El sueño continúa, pero la alarma no se ha silenciado

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Manifestantes en Estados Unidos.
  • La incertidumbre de los dreamers en Estados Unidos.

Por Ernesto Antonio Michel Guardiola
Licenciado en Relaciones Internacionales por el Itam

«Cada gran sueño comienza con un soñador.»

Harriet Tubman

Barack Obama fue el soñador que en 2012 puso en marcha una iniciativa que dio esperanza a cientos de miles de jóvenes migrantes: la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Gracias a este programa, aquellos estudiantes que cumplieran con los requisitos obtendrían acción diferida por un periodo de 2 años, sujeta a renovación, junto con la posibilidad de obtener permiso laboral. Esta orden ejecutiva surgió como respuesta al estancamiento de la Ley Dream (acrónimo de la propuesta legislativa conocida como “Development, Relief, and Education for Alien Minors”) cuyo fin era similar al de DACA, pero su progreso permaneció estacionado en el Congreso estadounidense desde 2001. Los candidatos al programa fueron conocidos como los dreamers, por las siglas del acta y por la pertinente homonimia con la palabra que en español se traduce como “soñadores”.

No obstante, dicho sueño casi llega a su fin el 5 de marzo de 2018, fecha tentativa anunciada por el presidente Donald Trump como ultimátum para que el Congreso legalizara el programa. Sin embargo, ese día ya pasó, la fecha se extendió y la incertidumbre no se ha extinguido.

El aplazamiento

Un juez federal de California exigió una extensión de la fecha de conclusión de DACA, tal vez hasta un año, lo cual otorga a los afectados más tiempo, pero no necesariamente más esperanza. La Suprema Corte tomará el caso a finales de 2018, lo cual podría retrasar la decisión final hasta 2019. Durante este “periodo de gracia” el Departamento de Seguridad Interior deberá continuar con los trámites de renovación de aplicaciones al programa, aunque el mismo aplazamiento permite al Congreso tumbar a DACA en la lista de prioridades, postergando la propuesta de una nueva propuesta de ley que pudiera ser aprobada por ambas cámaras.

La polémica discusión ha ocasionado desacuerdos y fragmentaciones internas, incluso contribuyó al cierre de gobierno en enero de 2018. (El 19 de enero de 2018 el gobierno federal de Estados Unidos detuvo labores no esenciales durante 3 días debido a inconformidad por parte del Partido Demócrata respecto de propuestas del presidente Trump sobre temas migratorios y fiscales.) La mayoría de los beneficiarios de DACA obtuvo un “respiro”, aunque miles de ellos se encontrarán en peligro de perder su derecho a renovación y con ello, su protección.

Un juez federal de California exigió una extensión de la fecha de conclusión de DACA, tal vez hasta un año, lo cual otorga a los afectados más tiempo, pero no necesariamente más esperanza.

Las aplicaciones para renovación fueron detenidas hasta enero de 2018, lo cual implicará un retraso considerable en la revisión y aprobación de documentos. Más de 13 000 permisos expirarán en marzo, 5000 en abril y aproximadamente 14 000 en mayo, de acuerdo con datos de la Oficina de Servicios de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos. Si las autoridades de ese país no hacen algo al respecto, más de 30 000 jóvenes sufrirían las consecuencias de este letargo político en menos de 3 meses.

El escenario tampoco resulta favorable para aquellos con permisos aún vigentes, ya que muchas empresas no desean conservar empleados con un estado migratorio en vilo, y mucho menos contratar a nuevos. Esa proyección es solo una escala de las consecuencias que podría tener a nivel mundial el fin de esta iniciativa. Y lo que parece un respiro puede ahogar las aspiraciones de miles de ciudadanos.

Los dreamers no están satisfechos. Incluso, el mismo lunes 5 de marzo de 2018 protestaron en distintas partes del país para que sus peticiones sean escuchadas por el Congreso. No están conformes solo con una extensión de la fecha límite. Desean un instrumento legal que les permita residir en el país que los acogió, el que ellos conocen como hogar, donde han echado raíces. Las quejas de los jóvenes solían dirigirse a los republicanos por su conservadurismo y su oposición al programa. Sin embargo, ahora los demócratas también son acusados de negligencia, pues son ellos quienes deberían promover la iniciativa propuesta por el Presidente anterior y velar por los derechos de los migrantes. El trasfondo de los reclamos va más allá de la inactividad política, ya que hace referencia a la falta de consideración por los derechos y la paz interior de casi 800 000 jóvenes, cuya trayectoria académica y profesional podría verse afectada por una rabieta del jefe del poder ejecutivo estadounidense.

¿Qué pasará al despertar del sueño?

Los jóvenes que idóneamente serían protegidos por este programa se encuentran en una posición muy complicada. Aquellos que aún no solicitan esa protección o cuyo permiso venció antes de septiembre de 2016, quedan excluidos de la población elegible. Los permisos vigentes con fecha cercana de caducidad verán un retraso en sus renovaciones, lo que puede eximirlos de protección y convertirlos en sujetos de persecución. Finalmente, quienes cuentan con permisos vigentes por un periodo más extenso, temen que el gobierno conozca su situación, sus datos, su información y que actúe en perjuicio. Aunque todo se resolviera en su favor, el estigma perdura. En caso contrario, las especulaciones ramifican y atormentan.

Aproximadamente el 78% de los jóvenes que han sido aprobados como beneficiarios de DACA es de origen mexicano.

Aproximadamente el 78% de los jóvenes que han sido aprobados como beneficiarios de DACA es de origen mexicano. El resto se divide en otras nacionalidades hispanas y un grupo de coreanos.

¿Qué pasará con los cientos de miles de jóvenes al despojarlos de sus derechos y protección? A diferencia de otro tipo de migrantes, ellos han vivido la mayoría de sus años en Estados Unidos. Quizá no se identifiquen siquiera como mexicanos o latinoamericanos. Tal vez tampoco encajen completamente como estadounidenses; sin embargo, es el país en el que han crecido y donde casi todos quisieran permanecer. Los países de donde son oriundos los dreamers no deben dejar de lado este tema, al contrario, es urgente tomar cartas en el asunto y encontrar soluciones para los posibles escenarios que enfrentarán.

John Lennon acertadamente incluyó en su canción Imagine la frase “puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único”. Tiene razón. No se trata de casos únicos o aislados, sino de cientos de miles de “soñadores” que buscan respuesta a su inminente pesadilla. A esa cifra debemos sumarnos más ciudadanos del mundo. Mientras mayor sea el número, más duradero será el sueño. Si bien la alarma sigue puesta, sin saber cuándo sonará, al menos sabremos que no despertaremos solos.

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