Cuando un abogado tuvo una gran misión en Washington

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Gesta del 9 de enero de 1964.

Por José Eduardo Sánchez S.
(Artículo publicado en el diario Panamá América el 27 de octubre del 2000)

Quien más que quien fue partícipe en un acontecimiento para contarlo. Es así como se expresaron quienes asistieron a la presentación del libro “MISIÓN A WASHINGTON, 17 de enero – 3 de abril de 1964”, del destacado jurista panameño Don Miguel J. Moreno.

La obra, que narra lo que fue el conflicto de la gesta patriótica del 9 de enero de 1964, su desarrollo y posterior desenlace, representa el mejor testimonio de uno de los principales actores de este capítulo de la historia patria que hoy pone en nuestras manos este aporte, advirtiendo que no busca revivir resentimientos sino legar a las generaciones presentes y futuras los verdaderos hechos de lo que fue uno de los acontecimientos más trascendentales de la vida republicana panameña.

En estas páginas plagadas de sentimiento y amor por nuestro país, Moreno hace énfasis en el desarrollo de las negociaciones diplomáticas que dieron lugar a una salida pacífica a esta encarnizada lucha con Estados Unidos, donde queda también fielmente demostrado que su autor cumplió a cabalidad la función que le impuso en ese entonces el presidente Roberto Francisco Chiari.

Pese a que mucho se ha dicho sobre el tema de la gesta del 9 de enero, una gran cantidad de panameños aún no conocen bien este episodio de la vida de Panamá. “MISIÓN A WASHINGTON” plasma de manera sencilla e interesante lo que fue la más importante batalla diplomática de Panamá con el coloso del Norte, por poner en orden y hacer respetar los derechos soberanos del país, lucha que terminó finalmente el 31 de diciembre de 1999 con la reversión total del Canal.

Desde un principio, Miguel J. Moreno, quien vivió en carne propia este episodio que catalogó como una explosión que desencadenó una serie de hechos importantes para la vida nacional, describe con una elocuente claridad este episodio en el que tuvo una gran responsabilidad.

Es un evento que se inicia protagonizado por un grupo de estudiantes del Instituto Nacional, nuestra primera casa de estudios secundarios, que al ver en los periódicos las fotografías de los estudiantes americanos de la Escuela Superior de Balboa, izando la bandera estadounidense en el asta de la escuela, y no la bandera panameña, como era el acuerdo celebrado entre los gobiernos de Estados Unidos y Panamá, decidieron actuar.

Solicitaron la Bandera Nacional al rector del plantel, posteriormente marchan pacíficamente hasta la Escuela de Balboa, con el propósito de izar nuestro pabellón en la misma asta donde se izaba la norteamericana y cantar el Himno Nacional. Se trató de un acto pacífico por las calles de la Zona del Canal, con la protección de la Policía del área y sin ningún incidente.

Al llegar a la escuela de Balboa, relata Moreno, un capitán de la Policía de la Zona les pregunta qué desean, y éstos le responden que cruzar la calle e ir a la escuela a izar la bandera panameña y cantar el Himno Nacional. A esta solicitud, el policía pide la elección de una comisión de seis estudiantes, quienes pasan a realizar la acción, pero son mal recibidos por los alumnos norteamericanos, en medio de rechiflas y burlas comienzan a impedir que se enarbole la bandera de Panamá.

En esta refriega los estudiantes americanos rasgan la Bandera Nacional y los policías de la Zona se dedican a perseguir a los estudiantes panameños, y éstos no tienen otro recurso que retirarse y correr hacia la ciudad de Panamá, movimiento en el que con balas disparadas por la Policía zoneíta, muere el primer estudiante panameño (Ascanio Arosemena), pero los institutores siguen tratando de poner banderas en la cerca que separaba la zona del resto de la ciudad de Panamá.

Ante la muerte de panameños, no sólo estudiantes, sino vecinos del lugar, como consecuencia de balas de rifles, se forma una situación crítica y difícil en toda la ciudad de Panamá que se propaga a la ciudad de Colón.

Tras ello, relata Moreno en su obra, surgen grupos de panameños que se van a la Presidencia de la República y tras las verjas que impedían su acceso comienzan a gritar al presidente Roberto Francisco Chiari: “queremos armas para defendernos”.

El 9 de enero, en horas de la noche, 17 panameños ya habían muerto y el día siguiente mueren 4 más elevando la cifra a 21 y un saldo de más de 300 heridos.

Ante estos hechos que comienzan el jueves 9 de enero a eso de las seis de la tarde y continúan hasta el viernes 10, en horas de la madrugada el presidente Chiari toma una decisión. En primer lugar, hace que el canciller de Panamá, Dr. Galileo Solís, envíe una nota oficial por radiograma al secretario de Estado de Estados Unidos, en la que denuncia la agresión de la que es víctima el pueblo indefenso y anuncia que el Gobierno hará uso de todos los recursos que le permite el derecho internacional para denunciar la agresión y declara el rompimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno estadounidense.

