Cómo Moscú se convirtió en una trampa para Napoleón

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La Grande Armée de Napoleón observando Moscú, 1812. Global Look Press

Por Oleg Yegórov / RBTH

Hace 205 años, durante la invasión francesa, los rusos dejaron su “segunda capital” por razones estratégicas y Napoleón la capturó creyendo que había conseguido la victoria. No lo había hecho: estancado en un Moscú despoblado y casi incinerado, su ejército perdió la fuerza y se sumió pronto en la derrota.

El 13 de septiembre de 1812 (según el calendario moderno gregoriano), fue un día tenso en el pueblo de Filí, cerca de Moscú. Alrededor de 10 generales rusos de alto rango se reunieron en una choza de madera para mantener una conversación de extrema importancia. Debían decidir si dejarían entrar a su enemigo Napoleón Bonaparte en Moscú, la antigua capital rusa.

La decisión fue dura: dejar entrar en Moscú a los franceses era una vergüenza. Pero la defensa de la ciudad podía ser aún peor: durante la batalla de Borodinó que había tenido lugar hacía una semana, el Ejército ruso había sufrido graves pérdidas (unos 45.000 soldados) y estaba agotado.

Ciudad abandonada

Otro enfrentamiento directo con Napoleón podría llevar a una catástrofe. Por esta razón, el general Mijaíl Kutúzov, comandante en jefe ruso, ordenó una retirada, sin prestar atención a las opiniones en contra. Kutúzov estaba seguro de que salvar el Ejército y la iniciativa era más decisivo que aferrarse a Moscú. “Su Majestad, Napoleón entrando en Moscú no significa que haya conquistado Rusia todavía”, escribió al emperador Alejandro I.

El Ejército de Bonaparte, conocido como La Grande Armée, entró en la ciudad el 14 de septiembre sin lucha alguna. Fue el primer caso en que la antigua capital era capturada por el enemigo en 200 años (en 1612 Moscú fue ocupada por los polacos). Pero para cuando Napoleón entró en la ciudad estaba casi vacía: todos excepto alrededor de 6.000 personas de una población de 275.000 moscovitas habían desaparecido.

No hay respeto, sólo fuego

Durante varias horas Napoleón estuvo esperando cerca de la ciudad para recibir la capitulación oficial y las llaves simbólicas de Moscú. Nadie le llevó nada; en cambio, le informaron que el Ejército y los ciudadanos habían huido. Desalentado y decepcionado, Napoleón siguió en la ciudad de todos modos y se quedó en la residencia del emperador Alejandro I en el Kremlin.

La falta de respeto, sin embargo, no fue lo peor. Mientras los franceses entraban en Moscú, se produjeron incendios en toda la ciudad. Todavía se discute quien incendió los edificios. Napoleón culpó al gobernador general de Moscú, Fiódor Rostopchin, que podría haber organizado el sabotaje incendiario antes de abandonar la ciudad. Pero algunos historiadores rusos creen que los incendios pudieron ocurrir casualmente, debido a la incompetencia de los invasores.

En cualquier caso, el fuego hizo aún más difícil para Napoleón disfrutar de su extraño triunfo. Incluso tuvo que dejar el Kremlin un día después de que llegase a él, y se estableció en un lugar más seguro. El emperador se sorprendió con la capacidad de los rusos de quemar su propia ciudad. “¡Qué espantoso espectáculo! ¡Qué pueblo! ¡Son bárbaros escitas!”, gritó el emperador, según declararía el diplomático Luis Felipe de Ségur.

Vida francesa en Moscú

Alrededor de tres cuartos de la superficie de Moscú, construida predominantemente de madera, fue quemada en un fuego que duró hasta el 18 de septiembre. Enfurecido, Napoleón dejó a su Ejército recorrer la ciudad libremente. Esto acabó convirtiendo a un ejército europeo de 100.000 efectivos en una masa de delincuentes. Los pocos rusos que quedaban en la ciudad se unieron a la lucha. Esto hizo que los que se quedaban en la ciudad se unieran a la lucha partisana y mataran a varios miles de franceses.

La vida era cada vez más difícil: los días eran cada vez más fríos y el Ejército se estaba quedando sin provisiones. Los campesinos de los alrededores de Moscú resistieron al enemigo y no les entregaron comida. Con este escenario, Napoleón tuvo que renunciar a su plan para trasladarse al norte y capturar San Petersburgo. Su Ejército no sería capaz de hacerlo, especialmente con los soldados de Kutúzov en la retaguardia.

Retirada indigna

Generalmente victorioso, Bonaparte no podía estar satisfecho con tal final. Mientras estuvo en Moscú, escribió tres veces a Alejandro I, proponiendo declaraciones de paz. Sus demandas eran las mismas que antes de la guerra: Rusia debía unirse al Bloqueo Continental (contra Gran Bretaña) y concluir una alianza militar con Francia. El zar ignoró las tres cartas.

En este contexto, Napoleón tuvo que retirarse de Moscú a mediados de octubre de 1812 con el objetivo de pasar el frío invierno en territorios occidentales, entre los ríos Dnepr y Dviná. Dejando la ciudad, el furioso emperador ordenó hacer derribar el Kremlin con explosivos, pero también fue un fracaso. Sin la preparación suficiente, los ingenieros franceses lograron derruir sólo una torre. El Kremlin quedó dañado pero intacto – así como Rusia.

En cuanto al Ejército de Kutúzov, logró convertir el retiro de Napoleón en el infierno. Cortó los suministros franceses, que no estaba preparado para el invierno ruso severo. La Gran Armée dejó de existir y Napoleón abandonó a sus soldados y regresó a París en diciembre de 1812.

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