Devaluación mundial del trabajo envenena desempleo en Brasil

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Policías reprimen con gases lacrimógenos una manifestación sindical que el 24 de mayo intentaba llegar a la sede del legislativo Congreso Nacional, en Brasil, en rechazo a las proyectadas reformas laborales y previsionales que recortan derechos sociales. (Crédito: UGT).

Por Mario Osava

RÍO DE JANEIRO, jun 2017 (IPS) – Además de elevar a 14,2 millones el total de desempleados, la aguda recesión en los dos últimos años introdujo a Brasil la tendencia mundial de flexibilizar las leyes laborales para abaratar más aún el costo del trabajo.

Generar más empleos sin afectar ningún derecho es el argumento básico del gobierno y defensores de la reforma ya aprobada en la Cámara de Diputados y pendiente de votación en el Senado, anunciada para fines de este mes.

La “creciente precarización del trabajo” será la consecuencia de esa medida, sostuvo Ricardo Antunes, profesor de sociología en la Universidad de Campinas, en el sureño estado de São Paulo

“La tercerización elimina la relación empleado-empleador, con el desplazamiento frecuente del trabajador de un local de trabajo a otro, de funciones. El trabajador pierde su identidad, deja de saber si es metalúrgico o prestador de servicios, a que categoría pertenece”: Wagnar Santana.

El proceso que “devasta todos los derechos laborales”, según el académico, comprende también la ley de tercerización de las funciones empresariales, ya vigente desde marzo, y una reforma previsional aún en trámite inicial en el parlamento, pero de difícil aprobación por exigir mayoría de dos tercios en las dos cámaras legislativas.

“Esa es una tendencia mundial que avanza según la resistencia en cada país, menos donde el movimiento sindical es fuerte, como Alemania y Francia, y más donde el sindicalismo es débil, como el Reino Unido y Estados Unidos”, dijo Antunes en un análisis para IPS.

En Brasil los trabajadores enfrentan esa ofensiva del capital debilitados por el desempleo, que debe mantenerse elevado por un largo período.

La tasa de desempleo abierto, medida por el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), fue de 13,7 por ciento en el primer trimestre de 2017, correspondiendo a los 14,2 millones de desocupados, en un país con 207,6 millones de habitantes y una fuerza de trabajo de 103,1 millones.

Pero la fuerza de trabajo “subutilizada” en la medición del IBGE alcanzó 24,1 por ciento o 26,5 millones de trabajadores, al incorporar los que trabajan pocas horas semanales y los que se considera solo mano de obra “potencial”.

La correlación de fuerzas parlamentarias también es totalmente desfavorable, con el gobierno del presidente Michel Temer con una amplia mayoría, aunque esté vulnerable por las denuncias de corrupción contra el propio mandatario y casi todos los líderes de la alianza gobernante, con la amenaza de ser enjuiciados por el Supremo Tribunal Federal.

La legislación propuesta por el gobierno “desregula las relaciones laborales con argumentos que revelan ignorancia o mala fe”, acusó Wagnar Santana, nuevo presidente electo del Sindicato de Metalúrgicos del ABC, región industrial vecina a São Paulo y cuna del Partido de los Trabajadores (PT) y de la Central Única de Trabajadores (CUT).

“Esa desregulación no incrementó el empleo en países como España, México y Portugal, sino que aumentó el trabajo informal. En México quien trabaja en la Volkswagen necesita otro empleo para una vida decente como acá”, comparó el sindicalista, obrero de esa montadora de vehículos de capital alemán.

Mantener formalmente derechos, como descanso semanal y seguro enfermedad, representa poco si se le quita al trabajador condiciones de hacerlos efectivos, ante la diseminación de la informalidad, la tercerización, la inestabilidad en el empleo y también la debilidad sindical, razonó a IPS.

“La tercerización elimina la relación empleado-empleador, con el desplazamiento frecuente del trabajador de un local de trabajo a otro, de funciones. El trabajador pierde su identidad, deja de saber si es metalúrgico o prestador de servicios, a que categoría pertenece”, lamentó Santana.

