Gota a gota, el agua se agota

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Gota a gota, el agua se agota

Por José Ángel Espinoza Suira

* “Tomar agua nos da vida, pero tomar conciencia nos da agua”. (Papa Francisco)
Nuevamente, el tema del agua ha vuelto a ocupar la atención de los titulares noticiosos tanto en Panamá, como en la región y el mundo. En el caso nuestro, la llegada de la estación seca y la proximidad del Carnaval ha incrementado el debate en tanto que, en ambos casos, el abastecimiento del vital líquido es fundamental.

No es para menos. Nunca en los últimos años, el nivel de los ríos ha descendido tanto. De 44 de ellos, 30 se han secado en la mayoría de sus trayectos y revelan una pobreza de sus volúmenes. Estamos hablando de un fenómeno que muchos atribuyen a “El Niño”, esta vez más malcriado, pero que en realidad establece ramificaciones evidentes con el cambio climático a nivel planetario.
En este artículo de análisis y crítica, no pretendemos agotar el examen de problemas complejos. Realmente, hay mucha tela por cortar sobre este particular. Algunos especialistas dividirían el estudio de la crisis, pero muchos de esos abordajes, supuestamente académicos, quedan en el olvido, en medio de almuerzos en los que los académicos beben agua embotellada. Este es el enfoque tecnocrático que hay que cuestionar y obviar en las discusiones.
Se requiere un enfoque multidisciplinario “in situ”, es decir, que considere todos los ángulos de un problema desde los diferentes gobiernos para abajo, y examine los casos concretos en los cuales se exprese la crisis de recursos hídricos perecederos. Este abordaje requiere una aproximación al tema del agua, como fuente de vida, la seguridad alimentaria, la producción de alimentos, el tránsito por el Canal y las fuentes de energía.
Dicen que para los panameños, el problema del agua es un asunto de cultura porque estamos acostumbrados, o nos han acostumbrado, al derroche, o porque es casi ya una creencia popular el pensar que Dios nos tiene bendecidos.
Alrededor de ese mito, hay mucho de cierto, pero también hay mucho de falaz e incompleto: Ciertamente, Panamá está en el 5to. lugar en la lista de países con mayor precipitación pluvial del mundo, y en el 2do. de América.
Por otra parte, el promedio de uso por habitante del recurso hídrico en este país oscila entre 38.428 m cúbicos por año, lo cual, comparado con Estados Unidos y España -9.718 y 2.384, respectivamente- indica que estamos holgados para que nunca hubiésemos tenido problemas con desabastecimientos. España tiene 47 millones de habitantes y la pregunta que surge es ¿cómo logran distribuir tan poca precipitación pluvial entre tanta gente?
En Panamá, hay mucha agua. Así lo dijo la ministra de Ambiente, Mirei Endara. No se equivocó, aunque no dijo que esa abundancia sólo se produce durante la estación lluviosa, pero en la estación seca desaparece lentamente. Según las estadísticas del BM, FAO, BID, ETESA y ANAM –período 2001-2014- la variación de agua disponible anualmente asciende a la cifra de 150.369 mm cúbicos -millones de metros cúbicos- de lo cual un 14% es utilizado para electricidad, 1,7% para esclusaje del Canal, 0,3% para agricultura, 0,2% para agua potable y un 83,8% no es usado, se pierde, se va al mar, y en el mejor de los casos una ínfima parte es usada por los culecos. Y surge otra pregunta, ¿como política de Estado, qué han hecho las actuales autoridades, en representación de las anteriores, para almacenar y utilizar racionalmente todo este enorme caudal hídrico a beneficio de los agricultores, ganaderos, consumo humano, generación eléctrica y población en general?.
Evidentemente, la respuesta no está muy lejos de las prácticas gubernativas coyunturales, en el mejor de los casos, que revelan no sólo la ineficiencia o la mala administración pública, sino también ponen sobre el tapete el tema de la corrupción. “Riegos de Tonosí” constituye sólo la punta del “iceberg” de los actuales entuertos judiciales todavía no resueltos ni suficientemente investigados.
El Estado panameño ha sido y debe ser también el responsable directo de una nueva estrategia de seguridad hídrica. No basta con ubicar las causas ni procesar a los corruptos que se enriquecieron a costa del clientelismo y la improvisación que se ha venido implementando en la “cosa” pública. Panamá tiene mucha agua, pero las instituciones vinculadas a su administración y distribución son altamente ineficientes
En una siguiente entrega nos comprometemos a profundizar en el qué hacer frente a esta temática tan vital para los panameños y los seres humanos en general. Pero desde ya podemos concluir en algunas ideas fundamentales.
Cualquier examen serio y científico sobre agua, energía y ambiente requiere de un replanteamiento del modelo de desarrollo que queremos los panameños para Panamá. No podemos estar atados a los dictados de los que sólo ven el lucro y el negocio, en vez del desarrollo endógeno, la soberanía alimentaria, la justicia social y la sostenibilidad de los recursos, para la paz y la equidad.
El tema de los embalses del agua debe replantearse con mayor información y participación de los actores involucrados, para transformarlos en proyectos de uso múltiple donde tengan prioridad el agua potable, la producción de alimentos y la electricidad.
Es inconcebible que el 45% del agua potable se pierda, así como la desprotección de las 52 cuencas hidrográficas que existen. Revisar las concesiones de agua a terratenientes y extranjeros que han sobreexplotado los recursos naturales sólo para el deterioro de los ecosistemas y el empobrecimiento de las poblaciones nativas.
Todo lo que se acuerde en materia de seguridad hídrica, debe ser extensivo a todo el país, a través de la creación y fortalecimiento de instituciones fuertes, serias, y participativas de la comunidad.
Volver a las regulaciones sobre agroquímicos, niveles de sedimentación, cantidad de agua para riego, para la aplicación y seguimiento de parámetros técnicos científicos y apropiados a la diversidad regional, es una tarea pendiente.
Es inconcebible que el Estado panameño firme protocolos mundiales de energía limpia y de higiene ambiental, y no de pasos firmes en el diseño de una política energética, ambiental e hídrica cónsona con las exigencias del crecimiento y desarrollo endógeno.
A nivel cultural-educativo y de concienciación, hay que reforzar la educación ambiental, desde el nivel básico, pasando por el medio hasta los estratos superiores, que vaya más allá de los contenidos que se imparten en las ciencias naturales y sociales. Se trquiere incorporar el enfoque ambientalista de conservación y protección.

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