Editorial: Panamá bajo la tempestad contra la integración

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Panamá bajo la tempestad contra la integración

Los recientes movimientos golpistas en Latinoamérica y los asedios económicos internacionales contra Panamá tienen el mismo origen: el predominio de las potencias sobre una región rica, a la que no quieren ver unida ni integrada. Es casi una vuelta a 1964, al pasado, cuando los grupos del capital financiero vinculados a Washington se coaligaron para deponer al presidente de Brasil, João Goulart, cuyo gobierno promovía una política soberana de desarrollo social. Luego, la corriente golpista se propagó a Argentina y Uruguay.

En el caso de Panamá, el golpe ha sido dirigido al centro financiero. Los verdaderos motivos de esas acciones planificadas se esconden detrás de una cortina de humo de “integridad” y lo que aparece a la vista de todos, es la corrupción como elemento de valoración de los ciudadanos. Es un plan intervencionista de varias fases que utiliza el escándalo, la información decodificada, la coerción, las sanciones, el temor, ña incertidumbre, y el desconcierto para minar las fuerzas internas e imponer a todos condiciones onerosas.

Algunos pueden reaccionar con dudas, pero la potencias reaccionan de modo hostil, al ver decrecer sus economías y ante señales de una crisis global insostenible, que revela el descalabro de un sistema fundamentado en la insaciable acumulación de capital, el expolio de los recursos minerales, hídricos y materias primas, y el control de las fuentes de energía en el ámbito planetario. Ese esquema de bienestar relativo y poder absoluto no funciona como en el pasado. Por ello, las fuerzas hegemónicas insisten en mantener a flote el sistema en contra de la corriente de integración de la humanidad.

Panamá aún no ha asimilado completamente el golpe y su gobierno —vapuleado una y otra vez por el estallido de escándalos— ha ido a la fuente de origen de las presiones para extender la mano como un limosnero en busca de licencias, más que de justicia. Habría que preguntar si la respuesta al clamor oficial implica más concesiones y subordinación del Estado y sus instituciones, para evitar que haya un futuro independiente y digno de los panameños.

Los planes golpistas contra este país incluyen, además, golpes bajos y sorpresivos, en la sombra, para debilitar. Los casos aleccionadores de Argentina y Brasil revelan un nuevo estilo de desestabilización, que los estudiosos denominan “guerra híbrida”. En Panamá, ya empieza a ser entendido lo que ello significa en materia económica. Pero, como decía el general Omar Torrijos, “no hay bala que pueda matar a un ideal”, y la lucha para alcanzar la soberanía de Panamá, que puso fin al enclave colonialista en suelo patrio, aún continúa.

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