 2050, para que no se puedan reproducir.

Según esta gente, los “malos de la película” son las Naciones Unidas, el lobby gay (otro invento obsesivo) y Planned Parenthood, y repiten acusaciones propias de mentes enfermas contra estos grupos, a pesar de que se demostró que todas fueron inventadas, al punto de que los denunciantes están presos.

Pero este no es un plan exclusivo de Panamá. Se han dado cuenta de que Latinoamérica (en España también lo intentaron, pero les plancharon el argumento) el discurso de “ideología de género” ha calado en una parte de la población. Así que usan ese argumento como herramienta de presión política para bloquear cualquier iniciativa a favor de enseñar educación sexual, como es debido, en el siglo XXI. A esta historia le intercalan conceptos legales, como la “patria potestad”, “los derechos de los padres a decidir la educación que reciben sus hijos”, “la confusión que produce explicar los roles de género” y tantos otros cuentos. Hasta han citado “declaraciones del papa” en contra del concepto de género, sospechosamente publicadas en los mismos medios fanáticos de siempre (Zenit, Aciprensa, Infovaticana, Forumveritas, etc.). Quien haya seguido las opiniones de Bergoglio desde que llegó al papado, sabe que esas declaraciones tan virulentas no encajan en la actitud conciliadora que lo caracteriza.

Mientras tanto, los medios enarbolan un doble discurso, al rasgarse las vestiduras en los noticieros, mientras nos pasan programas repugnantes por las noches, pero los puritanos no parecen quejarse. Así, simplemente, no se puede.

Como si fuera poco, además de regresar el proyecto de ley 61 a primer debate, por la presión de los fanáticos, esta semana se inventaron una “comisión multilateral” para eliminar las guías en las que trabajaba el Ministerio de Educación, y crear un “programa panameño” que busque bla, bla, bla… La única esperanza de esa comisión es que estará presidida por la vicepresidenta, la solitaria funcionaria del gabinete que ha sido tajante en su apoyo a la educación sexual integral, como forma de afrontar el problema. Si bien podría terminar como una de las tantas comisiones que se crean para no hacer nada, la presencia de la canciller da cierta esperanza de que salga algo positivo de todo aquello, a pesar de que en la convocatoria de la comisión se aclara de la necesidad de consultarle a todo el mundo, incluyendo –adivinen– a las iglesias… Pero, en fin, cuando se viaja con el confesor a cuestas, tampoco es nada diferente lo que podemos esperar.

Mientras tanto, esta semana circuló en la redes sociales un repugnante video de dos adolescentes de educación media teniendo relaciones sexuales en el salón de clases, mientras los compañeros se divertían mirándolos. Si eso no es un grito desesperado ante la necesidad de enseñar educación sexual de verdad en la escuelas, no sé qué necesitan para darse cuenta de que esto es una emergencia.

Y mientras aquí se cede a la presión de los homofóbicos, en México guardan luto por su Divo de Juárez. Un genio musical que vivió una vida muy complicada, que nunca ocultó su homosexualidad, y que logró que en la cuna del “mero machismo” toda la sociedad lo admirara. Porque, como leí esta semana en la redes sociales: “Juan Gabriel pisoteó la homofobia, la volvió lentejuelas, y la usó para hacerse una chaqueta y cantar con ella en el Palacio de Bellas Artes”… y agrego yo: “Para que todos los machotes mexicanos lo corearan”.

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