Del Incidente de la Tajada de Sandía a los “Papeles de Panamá”

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Del Incidente de la Tajada de Sandía a los “Papeles de Panamá”

Por Alejandro Baso

A 160 años, y en conmemoración de aquella gesta insurreccional conocida como “Incidente de la Tajada de Sandía”, Panamá está nuevamente en la encrucijada de defender su derecho a la autodeterminación, soberanía y emancipación de las metrópolis conquistadoras y estranguladoras de naciones en vías de desarrollo.

Antecedentes del hecho histórico

En 1856, la ciudad de Panamá estaba dividida entre la denominada ciudad amurallada o atrincherada del Barrio de San Felipe, donde residían los españoles y los extranjeros de la clase dominante, y el arrabal o barrios extramuros, de Santa Ana y Calidonia, habitado por esclavos negros, los pobres libres (mulatos y mestizos).

Por aquellos días, regía el tratado Mallarino-Bidlack, con el cual Estados Unidos se comprometía a garantizar la soberanía del Istmo de Panamá, para el tránsito ininterrumpido de un mar a otro.

Minas de oro en California generaron tráfico de estadounidenses y europeos por el istmo de Panamá.

La construcción del ferrocarril trajo extranjeros. Cuando aquellos finalizaron sus contratos, permanecieron en el istmo y se apoderaron de trabajos y plazas para el pueblo panameño.

Una revuelta acaecida el 19 de mayo de 1850, llevó a Estados Unidos amenazar a Panamá de no protegerla. El incidente surgió cuando un vendedor de periódicos fue acusado de robar 500 ó 600 pesos. Ese hecho fue un aviso de lo que vendría después.

Un ejemplo de ello fue la llamada guerra de los Boteros, en 1851, causada por los aventureros que cruzaban el istmo rumbo a California y les arrebataban el empleo a los mulatos locales, trabajando como remeros en el Río Chagres. En ese período, el Estado Federal de Panamá quedó dividido en siete departamentos: Panamá, Colón, Los Santos, Chiriquí, Coclé, Herrera y Fábrega.

Los acontecimientos

El 15 de abril de 1856, en los alrededores del muelle que daba servicio naviero a la Ciudad de Panamá se produjo otro incidente, El sitio estaba cerca de la estación del ferrocarril transístmico, recién inaugurado con conexión directa a la ciudad de Colón, exactamente donde se yergue el Mercado de Mariscos. En aquellos días, esa área era un pantano, adyacente a los patios del ferrocarril, donde estaban los depósitos de la compañía. A esa área le llamaban la Ciénaga, porque era insalubre. Más allá, se encontraba la Playa Prieta, la parte de la Bahía de Panamá que hoy está sepultada por la Avenida Balboa y la Cinta Costera I.

Según relata el historiador panameño Ernesto J. Castillero, en su obra Historia de Panamá, entre los viajeros que arribaron a la capital panameña en esa fecha, con rumbo a Nicaragua para apoyar a William Walker a afianzarse en la Presidencia de esa nación, viajaba un estadounidense pendenciero de nombre Jack Oliver.

En estado de embriaguez (borracho) y en actitud prepotente, junto a otros estadounidenses, Oliver se encaminó hacia el puesto de venta de José Manuel Luna, un pariteño (oriundo de Parita, en la región central de Azuero), quien ofertaba a nacionales y extranjeros frescas frutas tropicales.

El extranjero tomó una tajada de sandía, la cual comió y luego se negó a pagar el valor de la misma, que a la sazón costaba un real. Ante los reclamos de Luna, Oliver lo amenazó con un arma de fuego, pero el vendedor de frutas no se dejó intimidar y sacó a relucir su cuchillo en defensa propia. Exigió que fuese pagada la fruta consumida, lo que hizo que subiese el tono de la disputa.

En esos momentos, arribaba a la estación del ferrocarril, el tren Illinois, que transportaba emigrantes provenientes de la ciudad de Colón, quienes se vieron involucrados en el pleito. La situación empeoró cuando la policía granadina intentó controlar los disturbios. Los estadounidenses se habían amotinado dentro del edificio de la estación y respondieron con tiros al grupo uniformado que se vio obligado a actuar de la misma manera.

El gobernador de Panamá era Francisco de Fábrega, quien enfrentó los desórdenes y evitó que la revuelta tomara proporciones incontrolables. Confrontó la actitud de algunos estadounidenses, que se sintieron agredidos y ultrajados y pintaron el hecho como una acción “premeditada” por parte de los panameños contra sus vidas, integridad y propiedades en Panamá.

