El día que la caca atrapó a Donald Trump y a su amigo

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Torre Trump.

Crónica

El día que la caca atrapó a Donald Trump y a su amigo

Por David Carrasco

El magnate Donald Trump había llegado a Panamá, con paso firme, para inaugurar el proyecto Trump Ocean Club International Hotel & Tower, de su propiedad, y empezar a facturar de inmediato. En el aeropuerto internacional de Tocumen, una funcionaria musitó: “es el señor de los rascacielos, y viene a invertir aquí”.

Hubo gestos hospitalarios, pero también de desconfianza para el visitante extranjero, quien se movía con ínfulas de virrey en el escenario, sin albergar en su mente la posibilidad de que algún sortilegio pudiese arruinar sus sueños de éxito y prosperidad en el trópico húmedo en una Latinoamérica a la que odia.

Era julio de 2011, y el servicio meteorológico pronosticaba en la urbe lluvias fuertes, pero los medios habían dado poca prominencia al informe del clima, En cambio, concedían atención a Trump, quien inauguraría un edificio con forma de una vela de navegación, de 284 metros de altura, construido frente a la Bahía de Panamá.

El escenario y el manejo mediático habían servido como anillo al dedo al ultraderechista magnate para tratar de reconciliarse con los panameños, a quienes ofendió al declarar que Washington había entregado “estúpidamente” el Canal de Panamá, en 1999.

Donald Trump.
Donald Trump.

La ceremonia de inauguración

El moderno edificio estaba custodiado por agentes de seguridad. En la sala de espera, estaban los periodistas y reporteros gráficos. Había además, un considerable cantidad de “manzanillos” (aduladores profesionales). En el piso superior, algunos integrantes del “jet set” de Nueva York, aguardaban la señal Trump para presentarse.

Sin embargo, pese al lujo, el ambiente era de un austeridad extrema, No había agua, ni bocadillos para el vulgo, y los invitados a la fiesta percibieron cierto aire enrarecido en aquel entorno sin calidez.

La ceremonia inicio con retraso, pero Trump estaba fascinado. En definitiva, venía con un único objetivo: hacer más plata en el menor tiempo posible. “Hemos construido el edificio más grande de Latinoamérica y uno de los más grandes del mundo, pero más importante (…) es que es uno de los edificios de mayor calidad. La calidad siempre es más importante que el tamaño”, dijo el magnate de los bienes raíces y estrella de la televisión, mientras se codeaba con hombres de negocios locales y políticos en el poder,

Entonces, el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, quiso congraciarse con el multimillonario personaje. Adujo que el huésped estadounidense era un “gran empresario, una gran persona y un gran humanista”, y le ofreció a Panamá como sede del Concurso de Miss Universo. Hubo aplausos, miradas de encanto y júbilo.

Sin embargo, el cielo había presagios de tormenta. El periodista Tim Rogers, de la BBC de Londres, describió el momento con frases similares a la novela Trafalgar: “los relámpagos atravesaban el cielo y la lluvia golpeaba violentamente las ventanas mientras el magnate inmobiliario estadounidense Donald Trump y el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, impermeables a la furia de la tormenta, cortaban la cinta del Trump Ocean Club International Hotel & Tower, el edificio más alto de América Latina”.

La lluvia arreció. Se registró un reflujo de la marea y la Torre quedó en medio de un “Mar Rojo” embravecido. La gente se refugió en los accesos elevados en edificios contiguos, mientras las aguas sucias de la metrópoli rodeaban a la Torre Trump, que flotaba en una especie de Venecia sin góndolas y sin plan B para salir de apuros.

El inusitado movimiento de personas causó intranquilidad en Martinelli. Un escolta le dijo al oído: “señor presidente, estamos rodeados de caca. Por su seguridad, tenemos que evacuarlo”. El presidente estaba inmóvil. Las condiciones objetivas y subjetivas lo obligaban a permanecer en ese sitio, cuyo punto más seguro y confortable era el bar, con paredes adornadas con maderas nativas sacadas de las profundidades de los lagos panameños.

Afuera, una chica, con el agua hasta la cintura, portaba un letrero que decía “Welcome”. Esperaba a una anciana aristócrata que residía en Costa Rica. La dama era huésped del hotel y llegó en medio de la inundación. Un ujier acercó un paraguas similar a los utilizados en la película Mary Poppins, durante la interpretación de la jocosa canción “Supercalifragilisticoespialidoso”. La mujer fue cargada como si fuese una princesa de la India, para que no se mojase los zapatos y los pies con agua contaminada.

Muy cerca, venía haciendo olas un tractor con ruedas enormes. A bordo, iban trabajadores que portaban banderas del Sindicato Único de la Construcción y Similares (Suntrcs), quienes se reían de aquella escena surrealista, de autos de lujos cubiertos con aguas residuales, mientras Trump y Martinelli se llevaban las manos a la cabeza.

Carcajadas en Moscú y Dubái

La bella ex Miss Universo 2002, la rusa Oxana Fedorova, quien había sido despojada de su corona por Trump, se revolcó de la risa en Moscú, tras observar las escenas del comerciante de marras atrapado por agua pestilente, a causa de un manhole tapado con cemento. Las risotadas también provinieron de los Emiratos Árabes Unidos, donde un grupo de arquitectos acusó al magnate de haber plagiado el diseño del edificio Burj Al-Arab, en Dubái.

Testigos presenciales dibujaron en sus rostros un rictus, como en los mejores tiempos de la comedia silente, o del teatro de lo insólito A Trump y a Martinelli, se les había aguado la fiesta. Una cañería trancada dejaba en ambos hombres de negocio un mal sabor de boca y un acercamiento a ambientes nauseabundos a los que no estaban acostumbrados. El banquete tuvo que ser suspendido.

La celebración se transformó en un augurio fatalista, algo que los monjes del Tíbet definen como el Karma. Otros repiten hasta hoy, como mantras: “no puedes escapar de tu destino”. Con seguridad, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y William Penn no habrían querido estar en los pellejos de segregacionistas que pueden ser detenidos por un Tsunami de caca del Tercer Mundo.

Ricardo Martinelli.
Ricardo Martinelli.

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