Agricultura inteligente al auxilio del desarrollo sostenible

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La agricultura inteligente contribuye al uso racional de los recursos productivos.

Por Silvia Martínez

Roma (PL) – La llamada Agricultura Climáticamente Inteligente (ACI) deviene solución a los retos entrelazados de la seguridad alimentaria, el desarrollo sostenible y el cambio climático.

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define la ACI como un enfoque para “orientar las acciones necesarias dirigidas a transformar y reorientar los sistemas agrícolas”, además busca asegurar de una manera eficaz el desarrollo, la seguridad alimentaria en un contexto de clima cambiante.

Tiene como objetivos principales aumentar de manera sostenible la productividad y los ingresos agrícolas; la adaptación y creación de resiliencia ante el cambio climático y, hasta donde sea posible, la reducción y absorción de gases de efecto invernadero.

La ACI es una de las 11 esferas institucionales para la movilización de recursos en el marco de los cinco objetivos estratégicos de la FAO, dirigido a hace que ‘la agricultura, la actividad forestal y la pesca sean más productivas y sostenibles’.

Ella tiene en cuenta que la materialización de las opciones dependerá del contexto y la capacidad de cada país, el acceso a una información más completa, la armonización de las políticas, la coordinación de los acuerdos institucionales y la flexibilidad de los incentivos y los mecanismos financieros.

Hacia una agricultura “climáticamente inteligente”

En un evento paralelo al 156 Consejo de la FAO, realizado en la sede de ese organismo de ONU en esta capital, se mostraron experiencias sobre cómo producir alimentos, enfrentar el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Tanzania, intervino Shakwaanande Natai, jefa de Unidad de Gestión del Medio Ambiente, quien explicó que las pérdidas debido al cambio climático en su país en el sector agrícola alcanzan unos 200 millones de dólares al año.

Para enfrentar semejante adversidad, señaló, el gobierno armonizó la agenda climática con las políticas de desarrollo agrícola y seguridad alimentaria, y las consideraciones sobre las variables climáticas son tenidas en cuenta en la planificación y el presupuesto nacionales de desarrollo.

Ese país africano prevé, además, una mayor inversión sobre la agricultura climáticamente inteligente para tomar decisiones informadas e involucrar en ese empeño a socios privados que contribuyan a las inversiones adicionales en el sector.

Ahora la política nacional está orientada hacia la resiliencia en los sistemas agrícolas y al fomento de la adopción de una agricultura climáticamente inteligente, en particular entre los pequeños campesinos vulnerables.

Varios años atrás aplicaron técnicas de cultivo de arroz que utilizaban menos agua en cinco regiones de Tanzania: Morogoro, Iringa, zona de los Lagos, Shinyanga y Mbeya. Actualmente está extendida a cerca del 30 por ciento de todos los productores arroceros en esas zonas.

Los campesinos vieron crecer los rendimientos con un menos uso del vital recurso, resultado de particular importancia en lugares proclives a la sequía. Ahora incluso buscan nuevas variedades de semilla de arroz.

En la zona de los Lagos introdujeron el uso de variedades de semillas mejoradas de yuca, maíz, sorgo y algodón, tolerantes a la sequía, además de fertilizantes orgánicos como estiércol para aumentar la fertilidad de los suelos.

Práctica que propició una productividad casi cuatro veces mayor a la de las áreas cultivadas con métodos tradicionales.

De igual modo los investigadores nacionales desarrollaron razas especiales de vacas lecheras de alto rendimiento lo cual permitió a los criadores reducir el número de cabezas de ganado y aumentar sus ingresos.

Cría que a su vez contribuyó a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la producción ganadera y evitar que los animales al pastar dañasen los cultivos.

La experiencia de Vietnam frente al cambio climático

Tran Dai Nghia, director del departamento de Recursos Naturales y Economía Ambiental, del Instituto de Política y Estrategia de Agricultura y Desarrollo Rural de Vietnam expuso también en el encuentro anexo al Consejo de la FAO las experiencias de su país frente al cambio climático.

En 2016, en Vietnam ‒explicó‒ unas 700.000 hectáreas de arroz y otros cultivos fueron severamente dañados por los desastres naturales, lo cual provocó una caída de la producción arrocera de 800 mil toneladas. Al menos 1,1 millones de personas de las áreas afectadas corrieran riesgo de inseguridad alimentaria.

Para enfrentar esa calamidad se adoptaron varias medidas de adaptación al cambio climático y de gestión del riesgo de desastres a nivel nacional y local.

En áreas dedicadas al cultivo de arroz del centro del país, por ejemplo, pasaron a otros cultivos como árboles frutales y las uvas, con menos exigencia de agua y a su vez constituyen una fuente de ingreso de los agricultores.

Además en las laderas de las regiones montañosas del norte y las provincias centrales del país asiático se intercalan cultivos de ciclos anuales con bosques y árboles frutales.

Ese sistema agroforestal permite a los agricultores diversificar sus ingresos, controlar la erosión del suelo y mejorar los ecosistemas y el medio ambiente. Incluso ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y retienen el carbono.

De igual modo es una práctica extendida en el país la integración de la acuicultura en producción agrícola y forestal. El cultivo del camarón en los manglares en las provincias costeras, proporcionó un medio de vida sostenible a las comunidades, a la par que preserva los recursos naturales.

Más de 180.000 hectáreas de manglares dedicados al cultivo de ese crustáceo representan para los agricultores ingresos estables de 1.600 dólares por hectárea al año.

También en la cría doméstica de cerdos, los ganaderos son incentivados a utilizar biodigestores, contenedor hermético que permite la descomposición de la materia orgánica en condiciones aeróbicas y facilita la extracción del gas resultante para su uso como energía. Biogás usado luego para cocinar y el alumbrado.

Producen a su vez purines (tradicionalmente usados para producir abono y compost) ricos en nutrientes para fertilizar los arrozales. Hasta el presente fueron instalados más de 35.000 reactores biológicos, con un estimado de reducción del 40 por ciento de gases de efecto invernadero.

En el encuentro del organismo de la ONU hubo consenso en la utilidad de incorporar la agricultura climáticamente inteligente en las políticas y programas nacionales, suscitando su práctica a través de la formación y las escuelas de campo en diversas zonas ecológicas.

Además, se insistió en propiciar un mayor conocimiento en el sector campesino sobre el cambio climático y propiciar investigaciones sobre la agricultura adaptada a las variables climatológicas.

 

 

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