¿Por qué Francia?

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Cuerpos inertes tendidos en el pavimento en Niza.

¿Por qué Francia?

Por Julio Bermúdez Valdés

Ocurrió hace poco, en el camino inglés, el boulevard costero de Niza, en la costa azul de Francia, en el mediterráneo, donde miles de personas se habían reunido para celebrar el triunfo de la Revolución Francesa. En un recorrido de dos kilómetros, un camión ha ido atropellando personas de manera indiscriminada hasta matar 84 y herir a más de cien.

No es un hecho aislado. Sucede en el contexto de esa guerra no declarada que en los últimos años ha convertido a varios países europeos en blanco de acciones terroristas. Ninguna organización ha reclamado aún la paternidad del genocidio, pero el mensaje del terrorismo parece decir que nadie está a salvo en ningún lugar de Francia, aunque el suceso puede tener un alcance mayor.

El ataque se produce mientras que la aviación francesa aparece comprometida con bombardeos sobre Irak y Siria, lo que permite suponer que lo ocurrido en Niza corresponde a esta situación. El problema es que mientras que golpea en Irak y Siria, el gobierno de François Hollande no ha tomado lo suficientemente en serio la protección de sus nacionales, en un fallido intento por desconocer una realidad: Europa es hoy un escenario de guerra, donde los ataques de un enemigo invisible se parecen mucho a los ejercicios de una guerra de guerrillas. Pegar y desaparecer, y meses después, volver a pegar y desaparecer, pero dejando efectos devastadores.

En el caso de Niza, se trata de una ciudad turística, situada a 30 minutos de Cannes, en tren. Y que conecta igualmente con Montecarlo. Cada verano, europeos de distintos países se dan cita en su empedrada playa, casi que en un marco idílico y despreocupado. No se puede pensar que seguirá siendo así después del “camionazo asesino” de ayer. Y eso es lo que precisamente buscan estas acciones de terrorismo. Hacer que los ciudadanos de cualquier país vivan con miedo y mermar la personalidad internacional de un país que, como Francia, es ícono de la civilización occidental.

Lo ocurrido en Niza podría servir para que tanto las autoridades francesas, como la de los demás países del viejo continente, dejen de ignorar un fenómeno que no ha acabado de hacer daño, que quizá está empezando y cuyas consecuencias deberían ser detenidas ahora con mecanismos más estrictos de seguridad.

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