La poesía de Tomás Martín Feuillet (1832 – 1862)

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Poeta Tomás Martín Feuillet.

 (Tomado de Panamápoesía.com)

Poco se ha escrito sobre Tomás Martín Feuillet, Manuel Gamboa amigo y compañero de letras, desde 1858 se dio a la tarea de compilar sus poemas y en 1865 publico la obra “Tomás Martín Feuillet, Recuerdo Biográfico”, editado en Nueva York. En 1870, José María Alemán, publicó un ensayo crítico en “El Crepúsculo”, periódico de su propiedad.

Ya en la época republicana, Don Guillermo Andreve le dedicó varias notas, advirtiendo alguna vez que parcialmente se apoyaba en tradiciones familiares, pues su abuela materna, Doña Juana de Dios Soto, se había criado con el joven Tomás. En 1948, Rodrigo Miró publicó “El Romanticismo en Panamá, La Primera Generación Poética del Istmo” sirviéndose de los datos proporcionados por Andreve y Alemán; posteriormente Miró publica en 1962 “TOMAS MARTÍN FEUILLET, Prototipo Romántico” donde realiza correcciones en ciertos datos referentes a la fecha de nacimiento y origen de Feuillet. En 1974, Diógenes Cedeño Cenci publica un ensayo llamado “TOMAS MARTÍN FEUILLET Y LA FLOR DEL ESPIRITU SANTO, Vida y obra del poeta, La poesía romántica en Panamá”, donde presenta un extenso análisis de la obra del poeta.

Tomás Martín Feuillet, nació el 18 de septiembre de 1832, en casa de Leandra Morales, y fue asesinado en 1862 en villa de Piendamó, Colombia, cuando acompaña a un alto oficial en una diligencia.

Fue Teniente de la Segunda Compañía del Batallón de Infantería de la Milicia del Departamento y Ayudante para la Gendarmería del Distrito Capital de Panamá, cargo del que renunció. El primero de enero de 1857 es designado Intérprete Público. Luego, Preceptor de la Escuela Primaria de Santa Ana, cargo que también renuncia. En agosto de 1857, recibe 123 votos en las elecciones para Representante. En febrero de 1858 se encarga de la Alcaldía, como Primer Suplente del titular y en diciembre resulta electo cabildante. A principios de 1860 confiere amplio poder al Dr. José Francisco de la Ossa, y viaja al Sur, contratado, se dijo, por “El Sol de Piura”, en cuyas páginas dejará un puñado de poemas, penetrados algunos de sombrío humor. En diciembre regresa a Panamá, donde poco antes le había nacido un hijo y cuya madre fue Doña Vicenta Costa, a este niño dedicó el poeta sus últimos versos.


Tú que la aurora de la vida apenas

ves despuntar entre arreboles lindos,

doquier rodeado de caricias tiernas,

                                             cándido niño.  

Tú que comienzas a cruzar el mundo

por bella senda de azucena y lirio,

y que en el dulce y maternal regazo

                                             duermes tranquilo;  

Deja que entone en tu natal su canto

al ronco son de su laúd sombrío,

quien entre dudas y pesares tristes

                                             vive sumido.

 

Caracoles.

Los Caracoles

A Josefa Herrera de Picón

Arrullado por las olas

y de la mar a la orilla

resplandece, luce y brilla

el hermoso caracol;

y sobre su bello esmalte

de caprichosos colores,

refleja sus resplandores

y su viva luz el sol.

Cuando ya la noche tiende

su negro y oscuro velo,

y la Luna desde el cielo

con sus rayos dora el mar,

en él reflejada mira

su pálida luz brillante

y se ve cual un diamante

el caracol resaltar.

De la cima de una peña

ve a lo lejos crecer flores,

y no envidia sus primores

ni matizado color;

que él también en la ribera

resaltar sabe hechicero,

como en el cielo el lucero,

como en el campo la flor.

Y al lucero el sol eclipsa

y la flor bella y lozana

luce hermosa en la mañana

y se marchita después;

y al caracol para siempre

su bello encanto le dura,

y por siempre su hermosura

conserva y su esplendidez.

Yo he visto caracoles

de formas peregrinas,

asidos a las rocas

en medio el arenal;

y en ellos dibujadas

vi nubes purpurinas

cual las que muestra el cielo

de nácar y coral.

Como esas nubes bellas

que miran nuestros ojos

cuando su frente oculta

en occidente el sol,

y sus postreros rayos,

vivísimos y rojos,

coloran los celajes

de límpido arrebol.

Yo he visto caracoles

cual nunca el pensamiento,

en sus delirios pudo

siquiera imaginar;

que fueran el orgullo

del rey más opulento

si en su diadema regla

llegáranse a ostentar.

Y al verlos ha quedado

estática mi mente,

en ellos contemplando

las obras del Señor;

y entonces ha bendecido

mi labio reverente

del cielo y de la tierra

al sabio creador.

Que sólo el Dios que pudo

formar el ancho mundo

pudiera esos objetos

bellísimos crear.

Como la perla ha creado

del mar en lo profundo;

cual pudo de la nada

al hombre fabricar.

¡Ah! ¡cuánto ha de ser grato

vagar por las riberas

oyendo de las olas

el dulce murmurar,

y a bellos caracoles,

y a conchas hechiceras,

al son de alegre cítara

un cántico entonar!

1857

 

 

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