Nana raíz, o el arrullo del mundo a gatas

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Marionetas como el venado son parte de la obra Nana raíz de la Compañía La Bicicleta.

Nana raíz, o el arrullo del mundo a gatas

La Compañía La Bicicleta creó la obra Nana raíz, espectáculo de títeres para infantes desde los seis meses hasta los cinco años de edad que se presenta en la Sala Vargas Calvo.

Por Ana Beatriz Fernández González
Semanario Universidad (Costa Rica)

Una madre con cara de ayote arrulla a su bebé para que se duerma. Le canta canciones de cuna que gestan micromundos de fantasía, representados con títeres por la Compañía La Bicicleta ante un grupo de infantes de seis meses hasta los cinco años que son acompañados por sus mamás y papás.

Kembly Aguilar y Jonathan Albuja de La bicicleta crearon Nana Raíz, primer espectáculo nacional para público de la primera infancia, impulsados por la premisa defendida por el lingüista estadounidense Noam Chomsky de que los principios generales de la gramática son universales para todos los seres humanos.

La idea de esta gran gramática universal llevó a Aguilar y Albuja a investigar sobre las canciones de cuna patrimonio de distintas culturas indígenas y criollas de nuestro país, y con ellas tejieron un delicado universo de imágenes y sonidos dedicado especialmente a un público de tierna edad.

Aguilar relató que decidieron trabajar con canciones de cuna porque en algún momento ella estuvo estudiando lingúistica aplicada y le pareció “hermosísima” la teoría de Chomsky sobre el origen de las lenguas.

“Es el baby talk o el mamamama, esa exploración vocal que nos hace tener el mismo repertorio a toda la humanidad. Lo que habla en todo el mundo es el afecto. Por eso busquemos el juego entre los sonidos que tenemos todos, borremos las lenguas, todos somos lo mismo, no importa qué lengua estás hablando”, destacó Aguilar.

En la obra Nana raíz, padres, madres e hijos rompen la cuarta pared y se relacionan directamente con el mundo de los títeres.

La obra de 30 minutos se basa en cánticos de arrullo que suceden mientras la madre intenta dormir a su niño, explicó Albuja, compositor de la banda sonora, y es narrada casi sin palabras a través de títeres, actuación, música en vivo y, sobre todo, “el lenguaje del amor”.

La producción de Nana Raíz estuvo apoyada con una residencia de creación en el Festival Petits Bonheurs, de Canadá, que Aguilar y Albuja realizaron durante abril y junio de 2017, así como con fondos de Proartes del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ).

En Montreal, tuvieron la oportunidad de compartir con artistas que crean desde espectáculos para bebés que no caminan aún, como conciertos de música clásica, hasta circo especial para niños de cuatro años de edad.

Gracias al Festival Petit Bonheurs, Aguilar y Albuja comprendieron los elementos que constituyen este tipo de obras que les habían contado o habían leído, pero que no habían experimentado. Por ejemplo, para este público es necesario un protocolo de recibimiento que incluye explicarles a los papás qué hacer en caso de que los niños lloren, entre otros comportamientos.

Asimismo, la residencia les permitió experimentar con trapos, carritos y juguetes, “que nos sirvieran para entender qué clase de títere necesitábamos hacer y Jona (Jonathan) compuso toda la música allá”.

De vuelta en el país, Albuja hizo los arreglos de la música; Aguilar, los títeres y los objetos; y Michelle Canales, la escenografía y el vestuario.

La obra de títeres Nana raíz cuenta la historia de una mamá que trata de hacer dormir a su bebé.

Investigación

Para concebir Nana raíz, La Bicicleta investigó sobre el desarrollo en la primera infancia, ya que no es lo mismo un niño o niña de ocho meses o un año.

“Ven a tal distancia, se duermen todo el día, paran a hacer siesta a tal hora; todos esos detalles tuvimos que pensarlos: enfocan, gatean, sostienen la cabeza, se pueden sentar por sí solos, ¿qué pasa si están solos o con los papás, o con un maestro?”, señaló Aguilar.

A pesar de la escasez y dispersión de la información sobre las canciones de cuna costarricenses, la investigación permitió a los cocreadores reunir manifestaciones de origen limonense, bribi y maleku, y una versión meseteña de “Duérmete niño cabeza de ayote (zapallo), que si no te duermes te come el coyote”, cantada de diferentes maneras en todo el país.

Albuja indicó que, según la folclorista Emilia Prieto, son canciones provenientes de España que luego se criollizaron y recorrieron todo el país.

Otros especialistas que guiaron a La Bicicleta en la tarea investigativa fueron el gestor cultural, creador e investigador Luis Porras, el lingüista Carlos Sánchez y la musicóloga Vera Gerner.

Además, los apoyó el etnomusicólogo Jorge Luis Acevedo y accedieron a los archivos del filólogo y lingüista especializado en lenguas indígenas Adolfo Constenla.

Con el fin de insertar los arrullos autóctonos en el espectáculo, Albuja extrajo pequeños momentos sonoros grabados directamente de las abuelas, que se fusionan con la música. En el caso de las canciones maleku y la criolla, Aguilar las interpreta en vivo, para lo cual aprendió a cantar.

El espectáculo de Nana raíz ha permitido que la experiencia sensorial, emotiva e intelectual de los niños con el arte escénico sea intenso, lúdico y muy cercano.

Al respecto, Albuja mencionó que, como nunca en otras obras que ha montado La Bicicleta se establece contacto con los espectadores, pues no hay una cuarta pared y el público está a tres metros de distancia de lo que ocurre en escena.

“El hecho de que estén sentados en el escenario nos obliga a cuidar la estética hasta el último detalle porque todo se ve.

Cuando ellos (los niños) entran al final, tocan y ven de cerca, es maravilloso lo kinestésico. Los papás y las familias están felices porque ven a su hijo descubriendo, porque ellos reviven muchas cosas de la ternura, porque se identifican con el tema del arrullo y recuerdan lo que es levantarse en la madrugada 10.000 veces”, indicó Aguilar.

En la obra Nana raíz, padres, madres e hijos rompen la cuarta pared y se relacionan directamente con el mundo de los títeres.

Otra característica de las presentaciones es que el ambiente es “super escandaloso”, pues los niños en general no han experimentado las regulaciones de los centros educativos, “y no tienen claros estos límites de hago silencio porque está hablando, me quedo sentado porque…”, dijo Aguilar.

Este comportamiento es absolutamente válido y esperable que ocurra, “es normal”, comentó Albuja, “pero hay padres que quieren callarlos porque se sienten incómodos; por eso, parte del protocolo es darles esa confianza de que los niños pueden balbucear, pueden llorar, y que no les expliquen nada”.

La experiencia escénica que La Bicicleta desea compartir con los niños más pequeños contradice la noción equivocada de que el teatro para bebés no es teatro. “Algunos colegas dicen que el teatro para bebés es una actividad pedagógica con cositas bonitas o una actividad de estimulación precoz. ¡No, no!”, afirmó Aguilar.

A partir de la trayectoria de 16 años de la compañía tiritera, Aguilar y Albuja comprendieron cómo se produce el acercamiento al mundo físico, al desarrollo emocional e intelectual de la primera infancia.

“Es comprender el mundo a gatas porque gatean”, concluyó Aguilar. “Podés hacer obras de gran calidad, a la altura de cualquier otro espectáculo, pero respondiendo a las necesidades de ellos y eso es artístico”.

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