Moreno recalca que este es un hecho destacado: “Es la primera vez que un gobierno de América Latina se atreve a romper relaciones con Estados Unidos”, cosa que no había ocurrido nunca antes. Por otro lado, el canciller le dirige un radiograma al presidente del Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA), el peruano Dr. Juan Bautista De la Valle, pidiendo una reunión inmediata del Órgano de Consulta, que se nombre una comisión investigadora y que venga a Panamá a detener los actos de agresión y tomar medidas para reestablecer la paz.

Tras esta acción viene al país la Comisión Interamericana de Paz, logrando reestablecer la tranquilidad y trata de mediar ante los dos gobiernos para lograr una solución justa y honorable, pero este propósito no se alcanza.

Fracasada la mediación y de regreso a Washington, el presidente Chiari convoca al licenciado Miguel J. Moreno, su adversario político en ese momento, quien había sido postulado candidato a la Presidencia de la República en el mes de diciembre de 1963 por el Partido Reformista Nacional.

La tragedia del 9 de enero borró todas las líneas divisorias entre los panameños y las diferencias personales.

Comenta que el presidente Chiari en ese entonces le dice: “Nuestras diferencias políticas no deben interferir en este caso, por lo que le solicito su cooperación”. Moreno, en total acuerdo con el presidente de que las posiciones políticas no están por encima del problema nacional, acepta la propuesta y es nombrado embajador de Panamá ante la OEA.

Sale para Washington el 20 de enero con instrucciones muy precisas: continuar las gestiones con la Comisión Interamericana de Paz, manifestarle a la comisión y al gobierno de Estados Unidos que Panamá no está dispuesto a reestablecer las relaciones diplomáticas hasta tanto no se comprometiera de manera formal a sentarse en la mesa para negociar un nuevo tratado que eliminara las causas de conflictos entre los dos países.

La principal causa estaba en el tratado de 1903, el primero que negoció Panamá para la construcción del Canal, un acuerdo muy injusto para Panamá, que Estados Unidos se había negado siempre a derogar.

Al no lograr Panamá obtener a través de la Comisión Interamericana de Paz el compromiso formal de negociar, Miguel J. Moreno recurre al Órgano de Consulta a sustentar el cargo de agresión, el 31 de enero de 1964, en una sesión de la OEA. Moreno, conocido cariñosamente como “Mike”, en un discurso expone la posición de Panamá en los siguientes términos. “Hemos sido agredidos por Estados Unidos sin que mediara provocación alguna de nuestro país. Hasta ahora Panamá se había limitado a emparchar el (Tratado) Hay-Bunau Varilla… esa etapa ya terminó violentamente. Ya no nos conformamos con reformitas, pues el 9 de enero creó una situación nueva que nos exige ir a la raíz del problema para resolverlo también de raíz. No restableceremos relaciones diplomáticas hasta que no haya un compromiso público a negociar un nuevo tratado”.

Tras ello, sobreviene una batalla diplomática a través del Órgano de Consulta de la OEA, que culminó con lo que se conoce como la “Declaración Conjunta Moreno-Bunker”, con la que los dos gobiernos acuerdan iniciar los procedimientos para lograr un nuevo tratado en el que no hubiese normas de conflicto. Esta declaración acaba con la política revisionista, pues EU sólo aceptaba sentarse a discutir la interpretación y la aplicación de los tratados y no a subrogarlos

Después de esta declaración, .se inician los procedimientos que culminan después el 7 de setiembre de 1977 con el Tratado Torrijos-Carter, con cuya aplicación se le revierten todas las tierras y mejoras de la Zona del Canal y Panamá asume la plena administración de la vía acuática.

Miguel J. Moreno, autor de la obra “MISIÓN A WASHINGTON, 17 de enero – 3 de abril de 1964”, fue un destacado ciudadano panameño nacido el 3 de abril de 1914, que dedicó gran parte de su vida a la defensa y el engrandecimiento de nuestro país como nación soberana.

Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio La Salle de Panamá, donde se graduó de Perito Mercantil y Bachiller en Ciencias y Letras. Posteriormente, estudia Derecho en el Washington College of Law (American University), donde obtuvo el título de licenciado en Derecho (Bachelor of Law). Es miembro destacado de la Academia Panameña de Derecho Internacional, y socio fundador de la firma de abogados “Moreno y Fábrega”.

Como hombre público, desempeñó importantes posiciones entre las que podemos destacar:

Adjunto y Secretario de la Embajada de Panamá en Washington, D.C., 1936-1940.

Asesor legal del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1955-1958.

Delegado de Panamá a la Conferencia Interamericana sobre los Problemas de Guerra y Paz, Chapultepec, México 1945.

Delegado a las sesiones Sexta y Décima de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, París, 1951 y New York 1955.

Ministro de Relaciones Exteriores de mayo de 1958 a octubre de 1960.

Embajador representante de Panamá ante la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1964 y embajador extraordinario y plenipotenciario ante el gobierno de Estados Unidos de América, 1964.

Presidente del Consejo Nacional de Relaciones Exteriores entre 1989 y 1990 y miembro del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya desde 1990.

Aclaración necesaria:

Miguel “Mike” Moreno falleció en Panamá a los 97 años de edad, el 16 de mayo de 2011.

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