Se difunde la dificultad de organización de los sindicatos como el del sector de construcción, donde es intensa la rotación de empleados, acotó.

De esa forma, hacer que acuerdos entre patrones y empleados se impongan a las leyes, como pretende la propuesta oficial, juega en contra de los trabajadores.

Los sindicatos más organizados y fuertes, como los de grandes industrias ciudades, podrían negociar mejores acuerdos y hacerlos respetar, pero no así los demás, sin capacidad de resistencia. “Eso terminaría por nos debilitar a todos, ya que no estamos aislados”, previó el sindicalista.

Otros factores conspiran contra el trabajo en Brasil, además de la coyuntura de desempleo y crisis económica agravada por los riesgos políticos. La desindustrialización debilita el sindicalismo más combativo, especialmente el de los metalúrgicos.

El sindicato del ABC, que llegó a representar hasta 150.000 trabajadores en los años 80, cuenta actualmente con solo 73.000 afiliados en su base, los municipios de São Bernardo do Campo, Diadema, Ribeirão Pires y Rio Grande da Serra, después de altibajos en las dos décadas pasadas, recordó Santana.

De los obreros metalúrgicos de São Bernardo do Campo surgió el líder sindical y político Luiz Inácio Lula da Silva, quien fundó en 1980 el PT, con el cual llegó al poder el primer día de 2003 y gobernó Brasil hasta el primer día de 2011, cuando entregó el testigo a su correligionaria Dilma Rousseff, destituida en agosto de 2016.

La crisis y la competencia internacional también contribuyeron al desempleo y a la menor participación de la industria en el producto brasileño.

Pero es la devaluación del trabajo a escala global, que Antunes atribuye a la transnacionalización de grandes empresas, al nuevo modo de producción y la hegemonía del capital financiero, la que promueve el retroceso en las reglas laborales, que se está imponiendo en Brasil.

Se trata de “arcaizar” las relaciones de trabajo de tal forma que apunta a la vuelta a la esclavitud, en muchos casos, según el experto en sociología del trabajo. “El esclavo se vendía, ahora se alquila” por la tercerización, dice.

Antunes publicó en 1995 el libro “¿Adiós al Trabajo?”, en que identifica la tendencia a la precarización y habla de “esclavitud del siglo XXI”. “El trabajo precario era excepción, ahora se volvió regla”, sostuvo.

Un ejemplo es el británico “Zero hour contract (contracto de cero hora)” que ya rige el trabajo de un millón de personas que quedan todo el tiempo a la disposición de la empresa y atiende a llamados, ganando solo por las horas trabajadas, sin ningún otro derecho, destacó Antunes.

En Brasil se incluyó esa modalidad en la reforma laboral como “trabajo intermitente”.

La incorporación al mercado mundial de la gran reserva de mano de obra china contribuyó a devaluar el trabajo en todo el mundo.

“Son trabajadores calificados que la revolución alimentó y escolarizó. Hace cinco años China ofrecía bienes industriales de mala calidad, hoy tiene tecnología de punta”, destacó el sociólogo, añadiendo que Asia dispone de mucha fuerza de trabajo barata en India, Vietnam, Bangladesh, Indonesia, entre otros países.

La rebaja de costos es generalizada. “En Italia cierran fábricas que van para Polonia o Hungría, y los sueldos de 2.000 euros bajan a 300 euros”, ejemplificó.

“Hay una nueva morfología del trabajo. Tenemos en Brasil 1,5 millones de trabajadores en el ‘telemarketing’ que antes no había. El trabajo remoto, por conexión digital vía celular o computadora, se diseminó”, observó.

Pero la clase trabajadora creció, aunque “más fragmentada y más heterogénea que antes, y sometida al trabajo virtual”. Nuevas forma de lucha, “piquetes y bloqueos de carreteras”, como hicieron en Argentina, en lugar de huelgas, se van desarrollando, señaló.

“La perspectiva futura es de lucha, rebeliones, y también represión, masacres. El siglo XXI será de terremotos sociales”, concluyó Antunes.

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