Organizaciones gremiales o la inopia del pensamiento crítico

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Gremios docentes protestan en las calles de Panamá. (Foto: PL).

Organizaciones gremiales o la inopia del pensamiento crítico

En efecto, como pocos multimillonarios del planeta, Buffett no se guarda la sinceridad de reconocer.

Por Antonio Pinnock Rodríguez
Sociólogo y docente universitario
opinion@laestrella.com.pa

El norteamericano Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, dijo, hace unos doce años atrás, que: “Durante los últimos veinte años ha habido una guerra de clases, y mi clase ha vencido” (www.nytimes.com/2006). En efecto, como pocos multimillonarios del planeta, Buffett no se guarda la sinceridad de reconocer que nuestra sociedad se mueve sobre la base de intereses que son contradictorios entre una clase y otra, la mayoría de las veces. Aquí, Buffett hacía referencia a cómo las clases más adineradas del mundo lograron imponer sus intereses a través de una estrategia letal: influir en sus percepciones. Diría Frantz Fanon, hacer que el sometido mire con los ojos de su amo.

Esa realidad no sólo se revela en la calle cuando las personas repiten razonamientos cuyos criterios le hacen el juego a quienes tienen intereses opuestos a ellos. También, se manifiesta en corporaciones gremiales que plantean demandas que no apuntan a resolver los problemas que agobian a sus agremiados ni a la sociedad. Con frecuencia, se observa esto en los movimientos gremiales de salud, productores, magisteriales y algunos otros, cuando descalifican a ministros o candidatos a ministros, como escuché cuando se dijo que la secretaria general del equipo de la ex ministra Paredes (Meduca) debía ser vetada porque ella no solía dar a los gremios de docentes respuestas favorables a peticiones que han hecho con anterioridad.

Pareciera que los respetables dirigentes magisteriales caen en la ingenuidad de ignorar que esa funcionaria recibía órdenes de su jefa, que era la ministra. Otra cosa sería si ella fuese la que diese las órdenes. Puede que sí, puede que no, pero el criterio esgrimido para su rechazo se evidencia muy trivial, en tanto que no reconoce que el problema no pasa por la personalidad ni voluntad de un individuo que asume las riendas de una institución ‒en este caso la educativa‒, sino que depende de la política educativa que llevan adelante los que mandan al o la titular de esta institución.

No comprender esto, lleva a que se plantee que con aumentos de presupuestos ‒6 % del PIB, dicen los gremios docentes‒ se resuelven las carencias del sector en cuestión. Esta propuesta deja de lado que, si no hay incidencia directa o indirecta ‒de los interesados en una educación de calidad para todos‒ en los niveles donde se toman las decisiones, más recursos sólo servirán para reproducir en mayor escala los negociados en favor de los que sí controlan los resortes del poder.

Estos desenfoques no hacen más que validar en la práctica aquella verdad observada por Zygmunt Bauman, cuando dijo que: “Si los pobres están distraídos, los ricos no tienen nada que temer”. ¿Esto es lo que buscan los gremios docentes, de salud y otros que hacen demandas similares? No lo creo; pero al no identificar realmente sus intereses y los del pueblo que dicen defender, plantean luchas que sirven más para la distracción de esfuerzos que para superar los problemas sentidos y reales.

Algo similar ocurre entre los productores agropecuarios, ya que la vocería dominante no es la de los que pueden plantear los caminos para superar los problemas del agro, sino los de aquellos que les interesa resolver sus problemas pecuniarios en la realización de su producción, atascada por las reglas del comercio internacional. Aquí entran desde los grandes latifundistas del campo, hasta los importadores de agroquímicos y maquinarias agroindustriales, pasando por los grandes agronegocios de la carne y huevos.

Así, controlar las importaciones no resuelve el problema profundo en el agro, donde muchos de esos mismos que se beneficiarían de esta medida controlan el mercado y con ello las posibilidades de ventas de los pequeños productores, creando condiciones para que emigren del campo.

No enfocarse en problemas que conducen a la producción de monocultivos, como en Darién, que ha venido provocando la destrucción del principal humedal de toda la zona este del país, cual es la laguna de Matusagaratí. La incorporación masiva de tierras no aptas para la ganadería, generando sedimentación en la cuenca hidrográfica del Canal de Panamá, son algunas muestras de la inopia del pensamiento crítico entre los que aman el agro.

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