Vino argentino para un planeta más sostenible

Por Fabiana Frayssinet

0
196

LUJÁN DE CUYO, Argentina, (IPS) – La región de Cuyo, en el centro occidental de Argentina, es famosa por sus viñedos y también por ser una de las principales víctimas de los efectos del cambio climático, como la desertificación y el deshielo. Ahora sus viticultores promueven una respuesta propia al fenómeno.

En la copa, el color púrpura y el sabor de la más tradicional variedad de uva argentina, la malbec, tienen la misma intensidad. Pero por detrás, su producción sintetiza una práctica de reconversión ambiental en Mendoza, que comenzó hace cuatro años en esa provincia mediterránea y mayoritariamente desértica, donde sus viñedos florecen en medio de oasis creados por la actividad humana.

Mendoza tiene apenas 4,8 por ciento de su territorio en esos oasis irrigados, 3,5 por ciento dedicado a la producción agrícola, que consume 90 por ciento del recurso hídrico, y el resto área urbana.

“Buscamos la misma cantidad de producción utilizando menos agua, menos energía, minimizando y reutilizando desechos, y generando menos contaminación”, resumió a Tierramérica el coordinador provincial del Programa Federal de Producción Más Limpia, Germán Micic.

Se trata de una iniciativa de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, que beneficia a unas 1.250 pequeñas y medianas empresas argentinas.

En el programa, que se ejecuta con apoyo técnico y administrativo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo, participan en Mendoza 210 empresas, 60 por ciento bodegas, que reciben asesoramiento y recursos por hasta un tope de 28.000 dólares.

“Es producir el mismo vino pero de manera sustentable”, resumió Luis Romito, responsable de la Comisión de Sustentabilidad de la asociación de vitivinícola Bodegas de Argentina, durante su participación en el Foro de Cambio Climático, realizado en Mendoza, convocado por la Universidad Nacional de Cuyo y el PNUD.

Dominio del Plata, una bodega familiar ubicada al pie de la Cordillera de los Andes, en la localidad de Agrelo, en el departamento (distrito provincial) de Luján de Cuyo, con su capital del mismo nombre, comenzó a implementar algunas de esas prácticas.

Durante la producción del vino se logró el ahorro de agua, con el cambio de equipos y procesos. El recurso se utiliza fundamentalmente en enjuagues, lavados, calefacción y enfriamiento.

Un ejemplo es el del lavado de barricas que transportan las uvas cosechadas, en que se sustituyó el proceso manual, que demoraba unos 20 minutos por unidad, por hidrolavadoras industriales.

“Con esta máquina en cinco minutos se realiza el lavado. Reducimos el consumo en unos 60.000 mil litros de agua por mes. En tres meses de cosecha, son 180.000 litros de agua menos”, precisó a Tierramérica el asesor de calidad y responsable ambiental de la bodega, Marcelo del Popolo.

“A su vez esa agua de lavado cae en una canaleta, va a una planta de tratamiento y se utiliza para el riego de los viñedos”, agregó.

Los propios sistemas de riego se están mejorando en Mendoza, donde 90 por ciento del recurso se usa para actividades agrícolas, y su déficit crece como problema estructural para las secas tierras de la provincia, en un escenario de calentamiento global.

“Podemos vernos seriamente afectados en un recurso que es vital para la provincia. El elemento que controla el desarrollo regional es el agua”, destacó a IPS, el experto en geociencias Ricardo Villalba, exdirector del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, con sede en Mendoza.

“Nuestra provincia vive fundamentalmente del agua que se acumula a través de nieve en la cordillera, y todos los pronósticos y modelos globales indican que esa nieve a lo largo del tiempo disminuirá”, advirtió Villalba, quien integra el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático.

El sector vitivinícola, que representa seis por ciento del producto interno bruto de Mendoza y 1,3 por ciento del de Argentina, también busca reducir su consumo energético que en el caso de Argentina causa 43 por ciento de su emisión de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del calentamiento del planeta.

En las bodegas, la energía se utiliza en procesos de calentamiento, enfriamiento, bombeo para trasvase de líquidos e iluminación.

“En cada una de estas necesidades podemos incorporar modificaciones de equipo o de proceso, que permiten ahorrar fuertemente energía. Desde ‘enchaquetamiento (cobertura)’ de tanques para la conservación eficiente de temperatura, hasta cambio de bombas de nueva generación para mayor caudal y menor consumo energético, pasando por el cambio de compresores y de luminarias”, precisó Micic.

“Aquí llevamos un registro del agua que ingresa y la temperatura que logramos. Con esta medida hemos reducido 15 por ciento en el consumo de energía que se usaba en este sector para calentamiento”, ilustró Del Popolo.

La empresa también utiliza insumos ecológicos como botellas de menor peso, cajas más livianas por el menor uso de cartón y etiquetas recicladas. Todos los plásticos y otros residuos como botellas rotas son clasificados y reutilizados.

“Estamos usando cajas que ya hemos reciclado muchísimas veces”, aseguró. El beneficio ambiental trae consigo un ahorro considerable de costos.

“Nosotros hemos encarado dos aspectos fundamentales: ahorro de energía eléctrica y de agua. Y en los dos, estamos viendo también un importante ahorro económico”, subrayó el responsable de la bodega, que en una segunda etapa se propone invertir con sus propios recursos, en calefactores solares para calentamiento y fermentación.

Esto, según el representante del PNUD en Argentina, René Mauricio Valdés, es lo que permite la autosustentabilidad de los proyectos.

“Muchos piensan que invertir en prácticas ecológicas tiene un costo adicional y que no tiene necesariamente un rédito para la empresa. Esto demuestra que no es así”, señaló Valdés durante la visita a la bodega.

Fincas Patagónicas Tapiz, una productora de aceite de oliva en el vecino departamento de Maipú, es otra de las empresas participantes en el programa en Mendoza.

Entre otras medidas, implementó un sistema de circulación periférica de agua calentada por energía solar, alrededor de los tanques de aceite para eliminar ese gasto energético.

Asimismo, aisló térmicamente una sala para mantener la temperatura de los tanques. Esto evitó la utilización para todo el recinto de un equipo de aire acondicionado, que consumía 10.000 kilocalorías/hora.

“Si el aceite baja su temperatura por debajo de 14 o 15 grados centígrados, se congela y no lo puedo filtrar. Lo que implica que durante el invierno (austral) debo seguir ‘calefaccionando (calentando)’ todo el recinto hasta los calores de septiembre y octubre para recién empezar a embotellar aceite”, explicó a Tierramérica el encargado de la planta, Sebastián Correas.

Argentina no es de los principales emisores a nivel global. Ocupa la posición 22 en el ranking, donde los 28 países de la Unión Europea se cuentan como un solo bloque, produciendo 0,88 de los GEI emitidos a la atmosfera.

Sin embargo, el científico Villalba cree que a Argentina, e igual a Mendoza, le corresponde también asumir su papel. “Vamos a tener que prepararnos para eso para, por ejemplo seguir siendo líderes a escala mundial en la producción de malbec”, resumió.

Tanques donde se almacena el vino, con un “enchequetamiento” o recubrimiento especial, para la conservación eficiente de la temperatura en las bodegas. (Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS).
Tanques donde se almacena el vino, con un “enchequetamiento” o recubrimiento especial, para la conservación eficiente de la temperatura en las bodegas. (Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS).

Dejar una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí