América Latina, entre el libre comercio y la verdadera integración

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Símbolos de integración regional.

América Latina, entre el libre comercio y la verdadera integración

Por Orlando Oramas León

México (PL) – La XIII Cumbre de la Alianza del Pacífico, bloque integrado por México, Chile, Perú y Colombia cuyos mandatarios estuvieron acompañados por algunos de los jefes de Estado del Mercosur, buscó abrir puertas al comercio entre ambos organismos.

Puerto Vallarta, estado mexicano de Jalisco, fue sede de este encuentro del 21 al 24 de julio, en momentos en que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apela al proteccionismo en una era de globalización comercial.

En las declaraciones oficiales, y en boca de los presidentes, hubo una palabra y una frase que se repitieron con frecuencia. Fueron integración y libre comercio.

Al respecto Prensa Latina conversó con la economista y académica venezolana Judith Valencia, quien acompañó los esfuerzos integradores del extinto presidente Hugo Chávez, precursor de mecanismos de unidad en América Latina y el Caribe.

¿De qué calidad de integración se habló en la Cumbre de la Alianza del Pacífico?, le pregunto a la especialista del país sudamericano.

“La palabra integración y la frase libre comercio tienen una historia en América Latina que comienza en 1960 con el Tratado de Montevideo y la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, que se transforma en 1980 en la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi)”.

Para la entrevistada se trata de una historia de más de medio siglo. “Es el trabajo que han estado haciendo para tratar de adecuar la integración y el libre comercio a los intereses de los inversionistas internacionales, de la transnacionalización que se extiende por el mundo en la década de los 90 del siglo pasado y se reconoce como globalización”.

Según la economista, los estatutos y disciplinas de esta globalización constituyen hoy la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Hacia allá van la Alianza del Pacífico y el Mercado Común del Sur (Mercosur), por eso les interesa muchísimo articular las normas de ambos bloques con las del libre comercio; no del interés regional, sino de la globalización mundial y de las grandes empresas transnacionales, apunta.

Y acota que es una integración comercial, la cual no incluye lo social, es decir, los intereses de los pueblos y sus grandes mayorías nacionales y regionales.

Se trata ‒subraya‒ de una diferencia sustancial y fundamental con la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cuyo tratado constitutivo se firmó el 23 de mayo de 2008 en Brasilia, y que tiene entre sus objetivos construir un espacio regional integrado políticamente.

También es muy diferente a lo que ocurrió con Petrocaribe, iniciativa de Chávez que resulta un acuerdo de intercambio de petróleo compensado y que contribuyó al desarrollo económico-social de las pequeñas ínsulas caribeñas, dependientes de la importación de hidrocarburos.

Valencia subraya que el líder cubano Fidel Castro y Hugo Chávez “hablaban más de unión de los pueblos que de integración”.

Por ello acota que cuando se acude a los principios de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), o el articulado de Petrocaribe, se encuentran criterios novedosos: “humanismo, intercambio compensando y desarrollo compartido”.

“Ahí no está el término competencia, ni se habla de cuánto es el valor del producto a intercambiar. Hay toda una espiritualidad novedosa en el intercambio compensando. Qué cosas tienes según tus capacidades productivas que me puedes otorgar como pueblo, y qué te puedo otorgar yo”, expresa.

Refiere que en el caso de Unasur se trata más de un estatuto político de alianza regional, cuya defensa debe convertirse en tarea de los pueblos cuando hay varios gobiernos que apuestan por boicotear esa agrupación e incluso abandonarla.

Casualmente ‒remarca‒ resultan gobiernos como los de Colombia, Perú, Chile, Brasil, Argentina y Paraguay, a los que les molestan los principios consignados en Unasur de respeto irrestricto a la territorialidad, de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, que les impide sumarse a los propósitos de Estados Unidos de invadir el territorio venezolano.

Todo ello ocurre a la par de que el presidente Donald Trump concluye que la globalización desmejoró la situación interna productiva de Estados Unidos y acude a las políticas proteccionistas de antaño.

La investigadora venezolana considera que se trata de un momento histórico, porque Trump se vuelve proteccionista y apela al bilateralismo cuando gobiernos latinoamericanos, que antes querían el regionalismo y la protección, apuestan a la mundialización.

“Van a tener la dificultad de cómo arreglan las diferencias a menos que cedan y Trump organice su proteccionismo a expensas de las exportaciones regionales latinoamericanas hacia la economía estadounidense”, advierte.

Y añade que, a la par, la OMC está detenida en el tiempo debido a la guerra comercial iniciada por Estados Unidos contra China, lo cual pone en duda el futuro de los acuerdos adoptados con anterioridad en esa instancia.

Sin embargo, la economista graduada en la Universidad Central de Venezuela, opina que “el mundo ha cambiado mucho después del 2008, cuando se pararon sobre sus propios pies Rusia, China e incluso otras naciones para configurar un mundo que deja de ser unipolar”.

“Los liberales se juntarán entre ellos, pero los países que prefieren la autonomía de sus propios procesos, léase Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Irán, India, incluso de África, buscarán una integración, de respeto al mercado mundial, pero con acuerdos de complementariedad en sus economías”.

Se puede configurar una relación de fuerzas con otra calidad de integración y que no sea plegarse al libre comercio, concluye.

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