La decisión del “gringo” de no pagar la fruta consumida, causó una disputa entre Luna y Oliver, que desembocó en una trifulca con un saldo de 15 norteamericanos muertos y 16 heridos y 13 panameños heridos y 2 muertos. Con el propósito de investigar los hechos y deslindar responsabilidades, el Gobierno de Washington nombró a Amos B. Corwine, comisionado especial, quien en su Informe Oficial, presentado tres meses después, recomendó:

”… la ocupación inmediata del Istmo de océano a océano por Estados Unidos… a menos que Nueva Granada… nos convenza de su competencia e inclinación para suministrar… adecuada protección y una amplia rápida indemnización”. Señalaba, además, que las autoridades neogranadinas eran incapaces de garantizar el libre tránsito por el Istmo de Panamá, así como de proteger las vidas y bienes norteamericanos”.

Y, como era de esperarse, el Gobierno de Estados Unidos acogió con beneplácito el informe e hizo cumplir las recomendaciones de Corwine. En septiembre de 1856, tropas extranjeras desembarcaron en el istmo y ocuparon la estación del ferrocarril. Además, Washington obligó a Bogotá a iniciar negociaciones para llegar a un acuerdo, no sólo en el pago de compensaciones económicas, sino para que el gobierno neogranadino adoptase medidas políticas y militares en las ciudades terminales del ferrocarril.

Esta imposición de Estados Unidos se tradujo en la firma del Convenio Herrán-Cass, de septiembre de 1857, mediante el cual Nueva Granada aceptó su culpabilidad en los hechos de abril de 1856 y se comprometió a pagar indemnizaciones por los sucesos ocurridos. Nueve años después, o sea en 1865, el gobierno neogranadino pagó en indemnización las siguientes sumas:

195.410 dólares por indemnizaciones derivadas del motín,

65.070 dólares por otros reclamos nuevos,

9.277 dólares por gastos de comisionado y

142.637 dólares por intereses.

Después de reclamos diplomáticos y de un largo proceso para deslindar responsabilidades, Nueva Granada asumió la culpa por los daños causados y, ocho años después, pagó a Estados Unidos una suma superior a los 400.000 dólares en oro, como compensación.

Estados Unidos, sin embargo, no fue el único país que exigió indemnizaciones. También lo hicieron Francia e Inglaterra, cuyos súbditos adujeron haber sido afectados.

En total. Nueva Granada pagó 412.394 dólares como compensación económica al Gobierno de Estados Unidos por la trifulca causada por los norteamericanos en territorio panameño. Esa es una lección histórica que debe ser recordada, pues esos sucesos se volverán a repetir y el país agredido cargará con la culpa de lo acontecido.

Ese acontecimiento dio origen a las intervenciones militares de Estados Unidos en Panamá, tal cual lo explicó el Lic. Juan Antonio Tack: “el hito histórico a partir del cual Estados Unidos, amparados por lo estipulado en el famoso artículo XXXV del Tratado Mallarino-Bidlack, empezaron su práctica que rápidamente convirtieron en costumbre, de interpretar, usar y abusar de sus prerrogativas contractuales, relacionadas con asuntos del Istmo de Panamá, de acuerdo con sus exclusivas conveniencias del momento y problemas que se tratase”.

El episodio relatado es expresión del estado de tensión que se vivía en el Istmo en aquella época. Tuvo serias repercusiones en el campo político, diplomático y económico, tanto para el Istmo de Panamá como para la Nueva Granada.

Unos 160 años después de aquel “incidente”, Panamá se encuentra afectada en su nombre y prestigio, luego de la divulgación de una gran cantidad de documentos, extraídos de una empresa vinculada a sociedades anónimas y los negocios offshore.

Tal cual lo plantea el economista y catedrático José Antonio Gómez: “Panamá siempre ha explotado los servicios asociados a la función de tránsito de mercancías y capitales que desempeña en el mercado mundial, derivados de su posición geográfica, ventajas y economías comparativas. En la época colonial fue así; luego, el desarrollo ampliado del capitalismo mundial, le permitió ahondar e internacionalizar este estilo de actividades, crecimiento y sustentación económica”.

Al igual que en el siglo XIX, las metrópolis estranguladoras y los centros hegemónicos de poder recurren a patentes de corso y a la piratería para tratar de someter e imponer condiciones a los países. Sin embargo, como sostuvo el desaparecido general panameño Omar Torrijos, “Panamá no tiene vocación de enanizarse. Panamá se agiganta ante situaciones de desventaja y amenazas”, como aconteció en el Incidente de la Tajada de Sandía.

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